/ miércoles 24 de marzo de 2021

Desobediencia ciudadana, el ideal y la cruda realidad


Por: Luis Enrique Arnold Tafoya


Cuando hablamos de democracia, vinculamos al ciudadano como la fuente ad hoc de la participación ¿en qué forma? En los procesos de elección para quienes toman las decisiones en base a la representación y en cómo toman esas decisiones con las reglas del juego democrático expresadas por el principio de las mayorías:voluntad general.

La participación del ciudadano, como cualquier régimen democrático está en constante transformación, es su condición natural, por lo tanto, es dinámica (no estática y siempre igual a sí misma como el despotismo) no conozco otra forma y no debería ser de otra.

Inevitablemente en México si queremos cambiar la situación democrática, se tiene que cambiar al ciudadano, es más una cuestión de cultura y de educación, aunque se exprese incorrectamente político, el discurso no detalla la salud de la democracia, pero tampoco da certeza de su defunción, pues al final todo es parte y eso es válido.

Aunque lo afirmo con cierto temor.La crítica al párrafo anterior, (además como una falsa promesa de la democracia) es el estancamiento de la educación de la ciudadanía, según la cual el ciudadano investido del poder de elegir a sus gobernantes habría seleccionado a los más sabios, honestos e ilustrados de entres sus iguales, se puede considerar como el efecto de una ilusión derivada de una concepción excesivamente optimista del hombre como animal político; el hombre persigue el propio interés lo mismo en el mercado económico que en el mercado político.

Pero hoy ninguno piensa confutar a la democracia, como se venía sosteniendo desde hace años, que el voto es una mercancía que se puede ofrecer al mejor postor. El ideal y la cruda realidad.Es evidente, que la situación del ciudadano presenta ciertas “transformaciones”, como así lo han demostrado pensadores de la talla de Gaetano Mosca, Stuart Mill, Saint-Simon, entre otros; por cierto, nada favorables sobre “la mejor forma de gobierno”, simplemente por tratarse de un gobierno de mayorías, donde la oclocracia podría presentarse como el antagónico por excelencia de la democracia.

Podríamos comenzar con,la referencia de Mill, situando a los ciudadanos en pasivos y activos, especificando que los gobiernos prefieren a los primeros porque es más fácil tener controlados a los súbditos dóciles e indiferentes, pero la democracia requiere indistintamente a los segundos ¿hasta qué punto?Veamos alrededor, no todas las democracias por más activos que sean sus ciudadanos o por más leyes que permitan a estos actuar en la vida pública, la hacen más democrática; pues sabemos que la exageración de un“ciudadano total” pone en riesgo la vida de una democracia, serían campos fértiles a las oligarquías,tecnocracias o tiranía de las mayorías (si es que es adecuado usar el término tiránico en tiempos modernos)o simplemente movilizaciones desde arriba.

A veces, la apatía o la desobediencia ciudadana es un síntoma de una democracia sana, de cierto modo, considerando a Sartori, la participación vale cuando es desde abajo, lo mismo en la opinión pública cuando es informada, pues sin eso, valdría menos democráticamente y no es lo que queremos. Pues apostarle a la democracia es más sencillo que augurar por el porvenir de la humanidad y allí no haría apuesta alguna ¿Cuánto vale un ciudadano que no conoce el porvenir de las libertades que disfruta? ¿Cuánto valen los que no participan en las elecciones, aún a sabiendas de que es una obligación constitucional (por lo menos en México)? El valor democrático de una sociedad se suma o se resta con la obediencia o la desobediencia ciudadana, partiendo de los principios de una democracia, como lo puede ser una sociedad pluralista o un conjunto de organizaciones civiles (partidos políticos), la prominencia de los espacios públicos.

No por ello se debe condenar a una sociedad democrática, como Gasset con su teoría del niño malcriado,debemos entender que un sistema tan perfectible como lo es la democracia, sería un gobierno para los dioses,pero seguimos siendo hombres y el precio que se debe de pagar por el compromiso de pocos es frecuentemente la indiferencia de muchos.


Por: Luis Enrique Arnold Tafoya


Cuando hablamos de democracia, vinculamos al ciudadano como la fuente ad hoc de la participación ¿en qué forma? En los procesos de elección para quienes toman las decisiones en base a la representación y en cómo toman esas decisiones con las reglas del juego democrático expresadas por el principio de las mayorías:voluntad general.

La participación del ciudadano, como cualquier régimen democrático está en constante transformación, es su condición natural, por lo tanto, es dinámica (no estática y siempre igual a sí misma como el despotismo) no conozco otra forma y no debería ser de otra.

Inevitablemente en México si queremos cambiar la situación democrática, se tiene que cambiar al ciudadano, es más una cuestión de cultura y de educación, aunque se exprese incorrectamente político, el discurso no detalla la salud de la democracia, pero tampoco da certeza de su defunción, pues al final todo es parte y eso es válido.

Aunque lo afirmo con cierto temor.La crítica al párrafo anterior, (además como una falsa promesa de la democracia) es el estancamiento de la educación de la ciudadanía, según la cual el ciudadano investido del poder de elegir a sus gobernantes habría seleccionado a los más sabios, honestos e ilustrados de entres sus iguales, se puede considerar como el efecto de una ilusión derivada de una concepción excesivamente optimista del hombre como animal político; el hombre persigue el propio interés lo mismo en el mercado económico que en el mercado político.

Pero hoy ninguno piensa confutar a la democracia, como se venía sosteniendo desde hace años, que el voto es una mercancía que se puede ofrecer al mejor postor. El ideal y la cruda realidad.Es evidente, que la situación del ciudadano presenta ciertas “transformaciones”, como así lo han demostrado pensadores de la talla de Gaetano Mosca, Stuart Mill, Saint-Simon, entre otros; por cierto, nada favorables sobre “la mejor forma de gobierno”, simplemente por tratarse de un gobierno de mayorías, donde la oclocracia podría presentarse como el antagónico por excelencia de la democracia.

Podríamos comenzar con,la referencia de Mill, situando a los ciudadanos en pasivos y activos, especificando que los gobiernos prefieren a los primeros porque es más fácil tener controlados a los súbditos dóciles e indiferentes, pero la democracia requiere indistintamente a los segundos ¿hasta qué punto?Veamos alrededor, no todas las democracias por más activos que sean sus ciudadanos o por más leyes que permitan a estos actuar en la vida pública, la hacen más democrática; pues sabemos que la exageración de un“ciudadano total” pone en riesgo la vida de una democracia, serían campos fértiles a las oligarquías,tecnocracias o tiranía de las mayorías (si es que es adecuado usar el término tiránico en tiempos modernos)o simplemente movilizaciones desde arriba.

A veces, la apatía o la desobediencia ciudadana es un síntoma de una democracia sana, de cierto modo, considerando a Sartori, la participación vale cuando es desde abajo, lo mismo en la opinión pública cuando es informada, pues sin eso, valdría menos democráticamente y no es lo que queremos. Pues apostarle a la democracia es más sencillo que augurar por el porvenir de la humanidad y allí no haría apuesta alguna ¿Cuánto vale un ciudadano que no conoce el porvenir de las libertades que disfruta? ¿Cuánto valen los que no participan en las elecciones, aún a sabiendas de que es una obligación constitucional (por lo menos en México)? El valor democrático de una sociedad se suma o se resta con la obediencia o la desobediencia ciudadana, partiendo de los principios de una democracia, como lo puede ser una sociedad pluralista o un conjunto de organizaciones civiles (partidos políticos), la prominencia de los espacios públicos.

No por ello se debe condenar a una sociedad democrática, como Gasset con su teoría del niño malcriado,debemos entender que un sistema tan perfectible como lo es la democracia, sería un gobierno para los dioses,pero seguimos siendo hombres y el precio que se debe de pagar por el compromiso de pocos es frecuentemente la indiferencia de muchos.

ÚLTIMASCOLUMNAS
miércoles 24 de marzo de 2021

Desobediencia ciudadana, el ideal y la cruda realidad

elsoldeirapuato Administrator

sábado 27 de febrero de 2021

Elecciones 2021 en Irapuato

elsoldeirapuato Administrator

sábado 20 de febrero de 2021

Historia de Irapuato III

elsoldeirapuato Administrator

sábado 13 de febrero de 2021

Historia de Irapuato II

elsoldeirapuato Administrator

sábado 06 de febrero de 2021

Historia de Irapuato I

elsoldeirapuato Administrator