Pensábamos hace no tantos meses, que nos hallábamos en un mundo más estable, alejados, por cuenta de la diplomacia eficaz y de un sistema económico hegemónico, del panorama actual: una guerra en suelo europeo donde el agresor, Rusia, no sólo posee el mayor arsenal nuclear del mundo, sino que columbra la posibilidad de utilizarlo: hace semanas lo mantiene en alerta. Para aumentar el escalamiento del conflicto, los miembros de la OTAN anunciaron que han activado sus defensas “contra ataques con armas químicas, biológicas y nucleares”, y no cesan de proponer medidas económicas o de proveer armas convencionales al campo de batalla.
Hemos regresado a la dinámica esencial de la Guerra Fría, y por más que México ha buscado deslindarse esta semana, dos ejemplos ilustran la poca seriedad y alcance de miras de nuestras relaciones exteriores; por una parte, la conformación de un grupo de amistad con Rusia de algunos congresistas mexicanos, que recibió una dura y merecida crítica de opinión pública. Por otra, y para recordarnos aquella frase atribuida a Porfirio Díaz, el discurso del embajador en México de nuestro vecino del norte, donde reiteró que estamos demasiado cerca de su país como para pensar en alternativas. Porque no parece haber alternativas a la bipolaridad actual (Occidente enfrentado a Rusia-China), y entre más se dilate la guerra, a mayores problemas e inestabilidad estará enfrentado el dictador Putin con el consecuente riesgo para el resto del planeta.
Por la forma en que se han comportado las potencias hasta el momento me pregunto, ¿es esta una guerra calculada para debilitar de forma decisiva al actual régimen ruso, sacarlo del camino e integrar posteriormente a Rusia a la órbita occidental? ¿Qué papel podría jugar China ante un posible colapso ruso? La utilización de armas no empleadas anteriormente en ningún conflicto, como los misiles hipersónicos, o el despliegue de otros con capacidad intercontinental en Corea del Norte, multiplican los riesgos de que esto salga aún peor. Parece no existir límite para la pleonexia imperialista en búsqueda de recursos no renovables.
México y Ucrania saben bien lo que significa dormir junto a un gigante, puede reportar grandes ventajas o volverse en tu contra. A una escala microscópica, los habitantes de la comunidad Juan Martín de Guanajuato lo viven a diario: no importa que vivan junto a la gigantesca planta automotriz de la Honda Motor Company (HMC), la violencia los trata igual o peor que a cualquier ciudadano en los terrenos disputados por los grupos delictivos que dicen poseer nuestro estado: el pasado domingo desaparecieron a Teresita Torres Miranda, candidata a delegada. Luego, apareció en una de sus calles el cadáver de una mujer con el rostro desfigurado por ácido. Un día después, se hallaron calcinados siete miembros de una banda de músicos locales, uno de ellos tenía tan sólo 15 años. Nunca tan cerca, pero tan lejos de la seguridad que se desvive por proteger a la inversión extranjera. No creo que sea un asunto sólo de distancias geográficas: la guerra la seguimos viviendo aquí, aunque volteemos hacia otro lado.
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