/ domingo 13 de marzo de 2022

El sentido de la vida




Podrán arrebatarnos todo, menos la libertad

para decidir nuestro propio camino.

Víctor Frankl



¿Por qué una persona, sola, recluída en un campo de exterminio, puede sobrevivir a semejante infierno y encontrar las fuerzas para no desfallecer aún en los peores momentos y, en cambio, un pueblo que goza de libertad se permite ser arrastrado por el discurso de la inquina y hundirse en el fango de la maledicencia sin levantar el rostro para ver el futuro?

La respuesta nos la dio Víctor Frankl. Porque mientras en ese hombre existe un sentido de la vida y en él tiene su fortaleza y razón para seguir adelante, en el otro caso, es un pueblo que carece de dicho sentido y, en consecuencia, se encamina gozoso hacia su autodestrucción.

Y es que el ser humano puede enfrentarse y sobreponerse a las peores tragedias si mantiene su sentido vital, pues como dijo Nietzsche, quien tiene un “por qué” para vivir, “encontrará casi siempre el ‘cómo’” hacerlo, pero no cualquiera lo descubre. A Frankl, por ejemplo, le resonaba una frase de Dostoyevski: “sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”, y fue sólo al ver los tormentos y ejecuciones de sus compañeros de prisión, cuando entendió su significado: ellos habían sido dignos de su sufrimiento. La razón: los animaba su propia “libertad espiritual”. Libertad que nada ni nadie les había arrebatado, haciendo que su vida tuviera “sentido y propósito”. Sobrevivir era su meta y Frankl se preguntaba si tendría algún “sentido” todo ese sufrimiento y todas esas muertes, porque si no lo tuviera, menos lo tendría el sobrevivir.

Pronto descubrió así que en el modo en como un hombre logra afrontar su destino y sufrimiento, es como da a su vida un sentido más profundo, si conserva su valor, dignidad y generosidad. En cambio, si en la lucha se permite perder su dignidad, la batalla está perdida para él y terminará por él mismo reducido a la nada. La clave es la fortaleza íntima que el hombre sea capaz de defender y cultivar. Fortaleza que es su sostén moral y espíritual en los momentos de mayor tribulación. Uno de ellos: la incertidumbre de la existencia, pues si el hombre no puede visualizar el fin de su existencia, menos puede encontrar una finalidad para ella, y el hombre que ve transitar la vida sin un fin, se vuelve un ente orgánicamente viviente pero espiritualmente muerto.

¿Y qué ocurre cuando un hombre se permite “morir en vida”? De inmediato, en vez de ver al futuro, ve retrospectiva y obsesivamente hacia el pasado, ignorando que si bien es hijo de él, no es su esclavo, y en cambio es padre de su porvenir. Por ello, cuando un prisionero perdía la fe en su futuro, él mismo se condenaba, entraba en crisis y se dejaba morir. Sin duda, un mecanismo innato de evasión ante los horrores insorpotables de su presente, pero cuando alguien queda atrapado por el ayer y vive en el pasado, su vida termina por perder todo sentido. De tal suerte que sólo los que hicieron del horror un desafío, sobrevivieron y salieron fortalecidos, pero quienes optaron por evadirse, terminaron derrotados y vegetando. Si un hombre asume su responsabilidad ante otro que le espera o ante esa obra o proyecto sin concluir, tendrá una razón para seguir adelante y tolerará el sufrimiento, porque hay un sentido. De ahí lo esencial de que nuestra vida tenga un sentido, sobre todo si ella espera algo de nosotros.

Cuando lo apresaron, a Frankl le requisaron el manuscrito de su obra. Desde entonces tuvo un fin: luchar por sobrevivir para reponerla. Ese libro fue El hombre en busca de sentido. Un psicólogo en un campo de concentración, obra que sería el fundamento de la logoterapia: el camino de ayuda para que el paciente adquiera la voluntad para encontrar el logos, el propósito, el espíritu, el sentido de la vida. Logoterapia que a él mismo le condujo a encontrar el significado de su vida: ayudar a los demás a encontrar justamente el sentido de sus vidas.

Hoy que vivimos en un mundo cada vez más escindido, en el que la injusticia priva a pesar de toda la historia y saber acumulados y que además vemos cómo la guerra de nueva cuenta destruye ciudades, esteriliza los campos, mata las flores, devasta familias y extermina, impía, a la humanidad, como sucede en Ucrania, sin que la solidaridad ni la compasión del mundo puedan impedirlo porque hay muchos que todavía creen en la fuerza de la guerra y en la mal entendida política de no intervención entre países, el testimonio de un hombre como Frankl es inspirador y, sobre todo, aleccionador.

El hombre y el pueblo que se permiten sumir en el resentimiento y el odio acumulados terminan corrompidos, vacíos, frustrados y sin salvación. Un pueblo como Ucrania, gane o pierda frente a Rusia, es ya un pueblo que sobrevivirá victorioso, porque es un pueblo digno de su sufrimiento, que ha luchado por su futuro, impulsado y sostenido por su poderoso sentido de vida.

Cuánto por aprender de él y cuánto de Frankl, para quien “la salvación del hombre está en el amor y a través del amor”, porque de sus decisiones el hombre puede elevarse o volverse el ser más vil.



bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli





Podrán arrebatarnos todo, menos la libertad

para decidir nuestro propio camino.

Víctor Frankl



¿Por qué una persona, sola, recluída en un campo de exterminio, puede sobrevivir a semejante infierno y encontrar las fuerzas para no desfallecer aún en los peores momentos y, en cambio, un pueblo que goza de libertad se permite ser arrastrado por el discurso de la inquina y hundirse en el fango de la maledicencia sin levantar el rostro para ver el futuro?

La respuesta nos la dio Víctor Frankl. Porque mientras en ese hombre existe un sentido de la vida y en él tiene su fortaleza y razón para seguir adelante, en el otro caso, es un pueblo que carece de dicho sentido y, en consecuencia, se encamina gozoso hacia su autodestrucción.

Y es que el ser humano puede enfrentarse y sobreponerse a las peores tragedias si mantiene su sentido vital, pues como dijo Nietzsche, quien tiene un “por qué” para vivir, “encontrará casi siempre el ‘cómo’” hacerlo, pero no cualquiera lo descubre. A Frankl, por ejemplo, le resonaba una frase de Dostoyevski: “sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos”, y fue sólo al ver los tormentos y ejecuciones de sus compañeros de prisión, cuando entendió su significado: ellos habían sido dignos de su sufrimiento. La razón: los animaba su propia “libertad espiritual”. Libertad que nada ni nadie les había arrebatado, haciendo que su vida tuviera “sentido y propósito”. Sobrevivir era su meta y Frankl se preguntaba si tendría algún “sentido” todo ese sufrimiento y todas esas muertes, porque si no lo tuviera, menos lo tendría el sobrevivir.

Pronto descubrió así que en el modo en como un hombre logra afrontar su destino y sufrimiento, es como da a su vida un sentido más profundo, si conserva su valor, dignidad y generosidad. En cambio, si en la lucha se permite perder su dignidad, la batalla está perdida para él y terminará por él mismo reducido a la nada. La clave es la fortaleza íntima que el hombre sea capaz de defender y cultivar. Fortaleza que es su sostén moral y espíritual en los momentos de mayor tribulación. Uno de ellos: la incertidumbre de la existencia, pues si el hombre no puede visualizar el fin de su existencia, menos puede encontrar una finalidad para ella, y el hombre que ve transitar la vida sin un fin, se vuelve un ente orgánicamente viviente pero espiritualmente muerto.

¿Y qué ocurre cuando un hombre se permite “morir en vida”? De inmediato, en vez de ver al futuro, ve retrospectiva y obsesivamente hacia el pasado, ignorando que si bien es hijo de él, no es su esclavo, y en cambio es padre de su porvenir. Por ello, cuando un prisionero perdía la fe en su futuro, él mismo se condenaba, entraba en crisis y se dejaba morir. Sin duda, un mecanismo innato de evasión ante los horrores insorpotables de su presente, pero cuando alguien queda atrapado por el ayer y vive en el pasado, su vida termina por perder todo sentido. De tal suerte que sólo los que hicieron del horror un desafío, sobrevivieron y salieron fortalecidos, pero quienes optaron por evadirse, terminaron derrotados y vegetando. Si un hombre asume su responsabilidad ante otro que le espera o ante esa obra o proyecto sin concluir, tendrá una razón para seguir adelante y tolerará el sufrimiento, porque hay un sentido. De ahí lo esencial de que nuestra vida tenga un sentido, sobre todo si ella espera algo de nosotros.

Cuando lo apresaron, a Frankl le requisaron el manuscrito de su obra. Desde entonces tuvo un fin: luchar por sobrevivir para reponerla. Ese libro fue El hombre en busca de sentido. Un psicólogo en un campo de concentración, obra que sería el fundamento de la logoterapia: el camino de ayuda para que el paciente adquiera la voluntad para encontrar el logos, el propósito, el espíritu, el sentido de la vida. Logoterapia que a él mismo le condujo a encontrar el significado de su vida: ayudar a los demás a encontrar justamente el sentido de sus vidas.

Hoy que vivimos en un mundo cada vez más escindido, en el que la injusticia priva a pesar de toda la historia y saber acumulados y que además vemos cómo la guerra de nueva cuenta destruye ciudades, esteriliza los campos, mata las flores, devasta familias y extermina, impía, a la humanidad, como sucede en Ucrania, sin que la solidaridad ni la compasión del mundo puedan impedirlo porque hay muchos que todavía creen en la fuerza de la guerra y en la mal entendida política de no intervención entre países, el testimonio de un hombre como Frankl es inspirador y, sobre todo, aleccionador.

El hombre y el pueblo que se permiten sumir en el resentimiento y el odio acumulados terminan corrompidos, vacíos, frustrados y sin salvación. Un pueblo como Ucrania, gane o pierda frente a Rusia, es ya un pueblo que sobrevivirá victorioso, porque es un pueblo digno de su sufrimiento, que ha luchado por su futuro, impulsado y sostenido por su poderoso sentido de vida.

Cuánto por aprender de él y cuánto de Frankl, para quien “la salvación del hombre está en el amor y a través del amor”, porque de sus decisiones el hombre puede elevarse o volverse el ser más vil.



bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli