/ domingo 13 de marzo de 2022

Por una cabeza

Un gran moño rojo corona la caja envuelta en papel regalo de color rosa. La cartulina de color verde fosforescente anuncia que “Por no hacer caso a las advertencias, esto es un aviso”. En el interior reposa una cabeza humana. Anteayer, 10 de marzo, una semana después del video donde aseguran que la “empresa formal y poderosa” del estado no se dedica a la extorsión, aunque sí al narcotráfico, aparece en Celaya este macabro presente para los comerciantes del mercado Cañitos.

Un par de días antes, la noche del 8 de marzo, en la misma ciudad, cinco personas fueron masacradas en una de las cuatro sucursales del bar Código Postal 19, ubicada a tan sólo 50 metros de una caseta de policía. Dos sicarios iban al parecer por dos hombres y una mujer, clientes habituales del bar, las otras dos víctimas, que sólo estaban allí esa noche, murieron en el hospital. Otra cartulina amenazante se abandonó como colofón del ataque. Los dueños de la franquicia anunciaron el cierre de todos sus locales hasta nuevo aviso.

Parece que ya regresamos a la normalidad: En Guanajuato, los homicidios cotidianos superan con creces a las víctimas del coronavirus.

Pero no son sólo los asesinatos. Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en Guanajuato, durante todo el 2021, se registraron 291 denuncias por extorsión, unas 24 por mes. Más de la mitad de éstas se concentraron en tres ciudades: Irapuato, Celaya y Salamanca. Tan sólo en el primer mes de este año se han registrado 88 casos, de éstos, 53 se presentaron en San Miguel de Allende.

Interrogado en la semana por este espectacular aumento en las estadísticas oficiales, el gobernador Diego Rodríguez vio el vaso medio lleno: “la gente está animándose a denunciar”, es decir, está disminuyendo la cifra negra, los delitos no denunciados. Sin embargo, no se refirió al uso de una cabeza humana para sembrar terror en la población, ni al temor de que la criminalidad se apodere de la joya de la corona turística como lo ha hecho con gran eficacia en otras partes del estado.

No haría justicia si no comentara también que las autoridades detuvieron esta misma semana a una una pequeña banda de cuatro integrantes que extorsionaba desde hace tres años a por lo menos 40 comerciantes de Salamanca. No se comenta si pertenecían a la misma empresa formal y poderosa que supuestamente no se dedica a la extorsión… en general, es demasiado poco y muy amorfo lo que se comenta.

En esta aviesa nueva normalidad, igualita a la anterior pero más cara, recuerdo la novela del escritor poblano Alejandro Badillo (Ficticia, 2017), que da título a esta columna, y donde el protagonista huye de una balacera en un bar con una cabeza humana que lo acompaña en un viaje delirante que se parece mucho a lo que vivimos:

“Soñaban y soñaban. Yo también soñaba pero con mi sobrevivencia. Soñaba con seguir viviendo ajeno a la virulencia de esta región. Soñaba con estar al margen del peligro. Cuando tenía que alejarme de mi zona de seguridad, es decir, fuera de la ruta de mi escuela a mi casa, veía los restos que dejaban las batallas entre bandas rivales.”


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

Un gran moño rojo corona la caja envuelta en papel regalo de color rosa. La cartulina de color verde fosforescente anuncia que “Por no hacer caso a las advertencias, esto es un aviso”. En el interior reposa una cabeza humana. Anteayer, 10 de marzo, una semana después del video donde aseguran que la “empresa formal y poderosa” del estado no se dedica a la extorsión, aunque sí al narcotráfico, aparece en Celaya este macabro presente para los comerciantes del mercado Cañitos.

Un par de días antes, la noche del 8 de marzo, en la misma ciudad, cinco personas fueron masacradas en una de las cuatro sucursales del bar Código Postal 19, ubicada a tan sólo 50 metros de una caseta de policía. Dos sicarios iban al parecer por dos hombres y una mujer, clientes habituales del bar, las otras dos víctimas, que sólo estaban allí esa noche, murieron en el hospital. Otra cartulina amenazante se abandonó como colofón del ataque. Los dueños de la franquicia anunciaron el cierre de todos sus locales hasta nuevo aviso.

Parece que ya regresamos a la normalidad: En Guanajuato, los homicidios cotidianos superan con creces a las víctimas del coronavirus.

Pero no son sólo los asesinatos. Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en Guanajuato, durante todo el 2021, se registraron 291 denuncias por extorsión, unas 24 por mes. Más de la mitad de éstas se concentraron en tres ciudades: Irapuato, Celaya y Salamanca. Tan sólo en el primer mes de este año se han registrado 88 casos, de éstos, 53 se presentaron en San Miguel de Allende.

Interrogado en la semana por este espectacular aumento en las estadísticas oficiales, el gobernador Diego Rodríguez vio el vaso medio lleno: “la gente está animándose a denunciar”, es decir, está disminuyendo la cifra negra, los delitos no denunciados. Sin embargo, no se refirió al uso de una cabeza humana para sembrar terror en la población, ni al temor de que la criminalidad se apodere de la joya de la corona turística como lo ha hecho con gran eficacia en otras partes del estado.

No haría justicia si no comentara también que las autoridades detuvieron esta misma semana a una una pequeña banda de cuatro integrantes que extorsionaba desde hace tres años a por lo menos 40 comerciantes de Salamanca. No se comenta si pertenecían a la misma empresa formal y poderosa que supuestamente no se dedica a la extorsión… en general, es demasiado poco y muy amorfo lo que se comenta.

En esta aviesa nueva normalidad, igualita a la anterior pero más cara, recuerdo la novela del escritor poblano Alejandro Badillo (Ficticia, 2017), que da título a esta columna, y donde el protagonista huye de una balacera en un bar con una cabeza humana que lo acompaña en un viaje delirante que se parece mucho a lo que vivimos:

“Soñaban y soñaban. Yo también soñaba pero con mi sobrevivencia. Soñaba con seguir viviendo ajeno a la virulencia de esta región. Soñaba con estar al margen del peligro. Cuando tenía que alejarme de mi zona de seguridad, es decir, fuera de la ruta de mi escuela a mi casa, veía los restos que dejaban las batallas entre bandas rivales.”


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