/ sábado 12 de enero de 2019

V I C I S I T U D E S

Por: Armando Hernández Origel

Nunca debe dejar uno de leer diariamente por muchas ocupaciones que se tengan, pues el leer nos abre un panorama diverso de la vida, porque cada línea que se lee nos deja siempre una reflexión, una enseñanza, pero sobre todo un gran aprendizaje.

He tenido la fortuna de tratar a personas que siempre leen y que comparten lo que han leído para que otras tengan la oportunidad de crecer de forma recíproca, y más aún he conocido personas que mencionan que hay tanta sabiduría en lo que leen que no se cansan de releer la misma lectura, porque cada vez que lo hacen la interpretación y el mensaje complementan al anterior o se percatan de algo que con la primera lectura no habían captado.

Quizá para algunos sea aburrido el darse un tiempo para leer, porque pensarán que es un tiempo perdido, pero qué equivocados están, porque al leer, lo que sea, siempre les abrirá una visión más completa de las VICISITUDES de la vida, no digamos la de otros, sino la de su propia vida.

Cualquier pretexto es bueno para tomarse un espacio del tiempo para leer algunas líneas que llamen la atención, pudiendo ser desde una palabra, una frase, un párrafo o un texto de distinta magnitud, porque siempre habrá algo que sacar y hacer productivo en el acontecer de nuestra vida.

Si de niños nos inculcan el hábito de la lectura, o vemos a alguno de nuestros papás, abuelos, tíos o hermanos mayores leer, seguro estoy que sin darnos cuenta dicho hábito pasará a ser parte nuestra, trayendo consigo el que nos habituemos a leer, y cuando hagamos esto ya nada nos sorprenderá, ni a nosotros mismos ni a los que conviven con nosotros.

Leer en familia es tan bueno como platicar en familia porque nos permite conocer nuestros puntos de vista, las concordancias que tenemos o la disparidad en como enfocamos las cosas, teniendo un matiz especial para comentar la lectura o para tratar alguna problemática familiar que nos aqueje y sin quererlo nos oprima o nos haga sentir mal, porque sencillamente no lo hablamos.

Recordé que en una ocasión leyendo a John Powell, hablaba sobre una historia, que hasta donde sé es real, de lo que sucede en Hawái con las familias, cuando se reúnen para dirimir sus diferencias, sus inquietudes, sus problemas o malos entendidos.

Él menciona que, según las costumbres y cultura, utilizan un ritual familiar para corregir sus diferencias o para evitar suspicacias o malos entendidos, deseando siempre aclarar todo lo que pasa en familia y seguir manteniendo unas relaciones armoniosas.

Hace referencia que cuando se convoca a una reunión familiar, se trata de incluir en ella todo tipo asuntos a tratar, tomando en cuenta todo aquello que pueda fortalecerla, desde comenzar con una oración, como el de mencionar algunas cosas tristes que la persona o personas traen consigo y que les inquieta. Consideran que, si han llegado a ofender a alguien de su familia, pueda ser ese el momento para pedir disculpas o hasta el perdón.

Este tipo de reuniones se programaban al menos una vez al año, pero si era necesario lo podían hacer cuando existiese algún problema que se tuviese que resolver para que todos estuvieran en paz, más aún los involucrados.

Este tipo de ritual familiar daba inicio con una oración para pedirle al Creador su ayuda e iluminación para tratar con objetividad y sinceridad los asuntos para los cuales habían sido convocados; se necesitaba y se pedía a Dios que les permitiera hablar con la verdad, aunque ésta doliera.

Una vez realizada la oración, cada quien, pero sobre todo los afectados e involucrados, comenzaban a hacer una especie de confesión donde hablaban de sus malas acciones, de las ofensas que habían hecho a algún otro familiar, del resentimiento que tenían hacia alguno de ellos o de malos pensamientos que habían cruzado por sus mentes.

Si había algo que se tuviese que resolver se tenía que hacer en aquella reunión o en su defecto se daban un tiempo para volverse a reunir y solventar las diferencias o problemas que se habían planteado, para que todo se aclarara y reinara la paz y la armonía entre todos en la familia.

Se llegaba al grado de comentarse que, si alguien había ofendido, molestado e inquietado a algún miembro de la familia, las dos partes tenían que estar presentes en la reunión, pero si quien había cometido el agravio no deseaba resolverlo y no se hacía presente en la misma, pues entonces no podía seguir siendo miembro de la familia.

Se pedía perdón a quien se había ofendido, pero a su vez se pedía perdón a toda la familia, ya que, si el ofendido y la familia daban ese perdón, la persona se sentía liberada de sus errores y todo lo que traían dentro de sí.

Si todo se resolvía favorablemente ya no se volvía a tocar ese asunto, porque lo daban como terminado, y ya no se vuelve a mencionar para nada.

Desconozco en lo personal si aún hoy en día se sigue viviendo este ritual familiar en el pueblo hawaiano, pero lo que sí recuerdo es que ellos siempre tenían en cuenta que la ayuda de Dios era importante y básica para resolver toda problemática que se ocasionara en familia, y que así como iniciaban con una oración sus reuniones, de la misma manera las terminaban, ya que para ellos era clave que la paz y la armonía reinara en sus hogares, en su familia con sus seres queridos.

Mis estimados lectores, nunca será tarde para desearnos un excelente Año Nuevo Dos Mil Diecinueve. Que Sea nuestro Buen Padre Jesús y Nuestra Buena Madre María, quienes rijan, guíen y conduzcan nuestro caminar.

Mantengamos nuestro corazón en paz y quedémonos en la luz y en el amor a Dios, ya que de esa manera todo a nuestro alrededor estará en calma. El Señor les colme de bendiciones y les dé su paz.


Por: Armando Hernández Origel

Nunca debe dejar uno de leer diariamente por muchas ocupaciones que se tengan, pues el leer nos abre un panorama diverso de la vida, porque cada línea que se lee nos deja siempre una reflexión, una enseñanza, pero sobre todo un gran aprendizaje.

He tenido la fortuna de tratar a personas que siempre leen y que comparten lo que han leído para que otras tengan la oportunidad de crecer de forma recíproca, y más aún he conocido personas que mencionan que hay tanta sabiduría en lo que leen que no se cansan de releer la misma lectura, porque cada vez que lo hacen la interpretación y el mensaje complementan al anterior o se percatan de algo que con la primera lectura no habían captado.

Quizá para algunos sea aburrido el darse un tiempo para leer, porque pensarán que es un tiempo perdido, pero qué equivocados están, porque al leer, lo que sea, siempre les abrirá una visión más completa de las VICISITUDES de la vida, no digamos la de otros, sino la de su propia vida.

Cualquier pretexto es bueno para tomarse un espacio del tiempo para leer algunas líneas que llamen la atención, pudiendo ser desde una palabra, una frase, un párrafo o un texto de distinta magnitud, porque siempre habrá algo que sacar y hacer productivo en el acontecer de nuestra vida.

Si de niños nos inculcan el hábito de la lectura, o vemos a alguno de nuestros papás, abuelos, tíos o hermanos mayores leer, seguro estoy que sin darnos cuenta dicho hábito pasará a ser parte nuestra, trayendo consigo el que nos habituemos a leer, y cuando hagamos esto ya nada nos sorprenderá, ni a nosotros mismos ni a los que conviven con nosotros.

Leer en familia es tan bueno como platicar en familia porque nos permite conocer nuestros puntos de vista, las concordancias que tenemos o la disparidad en como enfocamos las cosas, teniendo un matiz especial para comentar la lectura o para tratar alguna problemática familiar que nos aqueje y sin quererlo nos oprima o nos haga sentir mal, porque sencillamente no lo hablamos.

Recordé que en una ocasión leyendo a John Powell, hablaba sobre una historia, que hasta donde sé es real, de lo que sucede en Hawái con las familias, cuando se reúnen para dirimir sus diferencias, sus inquietudes, sus problemas o malos entendidos.

Él menciona que, según las costumbres y cultura, utilizan un ritual familiar para corregir sus diferencias o para evitar suspicacias o malos entendidos, deseando siempre aclarar todo lo que pasa en familia y seguir manteniendo unas relaciones armoniosas.

Hace referencia que cuando se convoca a una reunión familiar, se trata de incluir en ella todo tipo asuntos a tratar, tomando en cuenta todo aquello que pueda fortalecerla, desde comenzar con una oración, como el de mencionar algunas cosas tristes que la persona o personas traen consigo y que les inquieta. Consideran que, si han llegado a ofender a alguien de su familia, pueda ser ese el momento para pedir disculpas o hasta el perdón.

Este tipo de reuniones se programaban al menos una vez al año, pero si era necesario lo podían hacer cuando existiese algún problema que se tuviese que resolver para que todos estuvieran en paz, más aún los involucrados.

Este tipo de ritual familiar daba inicio con una oración para pedirle al Creador su ayuda e iluminación para tratar con objetividad y sinceridad los asuntos para los cuales habían sido convocados; se necesitaba y se pedía a Dios que les permitiera hablar con la verdad, aunque ésta doliera.

Una vez realizada la oración, cada quien, pero sobre todo los afectados e involucrados, comenzaban a hacer una especie de confesión donde hablaban de sus malas acciones, de las ofensas que habían hecho a algún otro familiar, del resentimiento que tenían hacia alguno de ellos o de malos pensamientos que habían cruzado por sus mentes.

Si había algo que se tuviese que resolver se tenía que hacer en aquella reunión o en su defecto se daban un tiempo para volverse a reunir y solventar las diferencias o problemas que se habían planteado, para que todo se aclarara y reinara la paz y la armonía entre todos en la familia.

Se llegaba al grado de comentarse que, si alguien había ofendido, molestado e inquietado a algún miembro de la familia, las dos partes tenían que estar presentes en la reunión, pero si quien había cometido el agravio no deseaba resolverlo y no se hacía presente en la misma, pues entonces no podía seguir siendo miembro de la familia.

Se pedía perdón a quien se había ofendido, pero a su vez se pedía perdón a toda la familia, ya que, si el ofendido y la familia daban ese perdón, la persona se sentía liberada de sus errores y todo lo que traían dentro de sí.

Si todo se resolvía favorablemente ya no se volvía a tocar ese asunto, porque lo daban como terminado, y ya no se vuelve a mencionar para nada.

Desconozco en lo personal si aún hoy en día se sigue viviendo este ritual familiar en el pueblo hawaiano, pero lo que sí recuerdo es que ellos siempre tenían en cuenta que la ayuda de Dios era importante y básica para resolver toda problemática que se ocasionara en familia, y que así como iniciaban con una oración sus reuniones, de la misma manera las terminaban, ya que para ellos era clave que la paz y la armonía reinara en sus hogares, en su familia con sus seres queridos.

Mis estimados lectores, nunca será tarde para desearnos un excelente Año Nuevo Dos Mil Diecinueve. Que Sea nuestro Buen Padre Jesús y Nuestra Buena Madre María, quienes rijan, guíen y conduzcan nuestro caminar.

Mantengamos nuestro corazón en paz y quedémonos en la luz y en el amor a Dios, ya que de esa manera todo a nuestro alrededor estará en calma. El Señor les colme de bendiciones y les dé su paz.


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