/ lunes 10 de febrero de 2020

CUANDO UN AMIGO SE VA

Alberto Cortez, cantautor argentino, acompañó mi juventud con sus poemas hechos canciones. Viene a mi memoria la melodía que le da título a esta colaboración: Cuando un amigo se va. Cuando un amigo se va / Queda un espacio vacío / Que no lo pude llenar / La llegada de otro amigo. Es el caso de Ignacio Negrete Pérez, conocido como Nachito, nacido en Irapuato el 19 de diciembre de 1940, murió el 14 de diciembre de 2019. Nos conocimos de niños en la década de los cincuenta; nuestras familias vivían en la calle Vallarta, en la zona centro de la ciudad. El calendario escolar abarcaba de febrero a noviembre y el horario de clases era discontinuo, de 9 a 12 y de 15 a 17 horas, por lo tanto, salíamos a jugar a la calle de las 18 en adelante, a las canicas, al trompo, al yoyo, al avión, a las cebollitas, hasta que escuchábamos la voz de mamá, recordándonos que era hora de regresar a casa a merendar y a dormir. Crecimos y Nachito cambió de domicilio, dejándonos de ver. Años después, nos encontramos en la Escuela Normal Primaria. Él era intendente y yo alumno. Nachito había ingresado a trabajar en lugar de una persona muy querida, todos le decíamos con afecto: Pedrito, mismo que duró mucho tiempo laborando en la Escuela Normal. Nachito entró recomendado por la maestra Consuelo de primer grado, pues conocía a su abuela Juana Pérez Ramírez. Ésta educó a Nachito y a su hermana Laura. Siete años después, la directora acusó a Nachito de robo y él se retiró de la escuela, porque se sentía muy incómodo. Lo suplió la señora Maura, misma que vivía con su familia, abajo de las escaleras, a un lado de la tiendita escolar. Con el paso de los años, Nachito y yo, nos volvimos a encontrar. Le ofrecí trabajar conmigo, aceptando con gusto. Al jubilarse, le ofrecí para vivir, un espacio en el estacionamiento Lázaro Cárdenas. Había perdido la visión de un ojo y tenía dos hernias. Lo convencimos para que lo intervinieran quirúrgicamente. En la mesa de operaciones el cirujano descubrió que no era una sino dos hernias. Se le intervino de una hernia porque no estaba preparado para las dos. Se le colocó una red en los intestinos. Con el tiempo la red se le pegó en la piel y ésta se le abrió, por ahí se le fue yendo, poco a poco, la vida. Más de un año duró en cama, agravado por la mala circulación de la sangre. El Club de Leones Centro se hizo cargo de Nachito, hasta su muerte: Alimentos, cuidados de enfermería, medicamentos, y dos operaciones, una en el Centro Urológico Siglo XXI de Irapuato haciendo realidad nuestra misión: “servir a los más necesitados

Alberto Cortez, cantautor argentino, acompañó mi juventud con sus poemas hechos canciones. Viene a mi memoria la melodía que le da título a esta colaboración: Cuando un amigo se va. Cuando un amigo se va / Queda un espacio vacío / Que no lo pude llenar / La llegada de otro amigo. Es el caso de Ignacio Negrete Pérez, conocido como Nachito, nacido en Irapuato el 19 de diciembre de 1940, murió el 14 de diciembre de 2019. Nos conocimos de niños en la década de los cincuenta; nuestras familias vivían en la calle Vallarta, en la zona centro de la ciudad. El calendario escolar abarcaba de febrero a noviembre y el horario de clases era discontinuo, de 9 a 12 y de 15 a 17 horas, por lo tanto, salíamos a jugar a la calle de las 18 en adelante, a las canicas, al trompo, al yoyo, al avión, a las cebollitas, hasta que escuchábamos la voz de mamá, recordándonos que era hora de regresar a casa a merendar y a dormir. Crecimos y Nachito cambió de domicilio, dejándonos de ver. Años después, nos encontramos en la Escuela Normal Primaria. Él era intendente y yo alumno. Nachito había ingresado a trabajar en lugar de una persona muy querida, todos le decíamos con afecto: Pedrito, mismo que duró mucho tiempo laborando en la Escuela Normal. Nachito entró recomendado por la maestra Consuelo de primer grado, pues conocía a su abuela Juana Pérez Ramírez. Ésta educó a Nachito y a su hermana Laura. Siete años después, la directora acusó a Nachito de robo y él se retiró de la escuela, porque se sentía muy incómodo. Lo suplió la señora Maura, misma que vivía con su familia, abajo de las escaleras, a un lado de la tiendita escolar. Con el paso de los años, Nachito y yo, nos volvimos a encontrar. Le ofrecí trabajar conmigo, aceptando con gusto. Al jubilarse, le ofrecí para vivir, un espacio en el estacionamiento Lázaro Cárdenas. Había perdido la visión de un ojo y tenía dos hernias. Lo convencimos para que lo intervinieran quirúrgicamente. En la mesa de operaciones el cirujano descubrió que no era una sino dos hernias. Se le intervino de una hernia porque no estaba preparado para las dos. Se le colocó una red en los intestinos. Con el tiempo la red se le pegó en la piel y ésta se le abrió, por ahí se le fue yendo, poco a poco, la vida. Más de un año duró en cama, agravado por la mala circulación de la sangre. El Club de Leones Centro se hizo cargo de Nachito, hasta su muerte: Alimentos, cuidados de enfermería, medicamentos, y dos operaciones, una en el Centro Urológico Siglo XXI de Irapuato haciendo realidad nuestra misión: “servir a los más necesitados