/ domingo 12 de agosto de 2018

V I C I S I T U D E S

LA UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO, ¡ ES LA UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO ¡

Por: Armando Hernández Origel

Es muy probable que nos percatemos constantemente que muy pocas personas acepten que se les “mande” a realizar determinada actividad, y esto es normal porque se viene dando desde nuestra casa cuando estábamos pequeños.

Hemos escuchado por igual la expresión, “desde que tengo uso de razón”, queriendo decir con ello, que cuando nos viene el recuerdo de lo que hacíamos, ya sabíamos lo que seguía cuando recibíamos una orden, un mandato para acatar o efectuar alguna actividad o tarea que nos fuera conferida.

Desde niños lo hemos hecho y vivido, y de grandes lo hemos tenido que hacer, porque así lo establecen los mandos jerárquicos. Sin embargo, para todos estos casos siempre habrá una razón para que unos manden y otros obedezcan; unos dirijan y otros realicen; es un principio ineludible que todos debemos aceptar y experimentar.

¿Recuerda usted amable lector cómo eran las indicaciones, las órdenes o mandatos que le pedían sus papás para que hiciera algo? ¿Recuerda qué pasaba si lo hacía, pero no lo realizaba como se lo pedían, o, más aún, si no lo hacía?

Seguramente vendrán a su mente ciertas cosas que llegó a hacer, pero también hubo otras que por más que se lo pidieran, simplemente no las hacía. Pregunta: ¿Había alguna consecuencia si no llevaba a cabo determinada tarea? Plenamente convencido que así era.

Pues lo mismo pasa cuando estamos en nuestro trabajo, en nuestras labores cotidianas, en donde a algunos les toca coordinar, motivar o mandar porque está dentro de sus funciones, si es que éstas están delimitadas, mientras que a otros les toca, como llegan a decir ellos mismos, “bailar con la más fea” porque tienen que hacer lo que se les está pidiendo. Cuidado conque les manden hacer algo que no está dentro de sus funciones porque entonces si se quejarán de todo o pondrán el grito en el cielo.

En el ámbito educativo sucede lo mismo porque los alumnos que son inquietos, y a los que les cuesta acatar disposiciones disciplinarias, saben que deben respetar las mismas y realizar lo que les están solicitando, pero siempre hacen lo contrario, como queriendo llevar la contra.

Esto es entendible porque muchas veces las llamadas de atención en casa les priva de tener más gusto por las tareas que se les confieren, pero si no las hacen serán regañados y hasta castigados, pues es lo mismo cuando están en la escuela porque quieren hacer en ella lo que no les permiten en sus casas.

Por desgracia se van a enfrentar con un mundo al que consideran hostil, porque piensan que siempre se les está atacando. Ellos buscan hacer cosas fuera de los límites que hay en casa, pero en la escuela se encuentran con el mismo fenómeno, frustrando quizá algunas formas de desarrollarse mejor como personas.

En el trabajo sucede algo parecido puesto que infinidad de ocasiones se enfrentan las empresas o instituciones a grandes problemas de relaciones interpersonales porque quien manda quiere que todo se haga como está en los cánones, y quien los hace siempre culpa a los superiores porque se les está exigiendo hacer de más de lo que les toca.

Ante esta situación, entre quien coordina, manda, y quien realiza, subordinado, la problemática se acentúa cuando de los pares resulta que uno de ellos ha sido ascendido y tendrá ahora que “lidiar” con sus compañeros, porque a pocos les gusta que un compañero, su par, haya crecido y que esté al frente de ellos dándoles desde ese momento órdenes.

Pero habrá muchos, quizá la gran mayoría, que se sentirán incómodos e incomodarán al compañero porque le estarán tirando y haciendo difícil su caminar en su nueva responsabilidad, porque cómo puede ser que ahora uno de ellos les tenga que coordinar, mandar o dirigir las acciones que antes, como suelen decir, “ni ellos mismos realizaban”.

Comentan: “Uno que era igual a mí ahora resulta que es autoridad, que es mi jefe y me quiere mandar”. Lo que no han entendido es que su par, que era “igual que ellos”, pues la verdad es que no lo era tanto porque sus habilidades, cualidades, entrega, profesionalismo y preparación fueron haciendo la diferencia para ascender y trascender en su vida laboral, familiar y personal.

Este tipo de tendencias laborables que son de lo más común, pueden provocar, sin habérselo propuesto, que el medio ambiente laboral se distorsione, se descomponga y los resultados que de ellos se esperan pasan a segundo término o definitivamente se van al traste.

Se tiene que trabajar en ambos casos para que se dé una atmósfera de trabajo ideal para que tanto el que manda como el que ejecuta se sientan seguros de lo que están haciendo, se sientan seguros de que su trabajo será reconocido si se logran las metas, o se ha trabajado para lograrlas, aunque no se hayan obtenido los resultados deseados.

No sé si les ha pasado mis ambles lectores, que cuando ustedes llegan a una determinada dependencia, industria, empresa, institución, escuela o negocio, casi de forma inmediata constatan el ambiente laboral que en ella existe, porque se demuestra desde que uno es atendido por quien sea o esté a la mano, o también por la falta de atención cuando usted llega y no es recibido ni atendido por nadie, a pesar de que están más de tres personas en ese lugar para hacerlo.

Esto nos demuestra que las relaciones de una institución son clave para que de ellas se hable bien, y se vuelvan las miradas hacia ellos, porque todos atienden y no se llega a notar quien es quién, y eso es fabuloso porque a pesar de las diferencias entre el jefe y el subordinado, éstas no se notan porque todos trabajan por igual, y eso amerita nuestro aplauso y reconocimiento.

Siempre habrá quien mande y quien ejecute. En casa, de papás a hijos; familiares mayores a menores, de tías a sobrinos, y así nos podríamos ir. En el trabajo por igual siempre habrá quien esté a la cabeza coordinando, mandando, y quien esté en la parte operativa, haciendo lo encomendado.

Importantísimo es conservar el ánimo y entablar una comunicación directa y de buen entendimiento entre quienes dirigen, coordinan o mandan, con su personal que con gusto hará lo que le pidan sin menoscabar tiempos y sacrificios.

Quiero comentarles mis queridos lectores que en días pasados visité las instalaciones de DICIVA, que se encuentran en lo que conocemos como Ex Hacienda del Copal, y logré percibir un dejo de insatisfacción de algunas de las personas con las que me encontré y con las que pude platicar, lo mismo entre los alumnos, porque me dio la impresión de que les falta mayor atención humana, personal, es decir, mayor sensibilidad para relacionarse entre ellos, a pesar de que estaban comenzando clases.

El clima laboral no se siente fortalecido, pudiendo ser esto por la cantidad de personal de diferentes áreas y disciplinas del conocimiento con el que se cuenta. Algunos se veían taciturnos y cabizbajos; pensativos y apesadumbrados. Pude preguntar a uno de ellos cómo andaba, y su respuesta no fue nada halagadora, comentándome: “pues aquí chambeando como siempre, haciéndonos todos bolas, cada quien llevando agua para su molino y tratando de cuidarnos unos de otros para no ser señalados; trabajamos muy aislados y cada quien en lo suyo”.

Sólo estuve unas dos horas en las instalaciones, pero fueron suficientes para percatarme de que no todo anda bien, como lo señalan quienes están al frente de nuestra Casa de Estudios. Es una percepción personal que puede estar totalmente errónea y fuera de todo contexto y realidad; habrá quienes dirán lo contrario.

Algo que quiero remarcar es que cada vez que tengo la oportunidad de ir para el Copal, me he encontrado sobre el camino, casi llegando a lo que en realidad fue la Ex Hacienda, con una enorme y larga alcantarilla que va de banqueta a banqueta, misma que está totalmente dañada, rota, y que pone en peligro a quienes todos los días transitan por dicho logar, que seguro estoy son los que más.

Quizá no le competa a la autoridad universitaria el que tenga que repararla, por aquello de las partidas presupuestales, pero lo que SÍ le compete es hacer los trámites necesarios ante la autoridad municipal para que dicha “trampa” sea reparada.

Acaban de tener una ceremonia oficial de entrega de nuevas instalaciones y equipos, por lo que espero que nuestras autoridades universitarias que hayan asistido, si es que entraron o las llevaron por esa entrada, se hayan percatado de lo que aquí comento, sobre todo mi estimado amigo Luis Felipe Guerrero Agripino, Rector General.

Además de ser un riesgo enorme y constante para los transeúntes y automovilistas, es una pésima imagen para nuestra Universidad de Guanajuato. Por igual están las calles, las cuales están dañadas y descuidadas, y díganme lo que me digan, pero la Universidad de Guanajuato es la UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO y hay que cuidar todos los detalles, desde la infraestructura hasta la calidad y calidez humana en los que se tienen que dirigir recíprocamente todos sus agremiados.

Mis estimados lectores, el Señor les dé su paz.

Armando Hernández Origel

Director del Consorcio Educativo de Líderes en Negocios.

10 de agosto de 2018


LA UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO, ¡ ES LA UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO ¡

Por: Armando Hernández Origel

Es muy probable que nos percatemos constantemente que muy pocas personas acepten que se les “mande” a realizar determinada actividad, y esto es normal porque se viene dando desde nuestra casa cuando estábamos pequeños.

Hemos escuchado por igual la expresión, “desde que tengo uso de razón”, queriendo decir con ello, que cuando nos viene el recuerdo de lo que hacíamos, ya sabíamos lo que seguía cuando recibíamos una orden, un mandato para acatar o efectuar alguna actividad o tarea que nos fuera conferida.

Desde niños lo hemos hecho y vivido, y de grandes lo hemos tenido que hacer, porque así lo establecen los mandos jerárquicos. Sin embargo, para todos estos casos siempre habrá una razón para que unos manden y otros obedezcan; unos dirijan y otros realicen; es un principio ineludible que todos debemos aceptar y experimentar.

¿Recuerda usted amable lector cómo eran las indicaciones, las órdenes o mandatos que le pedían sus papás para que hiciera algo? ¿Recuerda qué pasaba si lo hacía, pero no lo realizaba como se lo pedían, o, más aún, si no lo hacía?

Seguramente vendrán a su mente ciertas cosas que llegó a hacer, pero también hubo otras que por más que se lo pidieran, simplemente no las hacía. Pregunta: ¿Había alguna consecuencia si no llevaba a cabo determinada tarea? Plenamente convencido que así era.

Pues lo mismo pasa cuando estamos en nuestro trabajo, en nuestras labores cotidianas, en donde a algunos les toca coordinar, motivar o mandar porque está dentro de sus funciones, si es que éstas están delimitadas, mientras que a otros les toca, como llegan a decir ellos mismos, “bailar con la más fea” porque tienen que hacer lo que se les está pidiendo. Cuidado conque les manden hacer algo que no está dentro de sus funciones porque entonces si se quejarán de todo o pondrán el grito en el cielo.

En el ámbito educativo sucede lo mismo porque los alumnos que son inquietos, y a los que les cuesta acatar disposiciones disciplinarias, saben que deben respetar las mismas y realizar lo que les están solicitando, pero siempre hacen lo contrario, como queriendo llevar la contra.

Esto es entendible porque muchas veces las llamadas de atención en casa les priva de tener más gusto por las tareas que se les confieren, pero si no las hacen serán regañados y hasta castigados, pues es lo mismo cuando están en la escuela porque quieren hacer en ella lo que no les permiten en sus casas.

Por desgracia se van a enfrentar con un mundo al que consideran hostil, porque piensan que siempre se les está atacando. Ellos buscan hacer cosas fuera de los límites que hay en casa, pero en la escuela se encuentran con el mismo fenómeno, frustrando quizá algunas formas de desarrollarse mejor como personas.

En el trabajo sucede algo parecido puesto que infinidad de ocasiones se enfrentan las empresas o instituciones a grandes problemas de relaciones interpersonales porque quien manda quiere que todo se haga como está en los cánones, y quien los hace siempre culpa a los superiores porque se les está exigiendo hacer de más de lo que les toca.

Ante esta situación, entre quien coordina, manda, y quien realiza, subordinado, la problemática se acentúa cuando de los pares resulta que uno de ellos ha sido ascendido y tendrá ahora que “lidiar” con sus compañeros, porque a pocos les gusta que un compañero, su par, haya crecido y que esté al frente de ellos dándoles desde ese momento órdenes.

Pero habrá muchos, quizá la gran mayoría, que se sentirán incómodos e incomodarán al compañero porque le estarán tirando y haciendo difícil su caminar en su nueva responsabilidad, porque cómo puede ser que ahora uno de ellos les tenga que coordinar, mandar o dirigir las acciones que antes, como suelen decir, “ni ellos mismos realizaban”.

Comentan: “Uno que era igual a mí ahora resulta que es autoridad, que es mi jefe y me quiere mandar”. Lo que no han entendido es que su par, que era “igual que ellos”, pues la verdad es que no lo era tanto porque sus habilidades, cualidades, entrega, profesionalismo y preparación fueron haciendo la diferencia para ascender y trascender en su vida laboral, familiar y personal.

Este tipo de tendencias laborables que son de lo más común, pueden provocar, sin habérselo propuesto, que el medio ambiente laboral se distorsione, se descomponga y los resultados que de ellos se esperan pasan a segundo término o definitivamente se van al traste.

Se tiene que trabajar en ambos casos para que se dé una atmósfera de trabajo ideal para que tanto el que manda como el que ejecuta se sientan seguros de lo que están haciendo, se sientan seguros de que su trabajo será reconocido si se logran las metas, o se ha trabajado para lograrlas, aunque no se hayan obtenido los resultados deseados.

No sé si les ha pasado mis ambles lectores, que cuando ustedes llegan a una determinada dependencia, industria, empresa, institución, escuela o negocio, casi de forma inmediata constatan el ambiente laboral que en ella existe, porque se demuestra desde que uno es atendido por quien sea o esté a la mano, o también por la falta de atención cuando usted llega y no es recibido ni atendido por nadie, a pesar de que están más de tres personas en ese lugar para hacerlo.

Esto nos demuestra que las relaciones de una institución son clave para que de ellas se hable bien, y se vuelvan las miradas hacia ellos, porque todos atienden y no se llega a notar quien es quién, y eso es fabuloso porque a pesar de las diferencias entre el jefe y el subordinado, éstas no se notan porque todos trabajan por igual, y eso amerita nuestro aplauso y reconocimiento.

Siempre habrá quien mande y quien ejecute. En casa, de papás a hijos; familiares mayores a menores, de tías a sobrinos, y así nos podríamos ir. En el trabajo por igual siempre habrá quien esté a la cabeza coordinando, mandando, y quien esté en la parte operativa, haciendo lo encomendado.

Importantísimo es conservar el ánimo y entablar una comunicación directa y de buen entendimiento entre quienes dirigen, coordinan o mandan, con su personal que con gusto hará lo que le pidan sin menoscabar tiempos y sacrificios.

Quiero comentarles mis queridos lectores que en días pasados visité las instalaciones de DICIVA, que se encuentran en lo que conocemos como Ex Hacienda del Copal, y logré percibir un dejo de insatisfacción de algunas de las personas con las que me encontré y con las que pude platicar, lo mismo entre los alumnos, porque me dio la impresión de que les falta mayor atención humana, personal, es decir, mayor sensibilidad para relacionarse entre ellos, a pesar de que estaban comenzando clases.

El clima laboral no se siente fortalecido, pudiendo ser esto por la cantidad de personal de diferentes áreas y disciplinas del conocimiento con el que se cuenta. Algunos se veían taciturnos y cabizbajos; pensativos y apesadumbrados. Pude preguntar a uno de ellos cómo andaba, y su respuesta no fue nada halagadora, comentándome: “pues aquí chambeando como siempre, haciéndonos todos bolas, cada quien llevando agua para su molino y tratando de cuidarnos unos de otros para no ser señalados; trabajamos muy aislados y cada quien en lo suyo”.

Sólo estuve unas dos horas en las instalaciones, pero fueron suficientes para percatarme de que no todo anda bien, como lo señalan quienes están al frente de nuestra Casa de Estudios. Es una percepción personal que puede estar totalmente errónea y fuera de todo contexto y realidad; habrá quienes dirán lo contrario.

Algo que quiero remarcar es que cada vez que tengo la oportunidad de ir para el Copal, me he encontrado sobre el camino, casi llegando a lo que en realidad fue la Ex Hacienda, con una enorme y larga alcantarilla que va de banqueta a banqueta, misma que está totalmente dañada, rota, y que pone en peligro a quienes todos los días transitan por dicho logar, que seguro estoy son los que más.

Quizá no le competa a la autoridad universitaria el que tenga que repararla, por aquello de las partidas presupuestales, pero lo que SÍ le compete es hacer los trámites necesarios ante la autoridad municipal para que dicha “trampa” sea reparada.

Acaban de tener una ceremonia oficial de entrega de nuevas instalaciones y equipos, por lo que espero que nuestras autoridades universitarias que hayan asistido, si es que entraron o las llevaron por esa entrada, se hayan percatado de lo que aquí comento, sobre todo mi estimado amigo Luis Felipe Guerrero Agripino, Rector General.

Además de ser un riesgo enorme y constante para los transeúntes y automovilistas, es una pésima imagen para nuestra Universidad de Guanajuato. Por igual están las calles, las cuales están dañadas y descuidadas, y díganme lo que me digan, pero la Universidad de Guanajuato es la UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO y hay que cuidar todos los detalles, desde la infraestructura hasta la calidad y calidez humana en los que se tienen que dirigir recíprocamente todos sus agremiados.

Mis estimados lectores, el Señor les dé su paz.

Armando Hernández Origel

Director del Consorcio Educativo de Líderes en Negocios.

10 de agosto de 2018


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