/ domingo 19 de junio de 2022

DÍA DEL PADRE, EL TUYO Y EL MÍO

En la ardua misión de ser padre, de lograr tanto hijo como sea posible y solo tanto padre como sea necesario, hay infinidad de métodos y resultados. Las combinaciones de firmeza, ternura, paciencia, humildad, entrega, sacrificio, carácter o disciplina, son ilimitadas y únicas. Conocer bien a un hijo, y lograr éste se conozca, es reto inicial de ambos.

Así, todo padre ha de descubrir, y hacer que cada hijo se descubra, como lo que es y tiene, un ser diferente, empezando entre sus hermanos, en constitución física, temperamento, capacidades intelectuales y volitivas, sociabilidad o sexualidad. Reconocer y aceptar sus fortalezas y debilidades.

De la mano dar sus primeros pasos, para luego ir soltando, y dejar aprendan a caminar y levantarse por sí solos, y maduren, y se basten por sí mismo lo más posible. Y que reconozcan que interdependerán con otros toda la vida, para bien o para mal. Nos toca inducir que cada quien construya sus proyectos de vida personal en el orden del ser, del saber y del tener, sobre sus reales capacidades, sin engañarse, formando su carácter (confluencia de cuerpo y espíritu), persiguiendo sus metas y sueños, es parte de este reto. Y aprender a ser felices al saber a dónde y con quién van, por la satisfacción de los deberes cumplidos en cada faceta de su vida, al actualizar sus potencialidades.

Mi padre fue el menor de ocho hermanos, la mayoría de los cuales (tres hermanas incluidas) nunca dejaron el nido paterno. El sí tuvo que dejarlo, primero, temporalmente, al ser a los 11 años mensajero de cristeros en Irapuato, cuando su hermano mayor, el tío Chón fue encarcelado por defender sus creencias religiosas y a su iglesia.

Sus padres, mis abuelos paternos, temerosos, lo escondieron unos meses con párroco familiar en León. Con 13 años ingresó al seminario de León, donde maduró otros 9 años. Al reconocer que su vocación no era el sacerdocio se regresó a casa paterna; y se incorporó a empresa eléctrica norteamericana, luego nacionalizada, la CFE, donde forjó más su independencia y se jubiló.

Incorporado en la vida civil, ingresó a la Acción Católica de la Juventud Mexicana, la ACJM, formadora de “obreros de la instauración del orden social cristiano”, entendido como un orden político plural en un México faccioso y antirreligioso. Desembocó en el PAN en 1960 donde confirmó que si al pueblo no se le convence a actuar por el camino del esfuerzo, escogerá el camino fácil.

Participó activamente en el mundo sindical electricista, donde fue secretario de la sección sindical de Tendencia Democrática, del Sindicato de Electricistas; se fueron a huelga, arriesgó su jubilación en CFE.

Desde 1972 dirigió a Acción Nacional en Irapuato, al que mantuvo con el apoyo de unos pocos ciudadanos. Fue primer candidato a alcalde del PAN, en 1979, luego candidato a diputado federal por el distrito con cabecera en Dolores Hidalgo. De 1985 a 1888 fue diputado local. Se retiró no sin dolerse de lo que percibió como traición de algunos de los relevos en los cargos públicos, al no priorizar el bien público sobre los intereses personales.

En la tradición intergeneracional tuvimos la visión de que el proyecto de vida, el camino a la felicidad, el de realización personal, tiene aduanas y metas perceptibles: conocerte, actualizar tus capacidades de realización, esto es, tu vocación, tu destino; seguir tu naturaleza humana, orientado por tus deberes personales y sociales.

Hoy mis hijas, más que mi hijo, temen, con sus coetáneos, que este mundo sea inhabitable para el 2050, y están adoptando visiones y decisiones radicales consecuentes para evitarlo, como hacerse veganas o pensar tener hijos. Reclaman a mi generación la desatención a señales del cambio climático, las primeras de las cuales aparecieron a finales de los años 50s, entre otras, y tienen parte de razón.

Les replico que en mi generación tuvimos nuestros propios retos, incluyendo la democratización del país, en los que participé. Este Día del Padre preguntémonos por lo hecho cada uno para heredar ciudadanos al mundo que asuman sus deberes de cuidarlo: es por nuestros hijos y por los hijos de nuestros hijos.

En la ardua misión de ser padre, de lograr tanto hijo como sea posible y solo tanto padre como sea necesario, hay infinidad de métodos y resultados. Las combinaciones de firmeza, ternura, paciencia, humildad, entrega, sacrificio, carácter o disciplina, son ilimitadas y únicas. Conocer bien a un hijo, y lograr éste se conozca, es reto inicial de ambos.

Así, todo padre ha de descubrir, y hacer que cada hijo se descubra, como lo que es y tiene, un ser diferente, empezando entre sus hermanos, en constitución física, temperamento, capacidades intelectuales y volitivas, sociabilidad o sexualidad. Reconocer y aceptar sus fortalezas y debilidades.

De la mano dar sus primeros pasos, para luego ir soltando, y dejar aprendan a caminar y levantarse por sí solos, y maduren, y se basten por sí mismo lo más posible. Y que reconozcan que interdependerán con otros toda la vida, para bien o para mal. Nos toca inducir que cada quien construya sus proyectos de vida personal en el orden del ser, del saber y del tener, sobre sus reales capacidades, sin engañarse, formando su carácter (confluencia de cuerpo y espíritu), persiguiendo sus metas y sueños, es parte de este reto. Y aprender a ser felices al saber a dónde y con quién van, por la satisfacción de los deberes cumplidos en cada faceta de su vida, al actualizar sus potencialidades.

Mi padre fue el menor de ocho hermanos, la mayoría de los cuales (tres hermanas incluidas) nunca dejaron el nido paterno. El sí tuvo que dejarlo, primero, temporalmente, al ser a los 11 años mensajero de cristeros en Irapuato, cuando su hermano mayor, el tío Chón fue encarcelado por defender sus creencias religiosas y a su iglesia.

Sus padres, mis abuelos paternos, temerosos, lo escondieron unos meses con párroco familiar en León. Con 13 años ingresó al seminario de León, donde maduró otros 9 años. Al reconocer que su vocación no era el sacerdocio se regresó a casa paterna; y se incorporó a empresa eléctrica norteamericana, luego nacionalizada, la CFE, donde forjó más su independencia y se jubiló.

Incorporado en la vida civil, ingresó a la Acción Católica de la Juventud Mexicana, la ACJM, formadora de “obreros de la instauración del orden social cristiano”, entendido como un orden político plural en un México faccioso y antirreligioso. Desembocó en el PAN en 1960 donde confirmó que si al pueblo no se le convence a actuar por el camino del esfuerzo, escogerá el camino fácil.

Participó activamente en el mundo sindical electricista, donde fue secretario de la sección sindical de Tendencia Democrática, del Sindicato de Electricistas; se fueron a huelga, arriesgó su jubilación en CFE.

Desde 1972 dirigió a Acción Nacional en Irapuato, al que mantuvo con el apoyo de unos pocos ciudadanos. Fue primer candidato a alcalde del PAN, en 1979, luego candidato a diputado federal por el distrito con cabecera en Dolores Hidalgo. De 1985 a 1888 fue diputado local. Se retiró no sin dolerse de lo que percibió como traición de algunos de los relevos en los cargos públicos, al no priorizar el bien público sobre los intereses personales.

En la tradición intergeneracional tuvimos la visión de que el proyecto de vida, el camino a la felicidad, el de realización personal, tiene aduanas y metas perceptibles: conocerte, actualizar tus capacidades de realización, esto es, tu vocación, tu destino; seguir tu naturaleza humana, orientado por tus deberes personales y sociales.

Hoy mis hijas, más que mi hijo, temen, con sus coetáneos, que este mundo sea inhabitable para el 2050, y están adoptando visiones y decisiones radicales consecuentes para evitarlo, como hacerse veganas o pensar tener hijos. Reclaman a mi generación la desatención a señales del cambio climático, las primeras de las cuales aparecieron a finales de los años 50s, entre otras, y tienen parte de razón.

Les replico que en mi generación tuvimos nuestros propios retos, incluyendo la democratización del país, en los que participé. Este Día del Padre preguntémonos por lo hecho cada uno para heredar ciudadanos al mundo que asuman sus deberes de cuidarlo: es por nuestros hijos y por los hijos de nuestros hijos.