/ martes 17 de marzo de 2020

¡QUE DIOS NOS AGARRE CONFESADOS!

Reza por ahí un dicho: “Que Dios nos agarre confesados” significando con ello la incertidumbre de que no sabremos qué es lo que nos pasará ante nuestra incapacidad de resolver un problema que nos puede llevar hasta sus últimas consecuencias, e incluso que si morimos por tal incapacidad (metafóricamente claro está), al menos iremos a parar directitos al cielo, pues habremos de estar confesados.

Y a estas alturas no es exageración, pues con el problema del famoso y nefasto coronavirus donde nadie en el mundo tiene aún la cura, es necesario agarrarnos de todo lo que esté a nuestro alcance, y si somos creyentes católicos, esto nos puede interesar.

Relata la historia que allá por el año de 1720 en Francia sobrevino una gran peste que acabó con la vida de miles de personas. Una monja salesa, la Venerable Ana Magdalena Rémuzat sabiendo por revelación que habría de desencadenarse una gran peste en la ciudad de Marsella, supo también que los atacados encontrarían auxilio prodigioso en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. La religiosa entonces ayudada por sus hermanas elaboró a mano millares de pequeñas imágenes del Corazón de Jesús bordada en tela roja con la inscripción: “Detente, el Corazón de Jesús está aquí”. La historia nos sigue narrando que en efecto el azote se detenía muchas veces como por milagro ante dicha imagen protectora. Desde entonces la práctica del uso del sacramental denominado “detente” se extendió a muchos países.

Sin embargo debemos decir que la devoción del uso del “detente” fue anterior al suceso ya relatado, pues ya era recomendado con antelación por la monja salesa y hoy Santa, Margarita Maria Alacoque desde finales del siglo XVII de quien probablemente la venerable Ana Magdalena Rémuzat tenía conocimiento de él.

De igual forma, nos relata la historia otro suceso en el que tiene que ver el sacramental del que venimos comentando que por 1870 se desató una guerra de unificación de Italia donde uno de los jóvenes que estuvo reclutado para ir a la guerra en el bando de los Zuavos Pontificios, previamente su madre quien era mujer muy creyente en Dios, ante el temor de que su hijo fuera a perder la vida en la conflagración, realizó en un pedazo de tela roja el Corazón de Jesús con la leyenda: “Detente enemigo… el Corazón de Jesús está conmigo”; diciéndole a la vez: “Él te devolverá sano y salvo a mi cariño”.

A su regreso, el joven le contó a su madre que una bala le había golpeado el pecho justo donde tenía la tela con el bordado del Sagrado Corazón, al que llamaron como “detente” sin haberle producido ningún daño. Por ello, su madre que era una mujer romana se dirigió inmediatamente con el Papa en turno -quien por aquel entonces era Pío IX- y una vez que le comentó lo sucedido el Pontífice meditando un rato le dijo: “Esto señora, es un pensamiento celestial… una inspiración del cielo… (refiriéndose a la elaboración del detente) y continuó: …doy mi bendición a este Corazón y quiero que todos los “detentes” que se hagan conforme a este modelo, reciban esta misma bendición sin que tengan necesidad de ninguna otra”. “Además quiero que el demonio no tenga poder alguno sobre los que lleven a este Corazón”. “El Detente significa:
¡Detente Satanás, tentación, pasión, enemistad, peligro, tristeza, penas, infierno… que el Corazón de Jesús, mi Dios, mi Redentor, mi Amor, mi Esperanza, mi Todo… está conmigo!”

“Por tanto, llevar el Detente del Sagrado Corazón y llevarlo con fe, es lo mismo que si lleváramos un escudo contra toda clase de peligros.”
“Procurad que los enfermos, niños, ancianos y todo el mundo, lleven de alguna forma, en la cartera o debajo de la almohada, un detente del Sagrado Corazón de Jesús”.
Habiendo de esa manera Pío nono concedido la aprobación definitiva al uso del “detente”.

A partir de entonces algunos devotos del Sagrado Corazón de Jesús llevan en su pecho ese sacramental.

La M. Remuzat, con la ayuda de las religiosas de la Orden de La Visitación elaboraron grandes cantidades de estos emblemas (detentes) para ser repartidos en Marsella y sus alrededores. La historia nos relata que poco después acabó la plaga. Los habitantes de Marsella le dieron el nombre de salvaguardia ya que efectivamente lo fue. Es importante destacar que los sacramentales no son meros objetos, ni mucho menos talismanes o amuletos, sino que el “Detente” corresponde a una de las 12 promesas que hizo Jesús a Santa Margarita María cuando le reveló su Sagrado Corazón: “Seré un refugio seguro durante la vida, y sobre todo en la hora de la muerte”. ¡Qué mejor refugio que el Corazón de Jesús! En ese Corazón se encuentran los divinos tesoros de la misericordia y el perdón de Dios Padre que en Jesús reconcilia a toda la humanidad.

Por ello respecto de los sacramentales, se deben evitar los extremos de la superstición, dando a los mismos poderes mágicos, convirtiéndolos en fetiches, como son las pirámides, los budas y otros objetos supuestamente cargados de poderes especiales; y la frivolidad con la que se los menosprecia considerándolos como objetos utilizados por personas débiles e ignorantes.

Hay más aún, pero esto ya en fecha más reciente, entre los años 1932 al 1935. Una familia en Oruro (ciudad boliviana), don Manuel Vázquez relató un hecho prodigioso que a decir de él, le había ocurrido a su padre durante la Guerra del Chaco, (entre Paraguay y Bolivia). El capellán militar, proveo a cada uno de los soldados de un “Detente”, así, el soldado Corsino Vázquez Sempértegui, en ese entonces joven orureño, partió a Chaco munido o previsto del citado sacramental denominado “salvaguarda” o “detente”.

En la guerra hubo miles de muertos y otros tanto miles quedaron malheridos o inválidos. A Corsino, una bala le impactó en la gorra, justo donde había colocado el “detente” habiendo quedado las telas de la gorra y del sacramental quemadas, pero… la bala no entró a su cabeza. Retornó a casa sano y salvo.

Por eso no está de más que en estos tiempos ya difíciles “per se” nos hagamos de un poderoso sacramental, de un “detente” o “salvaguarda” que bien podremos conseguir en las tiendas de artículos religiosos para defendernos del malévolo coronavirus. El que tenga oídos para oír, que oiga… el que tenga entendimiento, que entienda. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com


Reza por ahí un dicho: “Que Dios nos agarre confesados” significando con ello la incertidumbre de que no sabremos qué es lo que nos pasará ante nuestra incapacidad de resolver un problema que nos puede llevar hasta sus últimas consecuencias, e incluso que si morimos por tal incapacidad (metafóricamente claro está), al menos iremos a parar directitos al cielo, pues habremos de estar confesados.

Y a estas alturas no es exageración, pues con el problema del famoso y nefasto coronavirus donde nadie en el mundo tiene aún la cura, es necesario agarrarnos de todo lo que esté a nuestro alcance, y si somos creyentes católicos, esto nos puede interesar.

Relata la historia que allá por el año de 1720 en Francia sobrevino una gran peste que acabó con la vida de miles de personas. Una monja salesa, la Venerable Ana Magdalena Rémuzat sabiendo por revelación que habría de desencadenarse una gran peste en la ciudad de Marsella, supo también que los atacados encontrarían auxilio prodigioso en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. La religiosa entonces ayudada por sus hermanas elaboró a mano millares de pequeñas imágenes del Corazón de Jesús bordada en tela roja con la inscripción: “Detente, el Corazón de Jesús está aquí”. La historia nos sigue narrando que en efecto el azote se detenía muchas veces como por milagro ante dicha imagen protectora. Desde entonces la práctica del uso del sacramental denominado “detente” se extendió a muchos países.

Sin embargo debemos decir que la devoción del uso del “detente” fue anterior al suceso ya relatado, pues ya era recomendado con antelación por la monja salesa y hoy Santa, Margarita Maria Alacoque desde finales del siglo XVII de quien probablemente la venerable Ana Magdalena Rémuzat tenía conocimiento de él.

De igual forma, nos relata la historia otro suceso en el que tiene que ver el sacramental del que venimos comentando que por 1870 se desató una guerra de unificación de Italia donde uno de los jóvenes que estuvo reclutado para ir a la guerra en el bando de los Zuavos Pontificios, previamente su madre quien era mujer muy creyente en Dios, ante el temor de que su hijo fuera a perder la vida en la conflagración, realizó en un pedazo de tela roja el Corazón de Jesús con la leyenda: “Detente enemigo… el Corazón de Jesús está conmigo”; diciéndole a la vez: “Él te devolverá sano y salvo a mi cariño”.

A su regreso, el joven le contó a su madre que una bala le había golpeado el pecho justo donde tenía la tela con el bordado del Sagrado Corazón, al que llamaron como “detente” sin haberle producido ningún daño. Por ello, su madre que era una mujer romana se dirigió inmediatamente con el Papa en turno -quien por aquel entonces era Pío IX- y una vez que le comentó lo sucedido el Pontífice meditando un rato le dijo: “Esto señora, es un pensamiento celestial… una inspiración del cielo… (refiriéndose a la elaboración del detente) y continuó: …doy mi bendición a este Corazón y quiero que todos los “detentes” que se hagan conforme a este modelo, reciban esta misma bendición sin que tengan necesidad de ninguna otra”. “Además quiero que el demonio no tenga poder alguno sobre los que lleven a este Corazón”. “El Detente significa:
¡Detente Satanás, tentación, pasión, enemistad, peligro, tristeza, penas, infierno… que el Corazón de Jesús, mi Dios, mi Redentor, mi Amor, mi Esperanza, mi Todo… está conmigo!”

“Por tanto, llevar el Detente del Sagrado Corazón y llevarlo con fe, es lo mismo que si lleváramos un escudo contra toda clase de peligros.”
“Procurad que los enfermos, niños, ancianos y todo el mundo, lleven de alguna forma, en la cartera o debajo de la almohada, un detente del Sagrado Corazón de Jesús”.
Habiendo de esa manera Pío nono concedido la aprobación definitiva al uso del “detente”.

A partir de entonces algunos devotos del Sagrado Corazón de Jesús llevan en su pecho ese sacramental.

La M. Remuzat, con la ayuda de las religiosas de la Orden de La Visitación elaboraron grandes cantidades de estos emblemas (detentes) para ser repartidos en Marsella y sus alrededores. La historia nos relata que poco después acabó la plaga. Los habitantes de Marsella le dieron el nombre de salvaguardia ya que efectivamente lo fue. Es importante destacar que los sacramentales no son meros objetos, ni mucho menos talismanes o amuletos, sino que el “Detente” corresponde a una de las 12 promesas que hizo Jesús a Santa Margarita María cuando le reveló su Sagrado Corazón: “Seré un refugio seguro durante la vida, y sobre todo en la hora de la muerte”. ¡Qué mejor refugio que el Corazón de Jesús! En ese Corazón se encuentran los divinos tesoros de la misericordia y el perdón de Dios Padre que en Jesús reconcilia a toda la humanidad.

Por ello respecto de los sacramentales, se deben evitar los extremos de la superstición, dando a los mismos poderes mágicos, convirtiéndolos en fetiches, como son las pirámides, los budas y otros objetos supuestamente cargados de poderes especiales; y la frivolidad con la que se los menosprecia considerándolos como objetos utilizados por personas débiles e ignorantes.

Hay más aún, pero esto ya en fecha más reciente, entre los años 1932 al 1935. Una familia en Oruro (ciudad boliviana), don Manuel Vázquez relató un hecho prodigioso que a decir de él, le había ocurrido a su padre durante la Guerra del Chaco, (entre Paraguay y Bolivia). El capellán militar, proveo a cada uno de los soldados de un “Detente”, así, el soldado Corsino Vázquez Sempértegui, en ese entonces joven orureño, partió a Chaco munido o previsto del citado sacramental denominado “salvaguarda” o “detente”.

En la guerra hubo miles de muertos y otros tanto miles quedaron malheridos o inválidos. A Corsino, una bala le impactó en la gorra, justo donde había colocado el “detente” habiendo quedado las telas de la gorra y del sacramental quemadas, pero… la bala no entró a su cabeza. Retornó a casa sano y salvo.

Por eso no está de más que en estos tiempos ya difíciles “per se” nos hagamos de un poderoso sacramental, de un “detente” o “salvaguarda” que bien podremos conseguir en las tiendas de artículos religiosos para defendernos del malévolo coronavirus. El que tenga oídos para oír, que oiga… el que tenga entendimiento, que entienda. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com