/ miércoles 13 de octubre de 2021

SOPA DE LETRAS

Ayudar al prójimo es una acción que conlleva una cierta dosis de esfuerzo en cierta manera; y ayudar en tiempos difíciles como los que hemos estado viviendo de pandemia se torna aún más complejo.

Por lo general una ayuda se brinda a cambio de alguna contraprestación que en la mayor de las veces es económica; sin embargo cuando se presta sin que medie una remuneración de esa naturaleza o de alguna otra ganancia material, ésta se convierte en lo que conocemos como altruismo.




Cuando se auxilia a alguien de forma desinteresada, sin esperar nada a cambio, cuando no hay más que un incentivo moral o espiritual para ayudar a alguien estamos en presencia del genuino altruismo.

Son pocas las personas que -salvo que se trate de algún familiar cercano- sienten esa necesidad acaso exigencia interna o del espíritu por querer ver que su prójimo no tenga carencias que lo opriman; es esa caridad que pocos individuos llegan a poseer de forma natural y desprendida, olvidándose incluso de sí mismos y sin buscar el reconocimiento propio ni la devolución sino solamente el ver sonreír a una persona que ha mitigado su dolor o solventado su carencia.



Ciertamente el género humano desde que tal es, ha tenido que solucionar sus necesidades ya sean colectivas y/o individuales; siempre menesteroso de alguien que lo ayude a levantarse en sus caídas, en sus tropiezos para poder sobrevivir; dicho de otro modo: “nadie somos autosuficientes”. Si no fuera por la ayuda inicialmente de nuestros padres y posteriormente de nuestros múltiples y diversos semejantes simplemente nos sería imposible haber seguido viviendo; "todos precisamos de todos", ésta es una regla general y miente quien asegura lo contrario.

Es la señora Lupita una de esas personas que realiza una obra de vida en el prójimo. Sí, su obra ha sido llevar ayuda diversa a quien ha visto que tiene necesidad de alguien que le tienda la mano. Así se le ve en hospitales, o visitando enfermos en casas particulares, consiguiendo medicamentos, interviniendo en situaciones críticas de personas con muchas necesidades, o llevando alimentos a migrantes o a familiares de enfermos internados en hospitales.

Esas acciones caritativas las viene haciendo hace ya varios años. Todo comenzó a partir de que un familiar cercano a ella enfermó. Vio y vivió muy de cerca las necesidades y dificultades que enfrenta un enfermo y sus familiares. Tuvo que sobreponerse y sortear toda clase de problemas –incluso para poder ayudar, pero, con su tenacidad lo ha logrado. De ahí que no cesa en su lucha para seguir auxiliando en la medida de sus posibilidades a gente ajena a ella, pero con iguales necesidades que todos.



Ropa, medicamentos, palabras de aliento, vamos, una mano que llega en el momento más oportuno, cuándo la ayuda moral o en especie precisa, ahí ha estado la señora Lupita… convocando amistades, vecinos, y a todas aquellas personas de buena fe que al igual que ella quieran aligerar la carga de aquellos que sienten no poder más.

Nos hemos dado cuenta de que Lupita nunca lucra ni saca provecho, ni espera nada a cambio sino que ha hecho de su actividad altruista una costumbre que se arraiga día a día en sus sentimientos… una actividad que al paso del tiempo si volteara para atrás vería una larga estela de personas que tuvieron ese oportuno sostén en los momentos más difíciles de su vida, esa mano que ayudó a levantar al débil caído.

No obstante de contar con un trabajo diverso, Lupita se da tiempo para continuar con su labores humanitarias.

El galardón quizá no lo tenga en esta vida, pero ella gustosa de ayudar a la gente conjuntamente con su comitiva que lidera se da por bien servida. Así es, un pequeñísimo semblante de la Señora Lupita cuyos apellidos omitimos. Ojalá en este mundo hubieran más personas comprometidas con sus semejantes, que se sensibilizaran ante el dolor de sus hermanos, porque todos tarde que temprano necesitaremos de todos.

Nos congratulamos en dedicar estás sencillas líneas a gente verdaderamente valiosa que ayuda sin más interés que el bienestar de sus semejantes y ojalá que este tipo de labores tuvieran un justo y merecido reconocimiento de todos, más allá de unas simples palabras.

Ayudar al prójimo es una acción que conlleva una cierta dosis de esfuerzo en cierta manera; y ayudar en tiempos difíciles como los que hemos estado viviendo de pandemia se torna aún más complejo.

Por lo general una ayuda se brinda a cambio de alguna contraprestación que en la mayor de las veces es económica; sin embargo cuando se presta sin que medie una remuneración de esa naturaleza o de alguna otra ganancia material, ésta se convierte en lo que conocemos como altruismo.




Cuando se auxilia a alguien de forma desinteresada, sin esperar nada a cambio, cuando no hay más que un incentivo moral o espiritual para ayudar a alguien estamos en presencia del genuino altruismo.

Son pocas las personas que -salvo que se trate de algún familiar cercano- sienten esa necesidad acaso exigencia interna o del espíritu por querer ver que su prójimo no tenga carencias que lo opriman; es esa caridad que pocos individuos llegan a poseer de forma natural y desprendida, olvidándose incluso de sí mismos y sin buscar el reconocimiento propio ni la devolución sino solamente el ver sonreír a una persona que ha mitigado su dolor o solventado su carencia.



Ciertamente el género humano desde que tal es, ha tenido que solucionar sus necesidades ya sean colectivas y/o individuales; siempre menesteroso de alguien que lo ayude a levantarse en sus caídas, en sus tropiezos para poder sobrevivir; dicho de otro modo: “nadie somos autosuficientes”. Si no fuera por la ayuda inicialmente de nuestros padres y posteriormente de nuestros múltiples y diversos semejantes simplemente nos sería imposible haber seguido viviendo; "todos precisamos de todos", ésta es una regla general y miente quien asegura lo contrario.

Es la señora Lupita una de esas personas que realiza una obra de vida en el prójimo. Sí, su obra ha sido llevar ayuda diversa a quien ha visto que tiene necesidad de alguien que le tienda la mano. Así se le ve en hospitales, o visitando enfermos en casas particulares, consiguiendo medicamentos, interviniendo en situaciones críticas de personas con muchas necesidades, o llevando alimentos a migrantes o a familiares de enfermos internados en hospitales.

Esas acciones caritativas las viene haciendo hace ya varios años. Todo comenzó a partir de que un familiar cercano a ella enfermó. Vio y vivió muy de cerca las necesidades y dificultades que enfrenta un enfermo y sus familiares. Tuvo que sobreponerse y sortear toda clase de problemas –incluso para poder ayudar, pero, con su tenacidad lo ha logrado. De ahí que no cesa en su lucha para seguir auxiliando en la medida de sus posibilidades a gente ajena a ella, pero con iguales necesidades que todos.



Ropa, medicamentos, palabras de aliento, vamos, una mano que llega en el momento más oportuno, cuándo la ayuda moral o en especie precisa, ahí ha estado la señora Lupita… convocando amistades, vecinos, y a todas aquellas personas de buena fe que al igual que ella quieran aligerar la carga de aquellos que sienten no poder más.

Nos hemos dado cuenta de que Lupita nunca lucra ni saca provecho, ni espera nada a cambio sino que ha hecho de su actividad altruista una costumbre que se arraiga día a día en sus sentimientos… una actividad que al paso del tiempo si volteara para atrás vería una larga estela de personas que tuvieron ese oportuno sostén en los momentos más difíciles de su vida, esa mano que ayudó a levantar al débil caído.

No obstante de contar con un trabajo diverso, Lupita se da tiempo para continuar con su labores humanitarias.

El galardón quizá no lo tenga en esta vida, pero ella gustosa de ayudar a la gente conjuntamente con su comitiva que lidera se da por bien servida. Así es, un pequeñísimo semblante de la Señora Lupita cuyos apellidos omitimos. Ojalá en este mundo hubieran más personas comprometidas con sus semejantes, que se sensibilizaran ante el dolor de sus hermanos, porque todos tarde que temprano necesitaremos de todos.

Nos congratulamos en dedicar estás sencillas líneas a gente verdaderamente valiosa que ayuda sin más interés que el bienestar de sus semejantes y ojalá que este tipo de labores tuvieran un justo y merecido reconocimiento de todos, más allá de unas simples palabras.