/ sábado 20 de febrero de 2021

Bomba de tiempo

Mientras de Marte nos llegan las primeras fotos de una muy larga serie que promete la misión espacial Perseverance, en la Tierra terminamos de padecer los efectos de una ola de frío cuyas temperaturas se comparan con los registros más extremos de 1899 y 1905. Según el Servicio Meteorológico de Estados Unidos la semana pasada se superaron al menos 25 temperaturas mínimas históricas, entre las que destacan como nuevos extremos los valores de -38.8°C en Hibbing, Minnesota; -36.1°C en Valentine, Nebraska; - 33.8°C en North Platte, Nebraska; -33.3°C en Sioux City, Iowa y -32.2°C en Sioux Falls Dakota del Sur. Mientras en Texas, por primera vez en la historia, todos sus condados han estado bajo amenaza de tormenta invernal, con las consecuencias para México conocidas por todos.

Esta anomalía metereológica proviene paradójicamente de un calentamiento estratosférico repentino (SSW por sus siglas en inglés) que impide que el frío del Ártico se mantenga en el vórtice polar, donde se encuentra girando de manera constante, y migre hacia el sur. El fenómeno se ha investigado desde hace más de sesenta años y puede predecirse con algunas semanas de anticipación. De hecho, este año ya se había advertido desde principios de enero por las agencias meteorológicas oficiales.

Sabemos que el clima seguirá deteriorándose por causa del calentamiento global, y este tipo de fenómenos se volverá más frecuente. Mientras la industria y los hogares sufren la escasez coyuntural de gas y se señalan culpables por la vulnerable infraestructura mexicana, nuestro gobierno sigue ofreciendo la única alternativa energética que conoce: combustibles fósiles que seguirán calentando nuestro planeta y traerán complicaciones adicionales: sequías, desertificación, aumento en los niveles de los mares, y un largo etcétera.

Podemos hallar diferentes causas a este problema, dependencia del gas gringo y su sistema de bombeo, la deficiencia en el almacenamiento de gas a gran escala en México que ayude a paliar estas contingencias, insuficiencia en la interconexión y generación eléctrica para compensar caídas en la red, etcétera. Sin embargo, el verdadero problema reside en que no estamos preparados para un verdadero shock climático ni asumimos como nuestra responsabilidad la tarea de impedirlo.

La emergencia pasará, los suministros se reestablecerán y los precios muy seguramente volverán a sus niveles acostumbrados, pero políticas nacionales, como la que vemos esbozarse con la 4T nos abocan a más del viejo modelo extractivo que nos ha traído hasta aquí.

Debemos combatir el asunto de raíz mediante soluciones limpias y posibles, como la masificación de la energía fotovoltaica, o incluso más revolucionarias, como el almacenamiento de electricidad a gran escala o la fisión nuclear.

Con mayor inversión en ciencia y tecnología, México podría avanzar incluso en áreas que ya están dando frutos, como la creación de biocombustibles a partir de la manipulación de bacterias, que tiene resultado importantes en el Cinvestav de Irapuato. O podríamos emplear de mejor manera nuestras enormes reservas de litio, si lideraramos en la investigación de baterías de iones. Los campos de exploración e innovación son enormes. Sin embargo, la visión y los intereses siguen siendo demasiado cortos y estrechos. El tiempo para cambiarlos se agota, no esperemos a que sea imposible.


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

Mientras de Marte nos llegan las primeras fotos de una muy larga serie que promete la misión espacial Perseverance, en la Tierra terminamos de padecer los efectos de una ola de frío cuyas temperaturas se comparan con los registros más extremos de 1899 y 1905. Según el Servicio Meteorológico de Estados Unidos la semana pasada se superaron al menos 25 temperaturas mínimas históricas, entre las que destacan como nuevos extremos los valores de -38.8°C en Hibbing, Minnesota; -36.1°C en Valentine, Nebraska; - 33.8°C en North Platte, Nebraska; -33.3°C en Sioux City, Iowa y -32.2°C en Sioux Falls Dakota del Sur. Mientras en Texas, por primera vez en la historia, todos sus condados han estado bajo amenaza de tormenta invernal, con las consecuencias para México conocidas por todos.

Esta anomalía metereológica proviene paradójicamente de un calentamiento estratosférico repentino (SSW por sus siglas en inglés) que impide que el frío del Ártico se mantenga en el vórtice polar, donde se encuentra girando de manera constante, y migre hacia el sur. El fenómeno se ha investigado desde hace más de sesenta años y puede predecirse con algunas semanas de anticipación. De hecho, este año ya se había advertido desde principios de enero por las agencias meteorológicas oficiales.

Sabemos que el clima seguirá deteriorándose por causa del calentamiento global, y este tipo de fenómenos se volverá más frecuente. Mientras la industria y los hogares sufren la escasez coyuntural de gas y se señalan culpables por la vulnerable infraestructura mexicana, nuestro gobierno sigue ofreciendo la única alternativa energética que conoce: combustibles fósiles que seguirán calentando nuestro planeta y traerán complicaciones adicionales: sequías, desertificación, aumento en los niveles de los mares, y un largo etcétera.

Podemos hallar diferentes causas a este problema, dependencia del gas gringo y su sistema de bombeo, la deficiencia en el almacenamiento de gas a gran escala en México que ayude a paliar estas contingencias, insuficiencia en la interconexión y generación eléctrica para compensar caídas en la red, etcétera. Sin embargo, el verdadero problema reside en que no estamos preparados para un verdadero shock climático ni asumimos como nuestra responsabilidad la tarea de impedirlo.

La emergencia pasará, los suministros se reestablecerán y los precios muy seguramente volverán a sus niveles acostumbrados, pero políticas nacionales, como la que vemos esbozarse con la 4T nos abocan a más del viejo modelo extractivo que nos ha traído hasta aquí.

Debemos combatir el asunto de raíz mediante soluciones limpias y posibles, como la masificación de la energía fotovoltaica, o incluso más revolucionarias, como el almacenamiento de electricidad a gran escala o la fisión nuclear.

Con mayor inversión en ciencia y tecnología, México podría avanzar incluso en áreas que ya están dando frutos, como la creación de biocombustibles a partir de la manipulación de bacterias, que tiene resultado importantes en el Cinvestav de Irapuato. O podríamos emplear de mejor manera nuestras enormes reservas de litio, si lideraramos en la investigación de baterías de iones. Los campos de exploración e innovación son enormes. Sin embargo, la visión y los intereses siguen siendo demasiado cortos y estrechos. El tiempo para cambiarlos se agota, no esperemos a que sea imposible.


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