/ sábado 14 de mayo de 2022

¡Para ser mexicano ya no existen fronteras!

Hace algunos días tuve una de las conversaciones más enriquecedoras en los últimos años. Eduardo Sojo Garza-Aldape, (Director General del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas del CIDE), Juan Carlos Romero Hicks, (Diputado Federal en el Congreso de la Unión y ex Gobernador de Guanajuato), Tonatiuh Guillén López, (ex Comisionado del Instituto Nacional de Migración de México), Jorge A. Schiavon, (Coordinador del Programa Interdisciplinario en Estudios Migratorios del CIDE), y un servidor, debatimos sobre migración.

Hablamos de tantas aristas que sería imposible abarcarlas en esta columna. No obstante, Tonatiuh puso sobre la mesa una reflexión que nos impactó a todos: “Amigos, nuestro país evolucionó. Con la reforma constitucional del 2021, ya somos muchos más mexicanos de los que creíamos. Es hora de hablar de una nueva versión de México”.

En su libro México, Nación Transterritorial. El desafío del siglo XXI, Guillén plantea una pregunta detonante: “¿De qué tamaño es la población mexicana en 2021, a 200 años de la consumación de la independencia nacional?” El mismo Tonatiuh responde y nos dice que lo lógico sería acudir a los datos oficiales generados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y por el Consejo Nacional de Población (CONAPO).

El INEGI reporta 126 millones de personas en su censo 2020; por su parte, la CONAPO proyecta 128 millones hacia 2021. Ambos datos son precisos sobre la población que vive en México, pero, ¿qué ocurre con los que viven o nacieron en el extranjero?

No olvidemos que la Constitución ya considera como población nacional a todas las personas que tienen nacionalidad mexicana. En mi artículo Da lo mismo si naciste en Chicago o Moroleón. Ya eres mexicano, destaqué que, con la reforma al artículo 30, se reconoce como parte inherente de la nación a las personas descendientes de mexicanos nacidos en el extranjero.

Al reconocer a estos nuevos connacionales, los datos que nos brinda el INEGI y la CONAPO se elevan exponencialmente. Se estima que, con esta reforma, se deberían considerar a 38 millones de mexicanos más que viven en otros países, ya sea porque migraron o porque nacieron en otros territorios, pero que ya tienen nuestra nacionalidad. Es decir, ¡ya somos más de 164 millones de mexicanos!

Estas cifras motivaron en nuestra conversación otras disyuntivas importantes. ¿Estamos ante un “nuevo México transterritorial” en el que la frontera ya no es física sino de ignorancia constitucional? ¿Cuál es la ruta para integrar un esquema institucional capaz de dar respuesta a este concepto renovado de población nacional? ¿Cómo identificar, atraer y generarles identidad a estos millones de nuevos paisanos? Sojo, Romero Hicks, Guillén, Schiavon y un servidor coincidimos en que el primer paso es visibilizarlos.

Al respecto, en México tenemos especialistas de talla internacional, universidades con la capacidad técnica y solvencia metodológica, asociaciones civiles interesadas en el tema y, sobre todo, una conexión muy arraigada con nuestros migrantes mexicanos. Ellos tienen que darnos la ruta.

Son muchas las preguntas que nos hacen voltear inevitablemente a lo que la Organización Internacional para las Migraciones, (OIM), llama “Gobernanza Migratoria desde lo Local”. Primeramente, Romero Hicks planteó la necesidad de empujar a nuestros congresos federal y estatales a valorar lo que implica la reforma al artículo 30 constitucional.

Así mismo, Schiavon mencionó que se debe dimensionar el impacto social que provocará una posible “identidad binacional”, sobre todo en lo cultural y económico. Por su parte, Sojo advirtió que no podemos dejar de lado la inmejorable oportunidad de propiciar un desarrollo integral entre México y Estados Unidos. (Por cierto, esta semana la presidenta de la Comisión de Asuntos Fronterizos y Migratorios del Senado de la República, Olga Sánchez Cordero, y Tonatiuh Guillén crearon un foro precisamente sobre estas disyuntivas, y en el que Guanajuato fue estado invitado).

Gracias a esta conversación, recordé un encuentro muy parecido en lo emotivo y, sobre todo, en lo trascendente. Hace tres años, el recién electo Gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, me habló de crear una Secretaría del Migrante que “integrara y dignificara” a los guanajuatenses que han tenido que salir de la entidad. Hoy, no sólo se han logrado tales encomiendas, siendo reconocidos a nivel nacional e internacional, me atrevo a decir que Guanajuato es estado pionero en el debate y anális sobre los nuevos retos en la materia. Por lo pronto, ya somos conscientes de la evolución del concepto de población nacional.

Seguramente mis amigos y yo tendremos más conversaciones al respecto y, no estaría mal, invitar a otros de apellido García o Rodríguez quienes su primer idioma no es el idioma español pero quienes ya son tan mexicanos como nosotros, según la Constitución mexicana.

Hace algunos días tuve una de las conversaciones más enriquecedoras en los últimos años. Eduardo Sojo Garza-Aldape, (Director General del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas del CIDE), Juan Carlos Romero Hicks, (Diputado Federal en el Congreso de la Unión y ex Gobernador de Guanajuato), Tonatiuh Guillén López, (ex Comisionado del Instituto Nacional de Migración de México), Jorge A. Schiavon, (Coordinador del Programa Interdisciplinario en Estudios Migratorios del CIDE), y un servidor, debatimos sobre migración.

Hablamos de tantas aristas que sería imposible abarcarlas en esta columna. No obstante, Tonatiuh puso sobre la mesa una reflexión que nos impactó a todos: “Amigos, nuestro país evolucionó. Con la reforma constitucional del 2021, ya somos muchos más mexicanos de los que creíamos. Es hora de hablar de una nueva versión de México”.

En su libro México, Nación Transterritorial. El desafío del siglo XXI, Guillén plantea una pregunta detonante: “¿De qué tamaño es la población mexicana en 2021, a 200 años de la consumación de la independencia nacional?” El mismo Tonatiuh responde y nos dice que lo lógico sería acudir a los datos oficiales generados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y por el Consejo Nacional de Población (CONAPO).

El INEGI reporta 126 millones de personas en su censo 2020; por su parte, la CONAPO proyecta 128 millones hacia 2021. Ambos datos son precisos sobre la población que vive en México, pero, ¿qué ocurre con los que viven o nacieron en el extranjero?

No olvidemos que la Constitución ya considera como población nacional a todas las personas que tienen nacionalidad mexicana. En mi artículo Da lo mismo si naciste en Chicago o Moroleón. Ya eres mexicano, destaqué que, con la reforma al artículo 30, se reconoce como parte inherente de la nación a las personas descendientes de mexicanos nacidos en el extranjero.

Al reconocer a estos nuevos connacionales, los datos que nos brinda el INEGI y la CONAPO se elevan exponencialmente. Se estima que, con esta reforma, se deberían considerar a 38 millones de mexicanos más que viven en otros países, ya sea porque migraron o porque nacieron en otros territorios, pero que ya tienen nuestra nacionalidad. Es decir, ¡ya somos más de 164 millones de mexicanos!

Estas cifras motivaron en nuestra conversación otras disyuntivas importantes. ¿Estamos ante un “nuevo México transterritorial” en el que la frontera ya no es física sino de ignorancia constitucional? ¿Cuál es la ruta para integrar un esquema institucional capaz de dar respuesta a este concepto renovado de población nacional? ¿Cómo identificar, atraer y generarles identidad a estos millones de nuevos paisanos? Sojo, Romero Hicks, Guillén, Schiavon y un servidor coincidimos en que el primer paso es visibilizarlos.

Al respecto, en México tenemos especialistas de talla internacional, universidades con la capacidad técnica y solvencia metodológica, asociaciones civiles interesadas en el tema y, sobre todo, una conexión muy arraigada con nuestros migrantes mexicanos. Ellos tienen que darnos la ruta.

Son muchas las preguntas que nos hacen voltear inevitablemente a lo que la Organización Internacional para las Migraciones, (OIM), llama “Gobernanza Migratoria desde lo Local”. Primeramente, Romero Hicks planteó la necesidad de empujar a nuestros congresos federal y estatales a valorar lo que implica la reforma al artículo 30 constitucional.

Así mismo, Schiavon mencionó que se debe dimensionar el impacto social que provocará una posible “identidad binacional”, sobre todo en lo cultural y económico. Por su parte, Sojo advirtió que no podemos dejar de lado la inmejorable oportunidad de propiciar un desarrollo integral entre México y Estados Unidos. (Por cierto, esta semana la presidenta de la Comisión de Asuntos Fronterizos y Migratorios del Senado de la República, Olga Sánchez Cordero, y Tonatiuh Guillén crearon un foro precisamente sobre estas disyuntivas, y en el que Guanajuato fue estado invitado).

Gracias a esta conversación, recordé un encuentro muy parecido en lo emotivo y, sobre todo, en lo trascendente. Hace tres años, el recién electo Gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, me habló de crear una Secretaría del Migrante que “integrara y dignificara” a los guanajuatenses que han tenido que salir de la entidad. Hoy, no sólo se han logrado tales encomiendas, siendo reconocidos a nivel nacional e internacional, me atrevo a decir que Guanajuato es estado pionero en el debate y anális sobre los nuevos retos en la materia. Por lo pronto, ya somos conscientes de la evolución del concepto de población nacional.

Seguramente mis amigos y yo tendremos más conversaciones al respecto y, no estaría mal, invitar a otros de apellido García o Rodríguez quienes su primer idioma no es el idioma español pero quienes ya son tan mexicanos como nosotros, según la Constitución mexicana.