/ lunes 20 de diciembre de 2021

LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA (3)

Me habría gustado conocer en persona a María Ignacia Rodríguez de Velasco hija de los criollos: Antonio Rodríguez de Velasco y María Ignacia Osorio Barba y Bello Pereyra. Guillermo Prieto en su libro Memorias de mis Tiempos la apodó “la Venus mexicana” y don Artemio de Valle Arizpe la calificó como “una mujer extraordinaria por su buen parecer, su claro talento de fácil minerva, su gran riqueza y, además, su esplendoroso lujo” y Alejandro Humboldt dijo que era “la mujer más bella que jamás haya visto”.

Durante muchos años, por una extraña razón, no se dieron a conocer actividades ni datos de la Güera Rodríguez, pero de la mitad del siglo pasado hasta ahora las cosas han cambiado. En 1955 tuvo una obra de teatro; en 1977 una película dirigida por Felipe Cazals; en 1982 una ópera; en 1990 una historieta; en 2005 una novela y en 2011 se encuentra en el Museo de la Mujer en CDMX.

Lamentablemente no se han encontrado documentos que revelen sus sentimientos o su manera de pensar. Sin embargo, sí hay datos que podemos confirmar: Se casó tres veces -en aquellos tiempos- la primera a los quince años y la tercera en 1825 con un señor 12 años menor que ella.

Su primer marido fue el capitán José Jerónimo Villamil, quien la acusó de adulterio con tres curas, entre ellos su compadre José Mariano Beristáin. Se dice que fue una esposa sufrida y maltratada. En 1805 nació su última hija.

Enviudó a los 27 años, quedándose con 5 hijos. Entre 1810 y 1816 murieron dos de sus hijas. Tuvo 17 nietos. Al final de su vida es posible que la güera haya quedado inválida: su certificado de defunción, fechado el 1 de noviembre de 1850, la califica de “paralítica”.

Fue sepultada en el templo de San Francisco de México, en la misma calle donde pasó la mayor parte de sus 71 años. Sobrevivió a sus padres, sus dos hermanas, dos maridos y cinco de sus 7 hijos. Para terminar esta entrega copio a don Artemio de Valle Arizpe: “…Iturbide mandó desviar la columna del Ejército Trigarante con el galante fin de que doña María Ignacia Rodríguez de Velasco presenciara el desfile y lo viese a él muy arrogante al frente de sus tropas…

Don Agustín, con voz magnífica de mando, se desprendió del sombrero una de las simbólicas plumas tricolores que en él llevaba ondeando, y con uno de sus ayudantes de campo la envió muy galán a la donairosa y traviesa dama, quien la tomó con delicada finura entre el índice y el pulgar, como si fuese cosa quebradiza, de suma fragilidad, y con magnífico descaro se la pasó por el rostro varias veces, lenta y suavemente, acariciándoselo con voluptuosa deliberación”.

Me habría gustado conocer en persona a María Ignacia Rodríguez de Velasco, pero… qué bueno que no fue así, porque entonces no podría haberle dedicado hoy, esta columna. Que se siga investigando la vida de la Güera Rodríguez a fin de colocarla en el lugar que le corresponda en la Historia de México.

ezequielsotomar@outlook.com

Me habría gustado conocer en persona a María Ignacia Rodríguez de Velasco hija de los criollos: Antonio Rodríguez de Velasco y María Ignacia Osorio Barba y Bello Pereyra. Guillermo Prieto en su libro Memorias de mis Tiempos la apodó “la Venus mexicana” y don Artemio de Valle Arizpe la calificó como “una mujer extraordinaria por su buen parecer, su claro talento de fácil minerva, su gran riqueza y, además, su esplendoroso lujo” y Alejandro Humboldt dijo que era “la mujer más bella que jamás haya visto”.

Durante muchos años, por una extraña razón, no se dieron a conocer actividades ni datos de la Güera Rodríguez, pero de la mitad del siglo pasado hasta ahora las cosas han cambiado. En 1955 tuvo una obra de teatro; en 1977 una película dirigida por Felipe Cazals; en 1982 una ópera; en 1990 una historieta; en 2005 una novela y en 2011 se encuentra en el Museo de la Mujer en CDMX.

Lamentablemente no se han encontrado documentos que revelen sus sentimientos o su manera de pensar. Sin embargo, sí hay datos que podemos confirmar: Se casó tres veces -en aquellos tiempos- la primera a los quince años y la tercera en 1825 con un señor 12 años menor que ella.

Su primer marido fue el capitán José Jerónimo Villamil, quien la acusó de adulterio con tres curas, entre ellos su compadre José Mariano Beristáin. Se dice que fue una esposa sufrida y maltratada. En 1805 nació su última hija.

Enviudó a los 27 años, quedándose con 5 hijos. Entre 1810 y 1816 murieron dos de sus hijas. Tuvo 17 nietos. Al final de su vida es posible que la güera haya quedado inválida: su certificado de defunción, fechado el 1 de noviembre de 1850, la califica de “paralítica”.

Fue sepultada en el templo de San Francisco de México, en la misma calle donde pasó la mayor parte de sus 71 años. Sobrevivió a sus padres, sus dos hermanas, dos maridos y cinco de sus 7 hijos. Para terminar esta entrega copio a don Artemio de Valle Arizpe: “…Iturbide mandó desviar la columna del Ejército Trigarante con el galante fin de que doña María Ignacia Rodríguez de Velasco presenciara el desfile y lo viese a él muy arrogante al frente de sus tropas…

Don Agustín, con voz magnífica de mando, se desprendió del sombrero una de las simbólicas plumas tricolores que en él llevaba ondeando, y con uno de sus ayudantes de campo la envió muy galán a la donairosa y traviesa dama, quien la tomó con delicada finura entre el índice y el pulgar, como si fuese cosa quebradiza, de suma fragilidad, y con magnífico descaro se la pasó por el rostro varias veces, lenta y suavemente, acariciándoselo con voluptuosa deliberación”.

Me habría gustado conocer en persona a María Ignacia Rodríguez de Velasco, pero… qué bueno que no fue así, porque entonces no podría haberle dedicado hoy, esta columna. Que se siga investigando la vida de la Güera Rodríguez a fin de colocarla en el lugar que le corresponda en la Historia de México.

ezequielsotomar@outlook.com