/ viernes 7 de agosto de 2020

SOPA DE LETRAS

A veces las mentiras pueden ser dulces, o incluso llegar a ser confortantes, y a estas se les llama: “mentiras piadosas”. Ojalá no sea el caso, pero al parecer respecto del coronavirus estamos viendo por fin la luz al fondo del túnel; por un lado una vacuna promisoria, aunque lejana de México, y por el otro, con la noticia de que el semáforo epidemiológico ha pasado de color rojo a naranja en nuestro estado de Guanajuato, y por ello se reabrirán determinados sitios y lugares de esparcimiento y de culto.

La noticia ha sido algo así como un tipo de aliciente para todos aquellos que verdaderamente han sufrido de un encierro que por más que se le busque no ha dejado de ser desesperante sobre todo para aquellos que tenían una vida muy activa que aunque quisieran salir a tal o cual lugar no les sería muy satisfactorio por el hecho de que los lugares de esparcimiento estaban cerrados, las calles solitarias y sin gente para al menos verles caminar.

Fuimos abruptamente confinados y sin previo aviso; una orden de emergencia sanitaria y otras recomendaciones internacionales de la OMS bastó para enclaustrarnos. Un gobierno que podemos asegurar no estuvo a la altura que la situación de salud demandaba. Gobernantes de unos estados con sus ideas, y el Primer Mandatario del país con otras, pronosticando fechas para el fin de la pandemia sin acierto y luego aventurándose a dar nuevas fechas cada vez más lejanas.

Hubo aciertos, si, también; pero errores muchos; la justificada inexperiencia por una lado ante un virus mortal para muchos, y la forma –con un matiz de política- para manejar la situación ante este tipo de sucesos dio como resultado varios tropiezos; en el largo tránsito de la virulencia, muchos perecieron, y otros más quedaron sin algún familiar o compañero víctimas del covid-19.

Por eso ahora cuando las autoridades nos dicen que el semáforo cambio de rojo a naranja, es como un verdadero respiro… un aliciente que nos devuelve la esperanza… esa que nos ayuda a que resurja la ilusión de volver a vivir como antes de la pandemia; de salir al balneario con la familia o por qué no, a la playa. ¿Será posible? Quizá aún no sea el momento; sigamos cerrando filas para evitar un rebrote y no nos vayamos con la inercia de que por decirnos que estamos en el color naranja, quiera esto decir que vencimos al covid-19.

¿Qué llegará primero a nuestro México… la vacuna anticovid-19, o la cura natural? ¿Iremos a estar los que aún estamos? o por el contrario, ¿no nos tocará conocer el desenlace de este suceso mundial?

Como sea, es importante no haber transitado la pandemia como una aventura histórica, sino como un poderoso motivo de reflexión. Debió habernos dejado una lección, acaso un verdadero escarmiento para toda la humanidad; que al menos algo bueno debió haber provocado en nuestra persona como tal.

Tuvimos que haber crecido como seres humanos y escuchado que nos gritaba que en algún aspecto de nuestra vida no íbamos bien, que reconsideráramos algo, que nos sacudiera para recordarnos que somos débiles, falibles e incluso mortales; que hay cosas maravillosas por las cuales vivir y que a veces olvidamos como a la familia misma. Sin embargo, sorprendentemente también otros tantos demostraron todo lo contrario; sacaron su versión más detestable, inmoral y ruin de su persona y por consiguiente lo despreciables que llegan a ser, distinguiéndose por su “no respeto” a la humanidad, por ejemplo aquellos que buscaron amedrentar al grueso de la población con falsas noticias abonando así a la ya de por sí difícil situación de temor en que se vio envuelto el mundo entero respecto del coronavirus, o peor aún, aquellos que pretendieron hacer su agosto valiéndose de la epidemia con la firma de contratos millonarios para la venta de ventiladores imprescindibles para superar la crisis de salud a un auténtico sobreprecio, esos sí se convirtieron quizá en los seres más despreciables de México, pero que afortunadamente de nada les sirvió dado que fueron evidenciados y por consecuencia muy a su pesar, se les rescindieron dichos contratos.

Hagamos votos pues para que no estemos en presencia de una “mentira piadosa” que nos prometa el primer paso hacia la liberación de la pandemia, sino que verdaderamente sea el principio del fin de este flagelo que todos hemos padecido. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com

A veces las mentiras pueden ser dulces, o incluso llegar a ser confortantes, y a estas se les llama: “mentiras piadosas”. Ojalá no sea el caso, pero al parecer respecto del coronavirus estamos viendo por fin la luz al fondo del túnel; por un lado una vacuna promisoria, aunque lejana de México, y por el otro, con la noticia de que el semáforo epidemiológico ha pasado de color rojo a naranja en nuestro estado de Guanajuato, y por ello se reabrirán determinados sitios y lugares de esparcimiento y de culto.

La noticia ha sido algo así como un tipo de aliciente para todos aquellos que verdaderamente han sufrido de un encierro que por más que se le busque no ha dejado de ser desesperante sobre todo para aquellos que tenían una vida muy activa que aunque quisieran salir a tal o cual lugar no les sería muy satisfactorio por el hecho de que los lugares de esparcimiento estaban cerrados, las calles solitarias y sin gente para al menos verles caminar.

Fuimos abruptamente confinados y sin previo aviso; una orden de emergencia sanitaria y otras recomendaciones internacionales de la OMS bastó para enclaustrarnos. Un gobierno que podemos asegurar no estuvo a la altura que la situación de salud demandaba. Gobernantes de unos estados con sus ideas, y el Primer Mandatario del país con otras, pronosticando fechas para el fin de la pandemia sin acierto y luego aventurándose a dar nuevas fechas cada vez más lejanas.

Hubo aciertos, si, también; pero errores muchos; la justificada inexperiencia por una lado ante un virus mortal para muchos, y la forma –con un matiz de política- para manejar la situación ante este tipo de sucesos dio como resultado varios tropiezos; en el largo tránsito de la virulencia, muchos perecieron, y otros más quedaron sin algún familiar o compañero víctimas del covid-19.

Por eso ahora cuando las autoridades nos dicen que el semáforo cambio de rojo a naranja, es como un verdadero respiro… un aliciente que nos devuelve la esperanza… esa que nos ayuda a que resurja la ilusión de volver a vivir como antes de la pandemia; de salir al balneario con la familia o por qué no, a la playa. ¿Será posible? Quizá aún no sea el momento; sigamos cerrando filas para evitar un rebrote y no nos vayamos con la inercia de que por decirnos que estamos en el color naranja, quiera esto decir que vencimos al covid-19.

¿Qué llegará primero a nuestro México… la vacuna anticovid-19, o la cura natural? ¿Iremos a estar los que aún estamos? o por el contrario, ¿no nos tocará conocer el desenlace de este suceso mundial?

Como sea, es importante no haber transitado la pandemia como una aventura histórica, sino como un poderoso motivo de reflexión. Debió habernos dejado una lección, acaso un verdadero escarmiento para toda la humanidad; que al menos algo bueno debió haber provocado en nuestra persona como tal.

Tuvimos que haber crecido como seres humanos y escuchado que nos gritaba que en algún aspecto de nuestra vida no íbamos bien, que reconsideráramos algo, que nos sacudiera para recordarnos que somos débiles, falibles e incluso mortales; que hay cosas maravillosas por las cuales vivir y que a veces olvidamos como a la familia misma. Sin embargo, sorprendentemente también otros tantos demostraron todo lo contrario; sacaron su versión más detestable, inmoral y ruin de su persona y por consiguiente lo despreciables que llegan a ser, distinguiéndose por su “no respeto” a la humanidad, por ejemplo aquellos que buscaron amedrentar al grueso de la población con falsas noticias abonando así a la ya de por sí difícil situación de temor en que se vio envuelto el mundo entero respecto del coronavirus, o peor aún, aquellos que pretendieron hacer su agosto valiéndose de la epidemia con la firma de contratos millonarios para la venta de ventiladores imprescindibles para superar la crisis de salud a un auténtico sobreprecio, esos sí se convirtieron quizá en los seres más despreciables de México, pero que afortunadamente de nada les sirvió dado que fueron evidenciados y por consecuencia muy a su pesar, se les rescindieron dichos contratos.

Hagamos votos pues para que no estemos en presencia de una “mentira piadosa” que nos prometa el primer paso hacia la liberación de la pandemia, sino que verdaderamente sea el principio del fin de este flagelo que todos hemos padecido. oem-elsol-de-irapuato@hotmail.com