/ miércoles 27 de mayo de 2020

V I C I S I T U D E S

UN GRAN SER HUMANO


Hola, muy buen día les esté dando Nuestro Buen Padre Jesús y Nuestra Buena Madre María. Estoy de regreso y eso es lo más importante. Se me presentó un contratiempo, que no estaba dentro de mis planes, y requerí atender una necesidad familiar, que me hizo alejarme cuatro semanas de ustedes.

Quiero retomar mis colaboraciones, comenzando con un acontecimiento familiar que hace dos meses nos tocó vivir de forma personal y a la vez familiar. Justo cuando estaba comenzando este acontecimiento histórico que nos tiene pendiendo de un hilo, y que tanta incertidumbre está causando, mi señor Padre, Don Armando Hernández Conejo, fue llamado a la presencia de Dios Padre.

Él duró un buen tiempo convaleciendo de una enfermedad que se le estuvo tratando, y que a pesar de su edad se atendió de acuerdo con las indicaciones de los médicos que amable y humanamente lo estuvieron acompañando en todo su proceso, tratando de que recuperara su ritmo habitual, y viviera con una buena calidad de vida. Desde que se enfermó y comenzó a cuidársele, siempre se trató de darle la mejor atención y cuidados, teniendo en su momento dos licenciados en enfermería que le auxiliaban en sus cuidados paliativos, mismos que ayudaban con su preparación y formación académica a mis hermanas y hermano que se hicieron cargo de él, en diferentes momentos de su convalecencia. Jamás se quedó solo; siempre había alguien con él, tanto de día como de noche.

Varias veces tuvo que ser internado, por diversas circunstancias relacionadas con su enfermedad, y siempre salió bien librado. Sin embargo, una vez que salió de la última vez que se hospitalizó, fue difícil que se recuperara como uno lo hubiese deseado. Lo dieron de alta y lo llevamos a casa, donde un día de la penúltima semana de marzo, exhaló su último aliento.

Fue justo cuando se comenzaba con el aislamiento social en el que aún nos encontramos sumergidos, por lo que fue difícil que todos los que lo conocían, entre familiares, amigos y compañeros, lo acompañaran en su velación. Su misa fue especial, pues, aunque estuvimos pocos, y de dos en cada banca, de acuerdo con las indicaciones del sacerdote, fue una eucaristía muy profunda y sentida, donde estuvimos los que teníamos que estar, y donde se expresó lo que se tenía que decir.

Partió dentro de una experiencia histórica que quedará grabada en la mente e historia de la humanidad, pero no falleció a causa de ello, como alguien me lo preguntó. Su deceso dolió, porque su presencia física nos hace falta. Sabemos que espiritualmente caminará todos los días y a todas horas al lado nuestro. Él ya está con su esposa, nuestra Mamá Coco, y con un hermano nuestro que falleció siendo un bebé. Nosotros lo amamos y disfrutamos mucho cuando estuvo con nosotros y ahora los tres, estarán, juntos y contentos, cuidándonos desde el cielo. Fue un buen esposo, un buen padre, un buen hijo, hermano, amigo y ser humano. Lo extrañamos, pero sabemos que está en un mejor lugar, y eso nos tranquiliza y nos da fortaleza para seguir luchando y enfrentando el mundo como él lo hizo y como él, con sus acciones y con su ejemplo, nos enseñó. Estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz.

UN GRAN SER HUMANO


Hola, muy buen día les esté dando Nuestro Buen Padre Jesús y Nuestra Buena Madre María. Estoy de regreso y eso es lo más importante. Se me presentó un contratiempo, que no estaba dentro de mis planes, y requerí atender una necesidad familiar, que me hizo alejarme cuatro semanas de ustedes.

Quiero retomar mis colaboraciones, comenzando con un acontecimiento familiar que hace dos meses nos tocó vivir de forma personal y a la vez familiar. Justo cuando estaba comenzando este acontecimiento histórico que nos tiene pendiendo de un hilo, y que tanta incertidumbre está causando, mi señor Padre, Don Armando Hernández Conejo, fue llamado a la presencia de Dios Padre.

Él duró un buen tiempo convaleciendo de una enfermedad que se le estuvo tratando, y que a pesar de su edad se atendió de acuerdo con las indicaciones de los médicos que amable y humanamente lo estuvieron acompañando en todo su proceso, tratando de que recuperara su ritmo habitual, y viviera con una buena calidad de vida. Desde que se enfermó y comenzó a cuidársele, siempre se trató de darle la mejor atención y cuidados, teniendo en su momento dos licenciados en enfermería que le auxiliaban en sus cuidados paliativos, mismos que ayudaban con su preparación y formación académica a mis hermanas y hermano que se hicieron cargo de él, en diferentes momentos de su convalecencia. Jamás se quedó solo; siempre había alguien con él, tanto de día como de noche.

Varias veces tuvo que ser internado, por diversas circunstancias relacionadas con su enfermedad, y siempre salió bien librado. Sin embargo, una vez que salió de la última vez que se hospitalizó, fue difícil que se recuperara como uno lo hubiese deseado. Lo dieron de alta y lo llevamos a casa, donde un día de la penúltima semana de marzo, exhaló su último aliento.

Fue justo cuando se comenzaba con el aislamiento social en el que aún nos encontramos sumergidos, por lo que fue difícil que todos los que lo conocían, entre familiares, amigos y compañeros, lo acompañaran en su velación. Su misa fue especial, pues, aunque estuvimos pocos, y de dos en cada banca, de acuerdo con las indicaciones del sacerdote, fue una eucaristía muy profunda y sentida, donde estuvimos los que teníamos que estar, y donde se expresó lo que se tenía que decir.

Partió dentro de una experiencia histórica que quedará grabada en la mente e historia de la humanidad, pero no falleció a causa de ello, como alguien me lo preguntó. Su deceso dolió, porque su presencia física nos hace falta. Sabemos que espiritualmente caminará todos los días y a todas horas al lado nuestro. Él ya está con su esposa, nuestra Mamá Coco, y con un hermano nuestro que falleció siendo un bebé. Nosotros lo amamos y disfrutamos mucho cuando estuvo con nosotros y ahora los tres, estarán, juntos y contentos, cuidándonos desde el cielo. Fue un buen esposo, un buen padre, un buen hijo, hermano, amigo y ser humano. Lo extrañamos, pero sabemos que está en un mejor lugar, y eso nos tranquiliza y nos da fortaleza para seguir luchando y enfrentando el mundo como él lo hizo y como él, con sus acciones y con su ejemplo, nos enseñó. Estimados lectores, el Señor les bendiga y les dé su paz.

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