/ sábado 29 de mayo de 2021

Del salvador de México al falso mesías: ¿dónde estará el verdadero peligro para la democracia?

Llegamos a la recta final de unas elecciones intermedias, que no sé si en verdad sean las mayores y más importantes, lo que sí es seguro es que son las más cacareadas en la historia reciente de México. ¿Quién se preocupaba antes con tanto fervor por la composición del Senado y la Cámara de Diputados? Ni siquiera en los tiempos de Fox, que bien supo desperdiciar su cheque en blanco, había tanto pendiente sobre qué bancada predominaría. No es para menos, Morena ha sabido demostrar muy bien para qué sirven las mayorías, y a pesar de sus exabruptos ha buscado hacerlas valer para realizar cambios que rompen las alegres alianzas de empresas y gobiernos en los anteriores sexenios.

Por tanto, no sorprende tanta crispación, tanto encono por parte de quienes se han beneficiado durante décadas del statu quo, de lo que algunos analistas han llamado la economía de cuates. Cuando uno observa la cantidad de impuestos que se han recabado en los últimos años y en cuánto podría aumentar la recaudación del SAT a cuenta de créditos fiscales atrasados y condonaciones sospechosas que eran el pan de cada día en sexenios anteriores, entiende perfectamente el por qué de sus invectivas. Y a la vez lamenta, que lejos de recibir una respuesta cabal y sesuda se atizan a diario desde unas mañaneras, excesivas, muchas veces improvisadas y sumamente desgastantes donde el presidente López Obrador tropieza, aunque siga invicto a la hora de definir la agenda de temas a tratar en el panorama noticioso.

Los comprendo pero no los justifico; a ninguno de los dos bandos. Por un lado el poder económico haciendo uso de sus lacayos para mantener sus privilegios, por el otro un presidente elegido de manera legítima que pareciera rehusarse a gobernar para todos los mexicanos sin distingo de lo que traigan en sus carteras.

La propaganda política de las últimas semanas, fabricada con tan pocos contenidos ideológicos como controles éticos y estéticos, ha vertido sobre nosotros una avalancha de spots muchas veces mentirosos y cargados de odio. A la publicidad se suma el alineamiento igualmente poderoso y a veces descarado de grandes medios de comunicación que hablan del peligro a la democracia, como si México antes de López Obrador hubiera sido Escandinavia, y en estos momentos estuviéramos a un centímetro de convertirnos en Venezuela. Como si la democracia o la libertad de expresión no hubiera estado en peligro cuando Felipe Calderón sacó del aire a Gutiérrez Vivó, o Peña Nieto estuvo a punto de hacerlo con Carmen Aristegui, ante la impasible mirada del gremio periodístico y los grandes medios nacionales. ¿Dónde está la autocrítica?

Esa pérdida de una arcadia republicana donde existían poderes independientes, fiscalías funcionales y un electorado culto e informado parece verla también The Economist, publicación muy seria y consultada por buena parte de los analistas del capital. Tras su espectacular portada de esta semana, que nos remite al opuesto de la famosa Saving Mexico de Peña Nieto al inicio de su sexenio, la revista no ahorra epítetos en su artículo interior. Desde un inicio, compara al presidente de México con personajes impresentables de derecha como Viktor Orban, Narendra Modi y Jair Bolsonaro. El editorial se detiene quizás para matizar, pero vuelve lanza en ristre sobre las pifias o desaciertos, para tachar su discurso de populista, y para augurar un desastre de proporciones épicas, cuando poco aclara el contexto económico mexicano.

Lo más preocupante es que al finalizar el artículo pide al gobierno de Biden no “cerrar los ojos respecto al sigiloso autoritarismo de su patio trasero”. Así nos ve The Economist, y así nos ven por lo general los tecnócratas del neoliberalismo, como el backyard de mano de obra y materias primas baratas. Y así le pide The Economist al principal patrocinador de gobiernos autoritarios del mundo que nos vigile…

Ante la virulencia de los discursos y la asimetría con respecto a su penetración en las audiencias, es muy preocupante hacia dónde puede orillar este enfrentamiento entre “mesías tropicales” y “mafia del poder”, para usar sus términos. Me pregunto, si las cosas están tan mal en términos de manejo de la economía, ¿por qué la tasa de cambio del peso mexicano no lo refleja? ¿Por qué si todo andaba tan bien en el sexenio anterior tuvimos una devaluación acumulada del 50% con Enrique Peña Nieto? ¿Cómo es que tras las oscilaciones vividas tras la pandemia ese mismo peso se ha revalorizado un 2%? ¿Qué eso no lo debería medir también The Economist?


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com




Llegamos a la recta final de unas elecciones intermedias, que no sé si en verdad sean las mayores y más importantes, lo que sí es seguro es que son las más cacareadas en la historia reciente de México. ¿Quién se preocupaba antes con tanto fervor por la composición del Senado y la Cámara de Diputados? Ni siquiera en los tiempos de Fox, que bien supo desperdiciar su cheque en blanco, había tanto pendiente sobre qué bancada predominaría. No es para menos, Morena ha sabido demostrar muy bien para qué sirven las mayorías, y a pesar de sus exabruptos ha buscado hacerlas valer para realizar cambios que rompen las alegres alianzas de empresas y gobiernos en los anteriores sexenios.

Por tanto, no sorprende tanta crispación, tanto encono por parte de quienes se han beneficiado durante décadas del statu quo, de lo que algunos analistas han llamado la economía de cuates. Cuando uno observa la cantidad de impuestos que se han recabado en los últimos años y en cuánto podría aumentar la recaudación del SAT a cuenta de créditos fiscales atrasados y condonaciones sospechosas que eran el pan de cada día en sexenios anteriores, entiende perfectamente el por qué de sus invectivas. Y a la vez lamenta, que lejos de recibir una respuesta cabal y sesuda se atizan a diario desde unas mañaneras, excesivas, muchas veces improvisadas y sumamente desgastantes donde el presidente López Obrador tropieza, aunque siga invicto a la hora de definir la agenda de temas a tratar en el panorama noticioso.

Los comprendo pero no los justifico; a ninguno de los dos bandos. Por un lado el poder económico haciendo uso de sus lacayos para mantener sus privilegios, por el otro un presidente elegido de manera legítima que pareciera rehusarse a gobernar para todos los mexicanos sin distingo de lo que traigan en sus carteras.

La propaganda política de las últimas semanas, fabricada con tan pocos contenidos ideológicos como controles éticos y estéticos, ha vertido sobre nosotros una avalancha de spots muchas veces mentirosos y cargados de odio. A la publicidad se suma el alineamiento igualmente poderoso y a veces descarado de grandes medios de comunicación que hablan del peligro a la democracia, como si México antes de López Obrador hubiera sido Escandinavia, y en estos momentos estuviéramos a un centímetro de convertirnos en Venezuela. Como si la democracia o la libertad de expresión no hubiera estado en peligro cuando Felipe Calderón sacó del aire a Gutiérrez Vivó, o Peña Nieto estuvo a punto de hacerlo con Carmen Aristegui, ante la impasible mirada del gremio periodístico y los grandes medios nacionales. ¿Dónde está la autocrítica?

Esa pérdida de una arcadia republicana donde existían poderes independientes, fiscalías funcionales y un electorado culto e informado parece verla también The Economist, publicación muy seria y consultada por buena parte de los analistas del capital. Tras su espectacular portada de esta semana, que nos remite al opuesto de la famosa Saving Mexico de Peña Nieto al inicio de su sexenio, la revista no ahorra epítetos en su artículo interior. Desde un inicio, compara al presidente de México con personajes impresentables de derecha como Viktor Orban, Narendra Modi y Jair Bolsonaro. El editorial se detiene quizás para matizar, pero vuelve lanza en ristre sobre las pifias o desaciertos, para tachar su discurso de populista, y para augurar un desastre de proporciones épicas, cuando poco aclara el contexto económico mexicano.

Lo más preocupante es que al finalizar el artículo pide al gobierno de Biden no “cerrar los ojos respecto al sigiloso autoritarismo de su patio trasero”. Así nos ve The Economist, y así nos ven por lo general los tecnócratas del neoliberalismo, como el backyard de mano de obra y materias primas baratas. Y así le pide The Economist al principal patrocinador de gobiernos autoritarios del mundo que nos vigile…

Ante la virulencia de los discursos y la asimetría con respecto a su penetración en las audiencias, es muy preocupante hacia dónde puede orillar este enfrentamiento entre “mesías tropicales” y “mafia del poder”, para usar sus términos. Me pregunto, si las cosas están tan mal en términos de manejo de la economía, ¿por qué la tasa de cambio del peso mexicano no lo refleja? ¿Por qué si todo andaba tan bien en el sexenio anterior tuvimos una devaluación acumulada del 50% con Enrique Peña Nieto? ¿Cómo es que tras las oscilaciones vividas tras la pandemia ese mismo peso se ha revalorizado un 2%? ¿Qué eso no lo debería medir también The Economist?


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