/ sábado 21 de mayo de 2022

Del virtuosismo  y la emoción

En sus orígenes, el virtuosismo nació ligado a la virtud celestial inspirada en los tronos angélicos, tal y como lo destacó Dante Alighieri al asociarla con su amada Beatrice. Siglos después, la palabra “virtuoso” comenzará a ser asociada al arte musical para identificar a la persona dotada de una capacidad musical extraordinaria, según lo asentaba ya en 1703 el “Dictionaire de Musique” de Sebastien de Brossard, Gran Capellán y Maestro de Música de la Catedral de Meaux, al destacar que el adjetivo “virtuoso”, “virtuosa” y “virtudioso” era empleado por los italianos para alabar a los que “la providencia había concedido bondadosamente esta excelencia o superioridad”, ya fueran pintores, arquitectos o principalmente músicos dedicados a la teoría y la composición, en tanto que en Francia la palabra que se utilizaba como su equivalente era la de “illustre”.

La Escuela Violinística Italiana del Setecientos, a través de sus principales exponentes como Arcangelo Corelli, Francesco Geminiani, Antonio Veracini, Pietro A. Locatelli y Giacomo Facco, coadyuvará a la consolidación de los “virtuosi”, al tiempo que surgirán evirados de voz excepcional como el notable Carlo Maria Broschi, Farinelli. El virtuoso a partir de ahora es una especie de “héroe” frente a la formación orquestal y se distinguirá de quien simplemente es un “dilettante”, lo que coadyuvará a limitar el ejercicio profesional del arte a los expertos. Proceso que influyó, de modo determinante, en el establecimiento y desarrollo de los conservatorios como escuelas musicales profesionales en las que se formarían los futuros intérpretes vocales y de los distintos instrumentos musicales cuya común aspiración era llegar a ser virtuosos.


A principios del siglo XIX, la Escuela del “Bel Canto” con Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti y Gioacchino Rossini hace suyo al virtuosismo y gracias al nacimiento y revolución técnica que implicó el nuevo “pianoforte”, comenzarán a nacer sus primeros virtuosos, dotados de una técnica avanzada y de un pleno dominio de su arte. Artistas a los que dedicarán sus obras autores germanos como Herz y Thalberg, pero que al priorizar estos el lucimiento del intérprete, poco a poco fueron cayendo en la trivialidad, lo que les valió ser acremente cuestionados por la crítica de su tiempo. Sería necesario que apareciera en el escenario Muzio Clementi para que, junto con su influencia y la de Kramer, Kalkbrenner y Moscheles, se gestara un virtuosismo más académico y formal, cuyo sello habría de marcar la obra de los primeros compositores románticos como Felix Mendelssohn, Franz Schubert y Robert Schumann y, poco más tarde, la de los principales exponentes del virtuosismo pianístico de este periodo, comprendidos ellos como solistas en primer lugar: Fréderic Chopin y Franz Liszt.


Sin embargo, en todo este proceso, el primer intérprete en quien el concepto de “virtuoso” se encarnó durante el Romanticismo, fue Niccolò Paganini, el violinista cuyo arte lo hizo cautivar por igual al público y a los mismos músicos que le acompañaban. No era sólo su facilidad técnica: según las crónicas de la época fue principalmente su inigualable expresividad la que impactó, lo que detonó que no sólo los violinistas, sino operistas y pianistas se abocaran a adaptar su técnica virtuosística a sus respectivos artes. De esta forma, empezaron a ser compuestas diversas obras inspiradas en las de Paganini como en el caso de los “Estudios sobre los Caprichos de Paganini” (1832) y los “Seis Estudios de Concierto sobre Caprichos de Paganini” (1838) de Schumann; los “Estudios de Ejecución Trascendental sobre Paganini” (1838) que realizó Liszt sobre sus 24 Caprichos del opus 1 y el Concierto para Violín número 2 (del que tomaría el tema de “La Campanella”), así como los “Estudios para piano: Variaciones sobre un tema de Paganini” (1863) de Johannes Brahms.


Sí, en el ámbito pianístico era evidente ya la radical transformación del tratamiento que le dieron los autores del siglo XIX, desde el momento en que hicieron del virtuosismo un elemento toral del que no podrían prescindir en lo sucesivo. Sin embargo, junto al despliegue de las dificultades técnicas (filigranas, velocidad, exactitud, entre otras), habían aprendido que el virtuosismo sin expresividad y lirismo, era como una máquina perfecta pero sin alma. Las obras que realizaran en lo sucesivo deberían ser puertas para transmitir en todo momento su emotividad sin que ésta quedara supeditada a la técnica. Esto lo supo el gran compositor e inconmensurable virtuoso del piano Serguei Rajmáninof, cuya “Rapsodia sobre un Tema de Paganini” (1934) para piano y orquesta, igualmente inspirada en el legendario violinista itálico de quien toma el tema de su Capricho 24 para realizar 24 variaciones sobre él, es ejemplo señero de esta sublimación virtuosística y confirmación no sólo de que la vida era demasiado corta para “pasarla vagando por los estériles Saharas de la basura musical”: la música era hermana de la poesía al brotar del corazón y a él dirigirse, porque la música es amor.

bettyzanolligmail.com

@BettyZanolli


En sus orígenes, el virtuosismo nació ligado a la virtud celestial inspirada en los tronos angélicos, tal y como lo destacó Dante Alighieri al asociarla con su amada Beatrice. Siglos después, la palabra “virtuoso” comenzará a ser asociada al arte musical para identificar a la persona dotada de una capacidad musical extraordinaria, según lo asentaba ya en 1703 el “Dictionaire de Musique” de Sebastien de Brossard, Gran Capellán y Maestro de Música de la Catedral de Meaux, al destacar que el adjetivo “virtuoso”, “virtuosa” y “virtudioso” era empleado por los italianos para alabar a los que “la providencia había concedido bondadosamente esta excelencia o superioridad”, ya fueran pintores, arquitectos o principalmente músicos dedicados a la teoría y la composición, en tanto que en Francia la palabra que se utilizaba como su equivalente era la de “illustre”.

La Escuela Violinística Italiana del Setecientos, a través de sus principales exponentes como Arcangelo Corelli, Francesco Geminiani, Antonio Veracini, Pietro A. Locatelli y Giacomo Facco, coadyuvará a la consolidación de los “virtuosi”, al tiempo que surgirán evirados de voz excepcional como el notable Carlo Maria Broschi, Farinelli. El virtuoso a partir de ahora es una especie de “héroe” frente a la formación orquestal y se distinguirá de quien simplemente es un “dilettante”, lo que coadyuvará a limitar el ejercicio profesional del arte a los expertos. Proceso que influyó, de modo determinante, en el establecimiento y desarrollo de los conservatorios como escuelas musicales profesionales en las que se formarían los futuros intérpretes vocales y de los distintos instrumentos musicales cuya común aspiración era llegar a ser virtuosos.


A principios del siglo XIX, la Escuela del “Bel Canto” con Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti y Gioacchino Rossini hace suyo al virtuosismo y gracias al nacimiento y revolución técnica que implicó el nuevo “pianoforte”, comenzarán a nacer sus primeros virtuosos, dotados de una técnica avanzada y de un pleno dominio de su arte. Artistas a los que dedicarán sus obras autores germanos como Herz y Thalberg, pero que al priorizar estos el lucimiento del intérprete, poco a poco fueron cayendo en la trivialidad, lo que les valió ser acremente cuestionados por la crítica de su tiempo. Sería necesario que apareciera en el escenario Muzio Clementi para que, junto con su influencia y la de Kramer, Kalkbrenner y Moscheles, se gestara un virtuosismo más académico y formal, cuyo sello habría de marcar la obra de los primeros compositores románticos como Felix Mendelssohn, Franz Schubert y Robert Schumann y, poco más tarde, la de los principales exponentes del virtuosismo pianístico de este periodo, comprendidos ellos como solistas en primer lugar: Fréderic Chopin y Franz Liszt.


Sin embargo, en todo este proceso, el primer intérprete en quien el concepto de “virtuoso” se encarnó durante el Romanticismo, fue Niccolò Paganini, el violinista cuyo arte lo hizo cautivar por igual al público y a los mismos músicos que le acompañaban. No era sólo su facilidad técnica: según las crónicas de la época fue principalmente su inigualable expresividad la que impactó, lo que detonó que no sólo los violinistas, sino operistas y pianistas se abocaran a adaptar su técnica virtuosística a sus respectivos artes. De esta forma, empezaron a ser compuestas diversas obras inspiradas en las de Paganini como en el caso de los “Estudios sobre los Caprichos de Paganini” (1832) y los “Seis Estudios de Concierto sobre Caprichos de Paganini” (1838) de Schumann; los “Estudios de Ejecución Trascendental sobre Paganini” (1838) que realizó Liszt sobre sus 24 Caprichos del opus 1 y el Concierto para Violín número 2 (del que tomaría el tema de “La Campanella”), así como los “Estudios para piano: Variaciones sobre un tema de Paganini” (1863) de Johannes Brahms.


Sí, en el ámbito pianístico era evidente ya la radical transformación del tratamiento que le dieron los autores del siglo XIX, desde el momento en que hicieron del virtuosismo un elemento toral del que no podrían prescindir en lo sucesivo. Sin embargo, junto al despliegue de las dificultades técnicas (filigranas, velocidad, exactitud, entre otras), habían aprendido que el virtuosismo sin expresividad y lirismo, era como una máquina perfecta pero sin alma. Las obras que realizaran en lo sucesivo deberían ser puertas para transmitir en todo momento su emotividad sin que ésta quedara supeditada a la técnica. Esto lo supo el gran compositor e inconmensurable virtuoso del piano Serguei Rajmáninof, cuya “Rapsodia sobre un Tema de Paganini” (1934) para piano y orquesta, igualmente inspirada en el legendario violinista itálico de quien toma el tema de su Capricho 24 para realizar 24 variaciones sobre él, es ejemplo señero de esta sublimación virtuosística y confirmación no sólo de que la vida era demasiado corta para “pasarla vagando por los estériles Saharas de la basura musical”: la música era hermana de la poesía al brotar del corazón y a él dirigirse, porque la música es amor.

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