“Los jóvenes son el futuro”. ¿Cuántas veces he oído o leído esa frase? Autores, intelectuales, filósofos (aunque con indudable cuestionamiento), revolucionarios, demócratas, políticos y hasta en las conversaciones más banales de un domingo por la tarde, se cita que: “los jóvenes son el futuro”.
Por muchas y claras argumentaciones lo es, la juventud es el futuro, lo que deberíamos considerar es ¿qué tipo de futuro y qué tipo de juventud? Pues no todo fututo es cierto y se constituye en la certidumbre de lo que podría ser o no ser, pero lo que se hace y se deja de hacer por las juventudes es primordial para apartar un poco el velo hacia un mejor porvenir. Sea como sea, la juventud son un conjunto de respuestas, pero también lo son de preguntas.
¿Qué hace la juventud de Guanajuato para cambiar lo que se debe cambiar en política? ¿Es natural la apatía y la participación hacia las causas políticas o de los partidos tradicionales? ¿Existen rumbos fijos para las juventudes en la participación en la política mexicana? No es necesario usar una lógica tan profunda como el pozo de Demócrito para contestar a cada una de las interrogantes, pero si alguien, en la ocurrencia de lo mediato, contestará que sí, preguntaría ¿por qué son los mismos quienes levantan la mano para ocupar cargos de elección popular impuestos por un grupo perteneciente a un partido tradicional? Nuevamente no es difícil dimensionar una respuesta o viajar a millones de años luz al futuro para contestarla.
Los jóvenes no solo están aislados directamente de la política (los que están en un partido político), sino creen que lo están, que forman parte de ella, que participan en su desarrollo y son el producto indicado para permear de soluciones las debacles municipales, estatales y nacionales. Hacer política no es aparecer en las fotos con los políticos tradicionales, que por un extraño misterio nunca dejan de estar en la política, y las jóvenes aspiracioncitas idolatran a esas figuras, convencidos de que su forma de hacer política, de cómo llegan al poder y el cómo se mantienen es porque son únicos e irrepetibles. Habrá que ser muy maquiavélicos sin leer a Maquiavelo o carecer realmente de todo sentido, si no cuestionamos las formas en qué y el cómo se hace la política en nuestros municipios, estados y en lo federal. Desde ese enfoque, es un problema generacional que ocurre dentro de los partidos políticos y en la política nacional, de sólo ver sin cuestionar, o como diría Sartori, de sentarse en el sillón hasta que la fiesta se acabe.
Es difícil imaginar un panorama favorable con el paño de la incertidumbre tocando la puerta a cada rato ¿Quiénes están merecen realmente estar? ¿Quiénes toman las decisiones de elegir por nosotros? ¿Cómo estamos en educación, en salud, en servicios públicos, en obras, en seguridad? Ahora volvamos a repetirnos uno de los cuestionamientos: ¿quiénes están merecen realmente estar? Los intereses son más grandes que la voluntad de lograr una política funcional como en otros países desarrollados y otros que están en desarrollo por las buenas prácticas y el seguimiento de los jóvenes, según la OCDE.
Resulta imposible que las juventudes no despierten del letargo de lo convencional y lo tradicional, de crear grupos y movimientos a favor de los mismos jóvenes para elevar una forma diferente de hacer política, con criterios propios y no bajo la sombra del mismo árbol, de proponer con base a las necesidades existenciales y no a contribuir a las viejas prácticas del mercado político. Los jóvenes no son herramientas que puedan ser utilizadas y después desperdiciadas cada tres años o seis años, son la fuente del cambio, la energía que da vida a los mecanismos e instituciones del país, no son solo tendencias o un cumulo de emociones, son el futuro y punto.
Analista político y empresarial
@L_E_Arnold
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