/ sábado 23 de noviembre de 2019

LOS TIEMPOS DESOLADOS II

José Luis Calderón Vela autor del libro en comento, es profesor jubilado, por lo tanto, nadie más autorizado para explicar qué significa ser maestro: “Un maestro es, ante todo, esa persona que decidió dedicar su vida al esfuerzo noble de servir”. “La mayor virtud de un maestro es enseñar según las necesidades de los educandos, de la sociedad y no de acuerdo a manuales ni bajo los dictados del método cualquiera en moda” “Cualquiera puede ser maestro, pero no es buen maestro cualquiera; entre uno y otro, media el abismo de la entrega y la vocación.” Sobre la Patria, en su libro escribe: “para nosotros, la patria es inspiración; es el saber misterioso e inconsciente que se anida en el espíritu de cuantos hemos nacido en esta tierra que se ha regado tantas veces con las lágrimas y la sangre de sus mujeres y hombres”. De los amigos: “Yo tengo un amigo/ que canta en el concierto de mi vida. / “…me enorgullece ser su amigo; / porque el perfume inadvertido de una flor,/ un café endulzado con canciones,/ una ocasional rojiza puesta de sol, / todo eso y más lo comparte conmigo./” “Por eso he comprado esta lira/ para trovar que tengo un amigo/”. Consejos a cada uno de sus hijos: “Sé fuerte y poderoso/ como las rocas que estrellan el mar; / y no retrocedas ni un milímetro/ ante los embates de la adversidad.” “Sé liviano y trabajador, / que no dependas de la comodidad; / porque si estudias y trabajas/ hallarás más pronto la felicidad”. Por el hijo que esperas. “Por el hijo que esperas y que llegará algún día/ inflamaré de amor la casa tuya y mía./ Correré temprano las cortinas de la alcoba/ y ensayaré con lágrimas una canción de bienvenida./ Por ese hijo que habita en tus entrañas/ mojaré de sol tus penas más amargas./ Cubriré de besos tu rostro pálido y redondo, y haré de perlas tus mañanas”. Algún día. “Algún día, queridos hijos,/ seré para ustedes sólo un recuerdo./ Olvidarán mis canas, mis barbas y mi rostro;/ mi frente cada vez más ancha/ y el calor de mis brazos y mis manos./ Recordarán mis pasos al subir las escaleras,/ mis quejas eternas por su desorden”./ A la sombra de los sauces: “Bella como los ángeles,/ frágil como gacela,/ camina sin miedo; miento, vuela con una cara de alegría que congela/ la sangre, que tensa las venas;/ como para decirle: querida, te espero detrás de las cercas. Amémonos hasta que amanezca”. “Ahora que regreses del mar/ me verás más viejo,/ más cansado por los días y el trasiego, pero siempre amoroso”./ Tengo la sabiduría de los años: “Ya escribí mi testamento para nadie/ Si hoy fuera mi último día ojalá encontrara/ las palabras necesarias para escribirle/ el postrer poema a la tarde,/ Me dediqué a soñar que soñaba,/ Pido hoy, que piadoso, alguien, en el mármol de mi tumba escriba:/ Por fin el soñador ha entrado al sueño eterno esta tarde”. Recomiendo leer completo el poemario.

ezequielsotomar@outlook.com

José Luis Calderón Vela autor del libro en comento, es profesor jubilado, por lo tanto, nadie más autorizado para explicar qué significa ser maestro: “Un maestro es, ante todo, esa persona que decidió dedicar su vida al esfuerzo noble de servir”. “La mayor virtud de un maestro es enseñar según las necesidades de los educandos, de la sociedad y no de acuerdo a manuales ni bajo los dictados del método cualquiera en moda” “Cualquiera puede ser maestro, pero no es buen maestro cualquiera; entre uno y otro, media el abismo de la entrega y la vocación.” Sobre la Patria, en su libro escribe: “para nosotros, la patria es inspiración; es el saber misterioso e inconsciente que se anida en el espíritu de cuantos hemos nacido en esta tierra que se ha regado tantas veces con las lágrimas y la sangre de sus mujeres y hombres”. De los amigos: “Yo tengo un amigo/ que canta en el concierto de mi vida. / “…me enorgullece ser su amigo; / porque el perfume inadvertido de una flor,/ un café endulzado con canciones,/ una ocasional rojiza puesta de sol, / todo eso y más lo comparte conmigo./” “Por eso he comprado esta lira/ para trovar que tengo un amigo/”. Consejos a cada uno de sus hijos: “Sé fuerte y poderoso/ como las rocas que estrellan el mar; / y no retrocedas ni un milímetro/ ante los embates de la adversidad.” “Sé liviano y trabajador, / que no dependas de la comodidad; / porque si estudias y trabajas/ hallarás más pronto la felicidad”. Por el hijo que esperas. “Por el hijo que esperas y que llegará algún día/ inflamaré de amor la casa tuya y mía./ Correré temprano las cortinas de la alcoba/ y ensayaré con lágrimas una canción de bienvenida./ Por ese hijo que habita en tus entrañas/ mojaré de sol tus penas más amargas./ Cubriré de besos tu rostro pálido y redondo, y haré de perlas tus mañanas”. Algún día. “Algún día, queridos hijos,/ seré para ustedes sólo un recuerdo./ Olvidarán mis canas, mis barbas y mi rostro;/ mi frente cada vez más ancha/ y el calor de mis brazos y mis manos./ Recordarán mis pasos al subir las escaleras,/ mis quejas eternas por su desorden”./ A la sombra de los sauces: “Bella como los ángeles,/ frágil como gacela,/ camina sin miedo; miento, vuela con una cara de alegría que congela/ la sangre, que tensa las venas;/ como para decirle: querida, te espero detrás de las cercas. Amémonos hasta que amanezca”. “Ahora que regreses del mar/ me verás más viejo,/ más cansado por los días y el trasiego, pero siempre amoroso”./ Tengo la sabiduría de los años: “Ya escribí mi testamento para nadie/ Si hoy fuera mi último día ojalá encontrara/ las palabras necesarias para escribirle/ el postrer poema a la tarde,/ Me dediqué a soñar que soñaba,/ Pido hoy, que piadoso, alguien, en el mármol de mi tumba escriba:/ Por fin el soñador ha entrado al sueño eterno esta tarde”. Recomiendo leer completo el poemario.

ezequielsotomar@outlook.com