Con mucha precaución y sin escatimar medidas de higiene, regresan las funciones en vivo a los teatros y foros del estado. Este mes, por ejemplo, previendo aforos a una tercera parte de la capacidad y con elencos limitados en los foros a solistas y piano acompañante, el Teatro del Bicentenario presentó una serie de actividades para celebrar a cuatro grandes tenores del siglo XX, Enrico Caruso, Giuseppe di Stefano, Franco Corelli y Mario Lanza. Ya fuese en formato de conferencia, monólogo teatral o recital, la combinación augura una reactivación de las actividades con público que no deja de emocionar a quienes hemos vivido pandemia esta anhelando el regreso de la comunión con la música y los artistas en vivo. Más en particular quienes gustamos de escucharla sin amplificaciones ni trucos digitales. Quienes, aquí evoco a la directora de orquesta Alondra de la Parra, aquilatamos lo efímero de la presentación en vivo.
Además de la inteligencia para planear el regreso con este tipo de ciclos, debe aplaudirse también haber dado cabida a cantantes nacionales y de la región como Leonardo Sánchez, Alan Pingarrón o el celayense Luis Alberto Robert, quienes abrieron el ciclo el 12 de junio, acompañados por el pianista Andrés Sarre.
El pasado viernes, para conmemorar el primer centenario de la muerte del gran cantante Enrico Caruso, se presentó el tenor sinaloense José Manuel Chu para abordar parte del repertorio del gran ídolo de napolitano.
Chu, conocido en León por representaciones anteriores en Cavaleria Rusticana y Carmen, explotó con gran eficacia el programa, que incluía canciones napolitanas como Mattinata, Core ‘ngrato o Lolita, donde pudo desplegar su experiencia en la canción popular con su voz, potente y bien timbrada, entusiasmando a la audiencia que bien colmó esa tercera parte posible de las butacas.
Sobre la senda de Caruso, famoso no sólo por sus calidades vocales, sino también por su capacidad interpretativa y de conexión con el público, Chu brindó un formidable Vesti la giubba para cerrar la primera parte del recital. Además, hizo rodar lágrimas con el primer encore de la noche, Caruso, compuesta por Lucio Dalla en honor a los últimos días del tenor. La evocación de ese Caruso contemplando el mar desde su balcón en Sorrento caló en el ánimo del auditorio gracias al fraseo aterciopelado, cargado de nostalgia, que contrastaba con la energía del estribillo “ti voglio bene assai...”. Con el público rendido, el tenor brindó dos canciones emblemáticas con el acompañamiento del foro: O sole mio y Muñequita linda, una cálida combinación entre el sur italiano y el sentimiento romántico mexicano, que hizo a todos olvidarse de los torrenciales chubascos de esta temporada.
Capítulo aparte merece también la gran actuación del maestro Sergio Vázquez, pues además de la muy afortunada dupla con Chu, brilló con sus interpretaciones solistas: El bella figlia dell’amore del Rigoletto verdiano variado por Liszt para el piano, y Malagueña del cubano Ernesto Lecuona.
Tras el prolongadísimo ayuno de espectáculos en vivo, el segundo semestre de este año promete eventos que no sólo ayudarán a reactivar la economía, sino también a despantallizar a la región, donde aún hay muchos reluctantes a despegarse de sus móviles y aparatos LED. En el Bicentenario se habla de un recital futuro con el gran tenor del momento, Javier Camarena; del montaje y estreno con producción propia de Don Giovanni; y, para inicios del 2022, el estreno de Aída en coproducción con la ópera de San Diego. Todo esto, por supuesto, dependiente de los presupuestos y disposiciones sanitarias, para lo cual es indispensable recalcar que no sólo de mentefactura se vive en este valle: la cultura también puede salir de la sequía y reverdecer. Hay con qué.
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