/ jueves 27 de agosto de 2020

AÑORANZAS

Reza el dicho: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde, o lo ve perdido” Ahora nos damos cuenta de lo verdaderamente importante que es la escuela para los niños; sí, la escuela “en físico”, no virtual; esa donde personalmente acudían los pequeños; donde se divertían en grande y se iban desarrollando con todas sus capacidades; así corrían, caminaban, y gritaban sacando saludablemente todas sus energías. Esa añorada escuela a la que tenían que llegar temprano, bañados y puntuales antes del toque de entrada, so pena de ser merecedores de un retardo acumulativo, y que tres de ellos te contaban como una falta; donde no se podía repetir lo comenzado en clase como si fuese un video. Eso era educación tangible y encantadora, en que la vestimenta y el uniforme eran parte de la disciplina de los menores, imprescindible llevar sin una arruga y sin manchas sobre todo los lunes de cada semana para hacer los obligados Honores a la Bandera, y entonar el Himno Nacional; el trato directo con los compañeros que era la mejor forma de aprender a socializar desde pequeños.

El nuevo sistema virtual o televisivo que ha comenzado formalmente esta semana, dista mucho de que los menores vayan a tener un desarrollo en todas sus potencialidades; aunque los maestros –dicho sea de paso- estén sin duda dando lo mejor de su parte y con actitud encomiable, jamás podrá igualarse a la sana convivencia que tenían, esa de que pudieran acercase y rozarse entre ellos, así con el montón de chiquillos chocando unos con otros e invadiendo en el patio de la escuela las filas del grupo equivocado antes de poder llegar a formarse al suyo, e ignorando la voz enérgica de alguna maestra que por ahí de entre el griterío se deja escuchar: “!!!No corran!!!”. Y en el recreo, de igual manera… hasta permítaseme decir, de vez en vez echarse unas trompadas de algún chamaquillo con otro…

Son verdaderamente lamentables los estragos que está causando la pandemia y que ha comenzado con esta generación del 2021. Qué infortunio no saber con certeza hasta cuándo irá a tener su fin esta situación; no importa que digan que existen vacunas o que éstas son eficaces puesto que lo cierto es que ni lo uno ni lo otro, simplemente pasa el tiempo, y éstas no llegan. Y sí en cambio las estadísticas de salud muestran día a día un mayor número de contagios y los decesos de igual manera siguen incrementando las estadísticas.

Esta enfermedad ha repercutido no solamente en la economía de los países sino lo más lamentable es en el sano desarrollo de nuestros niños que por azares de la naturaleza, mal cuidado del medio ambiente o por la pérdida de buenos hábitos alimenticios, o castigo divino, vaya usted a saber, se les niega fortuitamente el feliz desarrollo en las escuelas como todos en su tiempo tuvimos la dicha en nuestra infancia. Hagamos votos porque vuelvan esos tiempos de normalidad, y termine la llamada “nueva normalidad”; no perdamos la esperanza de volver a ver a nuestros pequeños llegar a casa desfajados, todos sudorosos, con el sweater del uniforme amarrado a la cintura tapándoles las nalgas, y con las rodillas raspadas… con la mochila abierta y de vez en vez –para disgusto de las mamás- sin su termo o sin su portaviandas del sándwich que olvidaron guardar o incluso… que ya perdieron. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com

Reza el dicho: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde, o lo ve perdido” Ahora nos damos cuenta de lo verdaderamente importante que es la escuela para los niños; sí, la escuela “en físico”, no virtual; esa donde personalmente acudían los pequeños; donde se divertían en grande y se iban desarrollando con todas sus capacidades; así corrían, caminaban, y gritaban sacando saludablemente todas sus energías. Esa añorada escuela a la que tenían que llegar temprano, bañados y puntuales antes del toque de entrada, so pena de ser merecedores de un retardo acumulativo, y que tres de ellos te contaban como una falta; donde no se podía repetir lo comenzado en clase como si fuese un video. Eso era educación tangible y encantadora, en que la vestimenta y el uniforme eran parte de la disciplina de los menores, imprescindible llevar sin una arruga y sin manchas sobre todo los lunes de cada semana para hacer los obligados Honores a la Bandera, y entonar el Himno Nacional; el trato directo con los compañeros que era la mejor forma de aprender a socializar desde pequeños.

El nuevo sistema virtual o televisivo que ha comenzado formalmente esta semana, dista mucho de que los menores vayan a tener un desarrollo en todas sus potencialidades; aunque los maestros –dicho sea de paso- estén sin duda dando lo mejor de su parte y con actitud encomiable, jamás podrá igualarse a la sana convivencia que tenían, esa de que pudieran acercase y rozarse entre ellos, así con el montón de chiquillos chocando unos con otros e invadiendo en el patio de la escuela las filas del grupo equivocado antes de poder llegar a formarse al suyo, e ignorando la voz enérgica de alguna maestra que por ahí de entre el griterío se deja escuchar: “!!!No corran!!!”. Y en el recreo, de igual manera… hasta permítaseme decir, de vez en vez echarse unas trompadas de algún chamaquillo con otro…

Son verdaderamente lamentables los estragos que está causando la pandemia y que ha comenzado con esta generación del 2021. Qué infortunio no saber con certeza hasta cuándo irá a tener su fin esta situación; no importa que digan que existen vacunas o que éstas son eficaces puesto que lo cierto es que ni lo uno ni lo otro, simplemente pasa el tiempo, y éstas no llegan. Y sí en cambio las estadísticas de salud muestran día a día un mayor número de contagios y los decesos de igual manera siguen incrementando las estadísticas.

Esta enfermedad ha repercutido no solamente en la economía de los países sino lo más lamentable es en el sano desarrollo de nuestros niños que por azares de la naturaleza, mal cuidado del medio ambiente o por la pérdida de buenos hábitos alimenticios, o castigo divino, vaya usted a saber, se les niega fortuitamente el feliz desarrollo en las escuelas como todos en su tiempo tuvimos la dicha en nuestra infancia. Hagamos votos porque vuelvan esos tiempos de normalidad, y termine la llamada “nueva normalidad”; no perdamos la esperanza de volver a ver a nuestros pequeños llegar a casa desfajados, todos sudorosos, con el sweater del uniforme amarrado a la cintura tapándoles las nalgas, y con las rodillas raspadas… con la mochila abierta y de vez en vez –para disgusto de las mamás- sin su termo o sin su portaviandas del sándwich que olvidaron guardar o incluso… que ya perdieron. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com