/ sábado 21 de noviembre de 2020

¿Quién manda aquí?

Por: Jaime Panqueva


Hace un mes, en este espacio, presentaba la captura del general en retiro y ex secretario de la defensa Salvador Cienfuegos como si viéramos una película de ciencia ficción donde personajes considerados otrora intocables, eran presentados ante la justicia. Nadie imaginaba que el militar detrás del régimen de Peña Nieto fuera arrestado bajo acusaciones tan graves.

Mientras algunas voces de la opinión pública mexicana, ante la andanada de cargos y pruebas que esbozó la fiscalía norteamericana, aún abogaban por la inocencia del personaje en cuestión, éste se proveyó de abogados especialistas en defender capos de la mafia sin que nadie se preguntara cómo podía pagarlos o quién cargaría con la factura...

Mientras todavía nos reíamos porque la “pícara” prensa mexicana había vuelto a reventar la audiencia de lectura de cargos, nos volvieron a sorprender, y esta vez de manera vergonzosa: el gobierno mexicano presionó para que la fiscalía gringa levantara los cargos y trajera a Cienfuegos a México más expedito que la paquetería express.

Hemos visto al ejército y otras entidades de la fuerza pública plegarse ante el crimen organizado de la forma más vergonzosa, como en el tristemente célebre Culiacanazo, sin que haya habido investigaciones posteriores por la responsabilidad ante la omisión de la autoridad, u operaciones que hayan tratado de resarcir la honorabilidad de las fuerzas armadas, pues el capo aprehendido en esa operación sigue libre.

Hemos escuchado durantes meses rumores, espero que infundados, de coqueteos de las cúpulas empresariales con ejército y marina para FRENAAr al gobierno actual. ¿Es la liberación del general una forma de reconciliarse con los estamentos militares? ¿Es una garantía de impunidad para los elementos corruptos al más alto nivel? ¿Era la única manera de asegurar la gobernanza para la 4T?

No duró mucho la esperanza de que la lucha contra la corrupción, tan mentada por este gobierno, se enfocara en una institución que clama desde hace décadas por una verdadera limpia. Es imposible hablar del crecimiento del narcotráfico en México sin mencionar la relación estrecha entre éste y buena parte de las fuerzas de seguridad y el ejército. ¿La cantidad de casos, llámense de complicidad, colaboración o asistencia al crimen organizado, se seguirán acumulando así como las decenas de muertos en toda la república?

Con Cienfuegos en México no cabe la menor duda de que la cloaca seguirá sellada, y con ello se esfuma la esperanza de muchos de que se haga justicia y entremos en una dinámica menos violenta de la guerra por rutas, plazas y mercados. Quizás no se pueda gobernar sin contar con el mayor poder de las armas, pero tampoco con una legitimidad que se desmoronará si no se cumple con la justicia prometida a quienes votamos por una opción diferente. Y es que cada vez se difumina más la diferencia: por un lado se militariza por decreto el país, mientras por otro se desvanecen las posibilidades de juzgar a los elementos corruptos. Es en estos momento cuando más debemos preguntar al poder civil electo democráticamente y jefe de las fuerzas armadas: ¿Quién manda aquí?


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

Por: Jaime Panqueva


Hace un mes, en este espacio, presentaba la captura del general en retiro y ex secretario de la defensa Salvador Cienfuegos como si viéramos una película de ciencia ficción donde personajes considerados otrora intocables, eran presentados ante la justicia. Nadie imaginaba que el militar detrás del régimen de Peña Nieto fuera arrestado bajo acusaciones tan graves.

Mientras algunas voces de la opinión pública mexicana, ante la andanada de cargos y pruebas que esbozó la fiscalía norteamericana, aún abogaban por la inocencia del personaje en cuestión, éste se proveyó de abogados especialistas en defender capos de la mafia sin que nadie se preguntara cómo podía pagarlos o quién cargaría con la factura...

Mientras todavía nos reíamos porque la “pícara” prensa mexicana había vuelto a reventar la audiencia de lectura de cargos, nos volvieron a sorprender, y esta vez de manera vergonzosa: el gobierno mexicano presionó para que la fiscalía gringa levantara los cargos y trajera a Cienfuegos a México más expedito que la paquetería express.

Hemos visto al ejército y otras entidades de la fuerza pública plegarse ante el crimen organizado de la forma más vergonzosa, como en el tristemente célebre Culiacanazo, sin que haya habido investigaciones posteriores por la responsabilidad ante la omisión de la autoridad, u operaciones que hayan tratado de resarcir la honorabilidad de las fuerzas armadas, pues el capo aprehendido en esa operación sigue libre.

Hemos escuchado durantes meses rumores, espero que infundados, de coqueteos de las cúpulas empresariales con ejército y marina para FRENAAr al gobierno actual. ¿Es la liberación del general una forma de reconciliarse con los estamentos militares? ¿Es una garantía de impunidad para los elementos corruptos al más alto nivel? ¿Era la única manera de asegurar la gobernanza para la 4T?

No duró mucho la esperanza de que la lucha contra la corrupción, tan mentada por este gobierno, se enfocara en una institución que clama desde hace décadas por una verdadera limpia. Es imposible hablar del crecimiento del narcotráfico en México sin mencionar la relación estrecha entre éste y buena parte de las fuerzas de seguridad y el ejército. ¿La cantidad de casos, llámense de complicidad, colaboración o asistencia al crimen organizado, se seguirán acumulando así como las decenas de muertos en toda la república?

Con Cienfuegos en México no cabe la menor duda de que la cloaca seguirá sellada, y con ello se esfuma la esperanza de muchos de que se haga justicia y entremos en una dinámica menos violenta de la guerra por rutas, plazas y mercados. Quizás no se pueda gobernar sin contar con el mayor poder de las armas, pero tampoco con una legitimidad que se desmoronará si no se cumple con la justicia prometida a quienes votamos por una opción diferente. Y es que cada vez se difumina más la diferencia: por un lado se militariza por decreto el país, mientras por otro se desvanecen las posibilidades de juzgar a los elementos corruptos. Es en estos momento cuando más debemos preguntar al poder civil electo democráticamente y jefe de las fuerzas armadas: ¿Quién manda aquí?


Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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