/ domingo 14 de enero de 2018

V I C I S I T U D E S

ESCUCHO PASOS Y LUEGO LUEGO VOLTEO

Por: Armando Hernández Origel

“Escucho pasos y luego luego volteo”, fue la expresión que me compartió una señora cuando hablando con ella me comentó que cada vez se le hace más difícil salir a la calle, porque siempre va con la inquietud de ser asaltada y que le saquen un susto, y más se preocupa cuando alguno de sus hijos tiene que salir a traerle un mandado, ya que la inseguridad se sigue viendo y sintiendo en la ciudad.

Me decía que cómo extrañaba el que antes se pudiera sentar afuera de su casa a ver pasar a las personas, saludar a los vecinos o simplemente para distraerse, y que ahora eso parece imposible, porque no sabe uno en qué momento mínimo las van a espantar.

Me decía que cuando tiene la necesidad de barrer el frente de su casa siempre está alerta con las personas que pasen cerca de ella, primero para detenerse y no echarles el polvo encima, pero también para no ser sorprendida por alguien que la quiera asaltar.

Sé que es el cuento de nunca acabar, pero mientras siga prevaleciendo seguiremos insistiendo en que se debe hacer algo de forma conjunta para resolver los problemas tan fuertes que tenemos sobre la seguridad.

Así como sucede con la señora, sucede con la mayor parte de la población porque ya no sabe uno por donde le llega el ramalazo, es decir, siempre estamos con el pendiente al salir de casa o de ver salir a nuestros familiares de la misma.

Por desgracia esto no es sólo por la noche sino que lo peor es que se sigue dando en las diferentes horas del día. Podrán ser las seis, las ocho, diez de la mañana; podrán ser las cuatro siete o nueve de la noche, y si es más tarde pues ni se diga, el pendiente es el mismo mientras uno ande en la calle.

Basta leer el periódico todos los días para darnos cuenta de las increíbles verdades que tenemos, y no quiere decir que nuestras autoridades no se dan cuenta, sino que no se ha encontrado una solución más viable y real de cómo atender esta gran problemática que nos aqueja.

Seguro estoy que la mayoría de mis amigos y compañeros colaboradores de este prestigiado diario y medio de comunicación, más de alguna vez, más, menos, hemos dirigido quizá, al menos un renglón para tocar este tema, esta problemática, y esto trae con ello la dificultad de buscar soluciones viables para apoyarnos entre todos.

Ya no se puede estar seguro en ninguna parte, y quizá muchos tenemos historias que contar, no tanto porque les haya pasado a otras personas, amigos, familiares o compañeros, sino que le haya pasado a uno mismo. Lo importante es cuidarse.

Hace algunas semanas que nos comentó un amigo y compañero de trabajo que estando en una tienda de autoservicio, mientras él o alguno de sus familiares se bajaban de su auto para dirigirse a comprar algunas cosas, su mamá se quedó en el auto para esperarlos, pero mientras ellos hacían sus compras, su mamá estaba siendo asaltada.

Cuando ellos regresan al auto su mamá les comenta lo acontecido, lo que se habían llevado de sus pertenencias, pero lo más delicado, y que quizá los delincuentes no han valorado mucho cuando hacen sus fechorías, es que además de causar un mal en los bienes de los ciudadanos, causan un problema de salud por el susto que se haya vivido. Nadie vio ni se dio cuenta de nada, aún y con todo y vigilantes.

¿En realidad no verían nada los que cuidan los carros o se hicieron de la vista gorda para no meterse en problemas con los delincuentes? Ellos saben, que si los denuncian, tarde que temprano saldrán y se irán contra ellos, pues ya saben donde trabajan. ¿Convendrá denunciarlos o detenerlos?. La respuesta nuestra sería que ¡Por supuesto!, para eso están; la respuesta de ellos, será que no, para que meterse en broncas.

A finales de diciembre un sobrino mío fue asaltado cuando bajaba de su auto a comprar unas cosas en una tienda. Cuando bajaba fue abordado por unos tipos que le pidieron que les abriera el carro para quitarle lo que en él traía.

Mi sobrino quiso “hablar” con ellos, para “convencerlos” de que no traía nada. Éstos no le hicieron caso, le quitaron lo que llevaba él, pero además, como no quiso abrir su auto, éstos le rompieron un cristal y se llevaron lo poco que traía. Mi sobrino resguardo su vida, pero el susto y el coraje nadie se lo quita.

Hace unos días supe que iba una señorita por nuestra calle, seguramente dirigiéndose a su trabajo pues fue por la mañana, cuando de pronto fue cercada por dos tipos que iban en una motocicleta. Se acercaron a ella, le quitaron su bolso y su celular y cuando lo hicieron, como cobardes emprendieron su huida. La chica se puso a llorar, se dio la media vuelta y regresó seguramente a su casa.

Se ha de haber sentido ultrajada, impotente y molesta ante el hecho vivido. Primero porque le quitaron sus pertenencias, segundo porque no pudo hacer nada, tercero porque tal vez ya no se presentó a trabajar o llegó tarde a su centro de labores, pero también por el mal sabor de boca que acababa de vivir tan temprano. ¡Qué mal se siente uno ante estos hechos tan deprimentes!.

Hay que cuidarse uno mismo y cuidar su patrimonio, sus bienes, aun a costa de lastimar al resto de la ciudadanía, pero más de alguno diríamos: primero estoy yo, después yo y al último yo, o lo que es lo mismo, primero está mi familia, después mi familia y al último mi familia, y me explico.

Hoy los nuevos fraccionamientos ya se están construyendo no como calles principales o calles tradicionales sino como privadas, por aquello de la seguridad. Sean terrenos o casas, las nuevas adquisiciones se tienen que proteger desde ahora para que haya candados de seguridad vecinal, pensando siempre en resguardar los bienes patrimoniales.

Eso me hace pensar que aun proyectándonos a futuro nos percatamos y visualizamos como que las cosas no mejorarán o, tal vez, no lo sabemos, empeorarán, porque ahora cuando se vende siempre se piensa en bardas perimetrales para estar más salvaguardados, por lo que estamos considerando que a futuro las cosas no mejorarán. Esa es la lectura que hago, porque muchas veces decimos que las “cosas empeorarán” o la triste expresión de “y lo que viene o está por venir”. Y Eso no debería de ser, pero por desgracia, lo es.

Eso es en cuanto a los nuevos fraccionamientos, pero qué decir de los viejos, de los de antaño que ya están cerrando sus calles, ingresando sólo los que en ellos viven o esperando a que les abran a los visitantes para que puedan accesar, como es el caso del Fraccionamiento Españita que ya está cercado por todos lados.

Es entendible la postura de los inquilinos de esa colonia porque están viendo por ellos, y a determinadas horas pueden dejar las rejas abiertas, pero ya sea por la noche o por la madrugada se encierran en su mundo y que ruede el resto de la gente.

No digo que esté mal pues ahí viven y así lo han decidido todos ellos, y seguramente si estuviéramos en condiciones de hacerlo, la mayoría de la ciudadanía lo haría, porque no son calles principales.

No me imagino calles de la Colonia Miguel Hidalgo o del Fraccionamiento Morelos o Guerrero cerrado y cercado para que nadie entre. Eso sería imposible, porque es una zona más popular y quizá con menos recursos económicos pero, eso, dadas las condiciones que estamos viviendo podría estar justificado.

¿Las autoridades municipales, desarrollo urbano, lo permite, está dentro de lo permisible?¿Se imaginan cercadas todas las calles de Irapuato porque cada quien quiere resguardad sus bienes?. Pues a eso se puede llegar, ilusoriamente.

No hay día que no veamos en nuestro diario cosas desagradables, y no porque nuestro diario quiera hacerlo sino porque se presta una información a la ciudadanía para que estemos más conscientes de lo que estamos haciendo o lo que está pasando a nuestro alrededor.

¿Qué pasaría si no se nos informara nada o no nos diéramos cuenta de lo que acontece en nuestra ciudad o en nuestro país o en el mundo entero?. Tal vez estaríamos marginados.

Hay quienes dicen que prefieren no ver el periódico o las noticias por la televisión porque están llenas de puras cosas negativas, tristes, violentas y desmotivantes, pero el hecho de que no las vean no quiere decir que no existan o que no estén pasando.

Cada quien es libre de hacerlo o no, pero depende en mucho del criterio o de la madurez que se tenga para leer, comprender y equilibrar lo que pasa a nuestro alrededor.

Es como las telenovelas, como los programas de televisión que no nos gustan, pues así de simple, si no nos gustan, pues no los vemos y se acabó el asunto.

Si no les gustan las telenovelas pues no las vean. Qué la televisión esclaviza o maniata a la gente, pues depende de lo que se quiera ver y disfrutar, y así es el mundo del periodismo, uno quiere ver lo que desea y lo que no pues hay que pasarlo de largo, porque la información es para todos y créanme que en todo hay cosas buenas que debemos saber aprovechar.

Es cierto que se extrema en la presentación de los hechos delictivos, pero seguro estoy que muchas veces ese tipo de información nos ha permitido conocer ciertas cosas o hechos que no sabíamos, y más cuando se ha tratado de personas conocidas, cercanas o no a nosotros.

Lo que comencé comentado es probable que no haya salido en el periódico pero son hechos reales, como puede haber muchos cotidianamente y que no son del todo conocidos, por una sencilla razón, no han sido publicados porque no se han denunciado o porque no se ha sabido de ellos, pero existen y eso es lo más delicado; es una realidad.

Cada quien por su rumbo, por su barrio, se percata de hechos que han lastimado a sus vecinos, a su seguridad, a sus bienes y se siente uno impotente de no poder hacer nada.

Hoy en día se dice que determinadas colonias son muy conflictivas y que en algunas otras se presentan mayor número de incidentes delictivos, y se preguntan porque se han vuelto así, si antes no lo eran.

¿Por donde adquirir una nueva vivienda donde se pueda vivir más en paz?, pues es difícil de decidir, porque hoy la gente comenta que ya no hay zonas, áreas o fraccionamientos seguros porque en todos las lados se presentan hechos delictivos, aun y cuando tienen su propia guardia de seguridad, entonces, ¿Qué hacer?, ¿Por dónde vivir?¿Por dónde andar?. Triste, pero real.

¿A qué debe dedicarse uno para no ser asaltado o violentado?. Si pones un negocio, ya lo piensas dos veces porque además de la competencia que hay en ese ramo, te enfrentas a que también tienes que estar pensando en cómo resguardar lo que en él tienes.

Estás pensando en cámaras de vigilancia; estás pensando en algún guardia de seguridad; estás pensando en enrejarte, encarcelado en tu propio negocio, y es triste ver que la gran mayoría de dichos negocios ya están enrejados para verse menos violentados.

Nuestras casas cada vez están más llenas de cercas de protección porque no queremos que haya intrusos y que nos saquen un susto o que nos lastimen en nuestra intimidad familiar; nuestras puertas ya no tienen cerraduras normales sino que estás gastando más para poner cerraduras de seguridad. Te estás protegiendo; no hay de otra.

Ya no quieres salir a bicicletear porque corres el riesgo que llegue alguien y te quite tu bicicleta, quitándote el gusto o la intención de ejercitarte o de acudir a algún lugar a comprar algo porque ya no sabes si cuando regreses tu bicicleta aún esté donde la dejaste.

No puedes dejar nada a la vista dentro de tu auto porque seguramente te lo cristalearán y se llevarán lo que hayan visto, trayendo consigo una pérdida de tiempo y un gasto para reparar el cristal amolado.

Qué decir de los compañeros taxistas que a todas horas han sido asaltados por gente que en apariencia ya no tienen facha de delincuentes sino por personas bien vestidas, que llevan mejores ropas y sin más ni más realizan el atraco.

Conozco a tres personas cercanas, que son taxistas, que en diferentes momentos del día y por diferentes rumbos han sido asaltados quitándoles la cuenta del día, asustándose y poniendo en riesgo su salud por el mal rato que les hicieron pasar, porque les pusieron un cuchillo en la garganta o les colocaron un arma de fuego en el cuello. ¡Qué amargas experiencias tienen que vivir ahora para poder llevar el sustento a casa!.

Lo peor del caso es que tratas de salir con menos pertenecías o menos dinero a la calle por aquello de que te asalten, y si los delincuentes ven que no llevas nada encima, por lo que he sabido y escuchado, ahora resulta que de coraje por no haberte quitado nada, también cometen un hecho doloso lastimándote en tu integridad física.

Qué decir de los estudiantes que van o vienen de la escuela con su mochila, con sus útiles escolares o con sus celulares, y también son agredidos por los maleantes, sin tocarse el corazón ni pensando en el sacrificio que han hecho los propios jóvenes y sus papás para comprarles las cosas que necesitan para sus estudios.

Se pueden imaginar ustedes mis estimados lectores como una persona con el esfuerzo del día, con el sudor de su frente, espera a que llegue la quincena, la catorcena o la semana para que le paguen y con mucho emoción vaya al súper o al mercado a comprar los víveres que necesita para que su familia coma, se alimente y disfrute de lo que le llega a casa, y que cuando va por la calle con la despensa bien dispuesta, esta persona es asaltada, y la dejan con las manos vacías,. ¿Se imaginan esa escena?¿Y si fueran ustedes, cómo responderían, qué harían?.

Todos estamos sumergidos en esta problemática y necesitamos salir de ella. El tiempo pasa y LAS COSAS DEBEN MEJORAR, JAMÁS EMPEORAR. Da la impresión de estar maniatados a lo que los delincuentes hagan porque si uno se defiende tiene que enfrentar a la justicia, a las autoridades, porque los delincuentes se sienten agredidos, y a los dos los tienen que atender por igual, con los consabidos sinsabores, malos ratos, angustia y pérdida de tiempo. ¡No sabe uno cómo vayan a acabar las cosas!.

¿Y qué decir de las comunidades rurales?. Pues que en todos lados se cuecen habas, ya que andan en las mismas. En antaño se vivía más tranquilo en ellas pero hoy en día también están viviendo la sintomatología de la delincuencia, ya sea cometida por algunos de sus pobladores o por otras personas de comunidades vecinas, que se aprovechan para ir a delinquir a lugares donde no viven.

Me comentaba una señora de una comunidad cercana al entronque entre Abasolo y Cuerámaro, que un día viajaba con uno de sus hijos en una motocicleta y que de buenas a primera se le acercaron dos tipos en otra moto y que les dijeron que se bajaran y les dieran lo que traían. De centavos no se llevaron nada pero si les quitaron su medio de transporte, por lo que tuvieron que regresar a su casa a pie.

Tiempo después uno de las familiares se dio cuenta que unos repartidores de tortillas traían la motocicleta robada y se lo comentó al dueño de la moto, quienes juntos decidieron ir a su encuentro.

Cuando se toparon con los repartidores de tortillas, les dijeron que la moto que traían era de ellos, que se las habían robado. Como era de esperarse les dijeron que no se las entregarían, ya que ellos se la habían comprado a unos cuates suyos, y que se les habían ofrecido muy barata.

El dueño les dijo que no, que esa moto era suya y que tenía los papeles para comprobarlo, preguntándoles por igual si ellos también tenían papeles de la moto. La respuesta fue que no, pero que de todos modos no se la entregarían.

Llegó el momento en que el dueño de la moto les pidió que por las buenas se las regresaran porque si no lo hacían no los dejarían ir y llamarían a la policía y al delegado, y la cosa sería peor para ellos.

Cuando los repartidores de tortillas comprobaron que el dueño de la unidad tenía razón, y más cuando revisaron los papeles, no les quedó otra que entregárselas, comentando que ellos se arreglarían con quienes se las había vendido. Todo de aclaró y la moto regresó a sus verdaderos dueños, pero no todo el tiempo es así. Quién sabe que haya pasado entre los ladrones y quienes compraron lo robado, sin saberlo.

Así como eso se dan incidentes en que se meten a las casas cuando ven que no hay nadie, a pesar de que conocen a los dueños, y eso no se vale. Ya tampoco en los ranchos, en las comunidades rurales, está la gente tranquila.

Mis queridos y amables lectores, mientras haya quien vea telenovelas, se seguirán produciendo telenovelas; mientras haya quien vea películas de terror, de violencia y otras cosas, se seguirán produciendo; mientras haya quien compre, habrá quien venda, pues así de sencillo nos ubicamos en la línea de la delincuencia.

Nadie quiere que lo roben, entonces por qué comprar algo robado cuando vemos personas que adquieren celulares, tapas para rines u otro tipo de objetos de dudosa procedencia y a muy bajo valor. ¿Cómo corregir este mal social que nos corroe?¿Cómo dejar de robar, de delinquir, cómo hacerlo?. Creo que la respuesta la podemos dar, sugerir todos, de acuerdo a lo que pensamos y visualizamos en nuestras propias realidades.

Hay un pensamiento muy sencillo pero muy profundo, de autor desconocido, anónimo, que nos ubica en la realidad que tenemos y que muchos no quieren ver, sobre todo quienes están de momento en el poder, y cuyas responsabilidades sociales están en sus manos, éste dice: “La realidad nos abre los ojos”.

Nosotros como sociedad tenemos mucho que hacer porque no podemos pensar que en nuestras autoridades está la respuesta; es muy ingenuo pensarlo de esa manera. Tenemos, todos, la obligación de asumir responsabilidades conjuntas.

Mis estimados lectores, el Señor les dé su paz.

 

Armando Hernández Origel

El Maestro de la Seguridad

12 de enero de 2018

 

 

ESCUCHO PASOS Y LUEGO LUEGO VOLTEO

Por: Armando Hernández Origel

“Escucho pasos y luego luego volteo”, fue la expresión que me compartió una señora cuando hablando con ella me comentó que cada vez se le hace más difícil salir a la calle, porque siempre va con la inquietud de ser asaltada y que le saquen un susto, y más se preocupa cuando alguno de sus hijos tiene que salir a traerle un mandado, ya que la inseguridad se sigue viendo y sintiendo en la ciudad.

Me decía que cómo extrañaba el que antes se pudiera sentar afuera de su casa a ver pasar a las personas, saludar a los vecinos o simplemente para distraerse, y que ahora eso parece imposible, porque no sabe uno en qué momento mínimo las van a espantar.

Me decía que cuando tiene la necesidad de barrer el frente de su casa siempre está alerta con las personas que pasen cerca de ella, primero para detenerse y no echarles el polvo encima, pero también para no ser sorprendida por alguien que la quiera asaltar.

Sé que es el cuento de nunca acabar, pero mientras siga prevaleciendo seguiremos insistiendo en que se debe hacer algo de forma conjunta para resolver los problemas tan fuertes que tenemos sobre la seguridad.

Así como sucede con la señora, sucede con la mayor parte de la población porque ya no sabe uno por donde le llega el ramalazo, es decir, siempre estamos con el pendiente al salir de casa o de ver salir a nuestros familiares de la misma.

Por desgracia esto no es sólo por la noche sino que lo peor es que se sigue dando en las diferentes horas del día. Podrán ser las seis, las ocho, diez de la mañana; podrán ser las cuatro siete o nueve de la noche, y si es más tarde pues ni se diga, el pendiente es el mismo mientras uno ande en la calle.

Basta leer el periódico todos los días para darnos cuenta de las increíbles verdades que tenemos, y no quiere decir que nuestras autoridades no se dan cuenta, sino que no se ha encontrado una solución más viable y real de cómo atender esta gran problemática que nos aqueja.

Seguro estoy que la mayoría de mis amigos y compañeros colaboradores de este prestigiado diario y medio de comunicación, más de alguna vez, más, menos, hemos dirigido quizá, al menos un renglón para tocar este tema, esta problemática, y esto trae con ello la dificultad de buscar soluciones viables para apoyarnos entre todos.

Ya no se puede estar seguro en ninguna parte, y quizá muchos tenemos historias que contar, no tanto porque les haya pasado a otras personas, amigos, familiares o compañeros, sino que le haya pasado a uno mismo. Lo importante es cuidarse.

Hace algunas semanas que nos comentó un amigo y compañero de trabajo que estando en una tienda de autoservicio, mientras él o alguno de sus familiares se bajaban de su auto para dirigirse a comprar algunas cosas, su mamá se quedó en el auto para esperarlos, pero mientras ellos hacían sus compras, su mamá estaba siendo asaltada.

Cuando ellos regresan al auto su mamá les comenta lo acontecido, lo que se habían llevado de sus pertenencias, pero lo más delicado, y que quizá los delincuentes no han valorado mucho cuando hacen sus fechorías, es que además de causar un mal en los bienes de los ciudadanos, causan un problema de salud por el susto que se haya vivido. Nadie vio ni se dio cuenta de nada, aún y con todo y vigilantes.

¿En realidad no verían nada los que cuidan los carros o se hicieron de la vista gorda para no meterse en problemas con los delincuentes? Ellos saben, que si los denuncian, tarde que temprano saldrán y se irán contra ellos, pues ya saben donde trabajan. ¿Convendrá denunciarlos o detenerlos?. La respuesta nuestra sería que ¡Por supuesto!, para eso están; la respuesta de ellos, será que no, para que meterse en broncas.

A finales de diciembre un sobrino mío fue asaltado cuando bajaba de su auto a comprar unas cosas en una tienda. Cuando bajaba fue abordado por unos tipos que le pidieron que les abriera el carro para quitarle lo que en él traía.

Mi sobrino quiso “hablar” con ellos, para “convencerlos” de que no traía nada. Éstos no le hicieron caso, le quitaron lo que llevaba él, pero además, como no quiso abrir su auto, éstos le rompieron un cristal y se llevaron lo poco que traía. Mi sobrino resguardo su vida, pero el susto y el coraje nadie se lo quita.

Hace unos días supe que iba una señorita por nuestra calle, seguramente dirigiéndose a su trabajo pues fue por la mañana, cuando de pronto fue cercada por dos tipos que iban en una motocicleta. Se acercaron a ella, le quitaron su bolso y su celular y cuando lo hicieron, como cobardes emprendieron su huida. La chica se puso a llorar, se dio la media vuelta y regresó seguramente a su casa.

Se ha de haber sentido ultrajada, impotente y molesta ante el hecho vivido. Primero porque le quitaron sus pertenencias, segundo porque no pudo hacer nada, tercero porque tal vez ya no se presentó a trabajar o llegó tarde a su centro de labores, pero también por el mal sabor de boca que acababa de vivir tan temprano. ¡Qué mal se siente uno ante estos hechos tan deprimentes!.

Hay que cuidarse uno mismo y cuidar su patrimonio, sus bienes, aun a costa de lastimar al resto de la ciudadanía, pero más de alguno diríamos: primero estoy yo, después yo y al último yo, o lo que es lo mismo, primero está mi familia, después mi familia y al último mi familia, y me explico.

Hoy los nuevos fraccionamientos ya se están construyendo no como calles principales o calles tradicionales sino como privadas, por aquello de la seguridad. Sean terrenos o casas, las nuevas adquisiciones se tienen que proteger desde ahora para que haya candados de seguridad vecinal, pensando siempre en resguardar los bienes patrimoniales.

Eso me hace pensar que aun proyectándonos a futuro nos percatamos y visualizamos como que las cosas no mejorarán o, tal vez, no lo sabemos, empeorarán, porque ahora cuando se vende siempre se piensa en bardas perimetrales para estar más salvaguardados, por lo que estamos considerando que a futuro las cosas no mejorarán. Esa es la lectura que hago, porque muchas veces decimos que las “cosas empeorarán” o la triste expresión de “y lo que viene o está por venir”. Y Eso no debería de ser, pero por desgracia, lo es.

Eso es en cuanto a los nuevos fraccionamientos, pero qué decir de los viejos, de los de antaño que ya están cerrando sus calles, ingresando sólo los que en ellos viven o esperando a que les abran a los visitantes para que puedan accesar, como es el caso del Fraccionamiento Españita que ya está cercado por todos lados.

Es entendible la postura de los inquilinos de esa colonia porque están viendo por ellos, y a determinadas horas pueden dejar las rejas abiertas, pero ya sea por la noche o por la madrugada se encierran en su mundo y que ruede el resto de la gente.

No digo que esté mal pues ahí viven y así lo han decidido todos ellos, y seguramente si estuviéramos en condiciones de hacerlo, la mayoría de la ciudadanía lo haría, porque no son calles principales.

No me imagino calles de la Colonia Miguel Hidalgo o del Fraccionamiento Morelos o Guerrero cerrado y cercado para que nadie entre. Eso sería imposible, porque es una zona más popular y quizá con menos recursos económicos pero, eso, dadas las condiciones que estamos viviendo podría estar justificado.

¿Las autoridades municipales, desarrollo urbano, lo permite, está dentro de lo permisible?¿Se imaginan cercadas todas las calles de Irapuato porque cada quien quiere resguardad sus bienes?. Pues a eso se puede llegar, ilusoriamente.

No hay día que no veamos en nuestro diario cosas desagradables, y no porque nuestro diario quiera hacerlo sino porque se presta una información a la ciudadanía para que estemos más conscientes de lo que estamos haciendo o lo que está pasando a nuestro alrededor.

¿Qué pasaría si no se nos informara nada o no nos diéramos cuenta de lo que acontece en nuestra ciudad o en nuestro país o en el mundo entero?. Tal vez estaríamos marginados.

Hay quienes dicen que prefieren no ver el periódico o las noticias por la televisión porque están llenas de puras cosas negativas, tristes, violentas y desmotivantes, pero el hecho de que no las vean no quiere decir que no existan o que no estén pasando.

Cada quien es libre de hacerlo o no, pero depende en mucho del criterio o de la madurez que se tenga para leer, comprender y equilibrar lo que pasa a nuestro alrededor.

Es como las telenovelas, como los programas de televisión que no nos gustan, pues así de simple, si no nos gustan, pues no los vemos y se acabó el asunto.

Si no les gustan las telenovelas pues no las vean. Qué la televisión esclaviza o maniata a la gente, pues depende de lo que se quiera ver y disfrutar, y así es el mundo del periodismo, uno quiere ver lo que desea y lo que no pues hay que pasarlo de largo, porque la información es para todos y créanme que en todo hay cosas buenas que debemos saber aprovechar.

Es cierto que se extrema en la presentación de los hechos delictivos, pero seguro estoy que muchas veces ese tipo de información nos ha permitido conocer ciertas cosas o hechos que no sabíamos, y más cuando se ha tratado de personas conocidas, cercanas o no a nosotros.

Lo que comencé comentado es probable que no haya salido en el periódico pero son hechos reales, como puede haber muchos cotidianamente y que no son del todo conocidos, por una sencilla razón, no han sido publicados porque no se han denunciado o porque no se ha sabido de ellos, pero existen y eso es lo más delicado; es una realidad.

Cada quien por su rumbo, por su barrio, se percata de hechos que han lastimado a sus vecinos, a su seguridad, a sus bienes y se siente uno impotente de no poder hacer nada.

Hoy en día se dice que determinadas colonias son muy conflictivas y que en algunas otras se presentan mayor número de incidentes delictivos, y se preguntan porque se han vuelto así, si antes no lo eran.

¿Por donde adquirir una nueva vivienda donde se pueda vivir más en paz?, pues es difícil de decidir, porque hoy la gente comenta que ya no hay zonas, áreas o fraccionamientos seguros porque en todos las lados se presentan hechos delictivos, aun y cuando tienen su propia guardia de seguridad, entonces, ¿Qué hacer?, ¿Por dónde vivir?¿Por dónde andar?. Triste, pero real.

¿A qué debe dedicarse uno para no ser asaltado o violentado?. Si pones un negocio, ya lo piensas dos veces porque además de la competencia que hay en ese ramo, te enfrentas a que también tienes que estar pensando en cómo resguardar lo que en él tienes.

Estás pensando en cámaras de vigilancia; estás pensando en algún guardia de seguridad; estás pensando en enrejarte, encarcelado en tu propio negocio, y es triste ver que la gran mayoría de dichos negocios ya están enrejados para verse menos violentados.

Nuestras casas cada vez están más llenas de cercas de protección porque no queremos que haya intrusos y que nos saquen un susto o que nos lastimen en nuestra intimidad familiar; nuestras puertas ya no tienen cerraduras normales sino que estás gastando más para poner cerraduras de seguridad. Te estás protegiendo; no hay de otra.

Ya no quieres salir a bicicletear porque corres el riesgo que llegue alguien y te quite tu bicicleta, quitándote el gusto o la intención de ejercitarte o de acudir a algún lugar a comprar algo porque ya no sabes si cuando regreses tu bicicleta aún esté donde la dejaste.

No puedes dejar nada a la vista dentro de tu auto porque seguramente te lo cristalearán y se llevarán lo que hayan visto, trayendo consigo una pérdida de tiempo y un gasto para reparar el cristal amolado.

Qué decir de los compañeros taxistas que a todas horas han sido asaltados por gente que en apariencia ya no tienen facha de delincuentes sino por personas bien vestidas, que llevan mejores ropas y sin más ni más realizan el atraco.

Conozco a tres personas cercanas, que son taxistas, que en diferentes momentos del día y por diferentes rumbos han sido asaltados quitándoles la cuenta del día, asustándose y poniendo en riesgo su salud por el mal rato que les hicieron pasar, porque les pusieron un cuchillo en la garganta o les colocaron un arma de fuego en el cuello. ¡Qué amargas experiencias tienen que vivir ahora para poder llevar el sustento a casa!.

Lo peor del caso es que tratas de salir con menos pertenecías o menos dinero a la calle por aquello de que te asalten, y si los delincuentes ven que no llevas nada encima, por lo que he sabido y escuchado, ahora resulta que de coraje por no haberte quitado nada, también cometen un hecho doloso lastimándote en tu integridad física.

Qué decir de los estudiantes que van o vienen de la escuela con su mochila, con sus útiles escolares o con sus celulares, y también son agredidos por los maleantes, sin tocarse el corazón ni pensando en el sacrificio que han hecho los propios jóvenes y sus papás para comprarles las cosas que necesitan para sus estudios.

Se pueden imaginar ustedes mis estimados lectores como una persona con el esfuerzo del día, con el sudor de su frente, espera a que llegue la quincena, la catorcena o la semana para que le paguen y con mucho emoción vaya al súper o al mercado a comprar los víveres que necesita para que su familia coma, se alimente y disfrute de lo que le llega a casa, y que cuando va por la calle con la despensa bien dispuesta, esta persona es asaltada, y la dejan con las manos vacías,. ¿Se imaginan esa escena?¿Y si fueran ustedes, cómo responderían, qué harían?.

Todos estamos sumergidos en esta problemática y necesitamos salir de ella. El tiempo pasa y LAS COSAS DEBEN MEJORAR, JAMÁS EMPEORAR. Da la impresión de estar maniatados a lo que los delincuentes hagan porque si uno se defiende tiene que enfrentar a la justicia, a las autoridades, porque los delincuentes se sienten agredidos, y a los dos los tienen que atender por igual, con los consabidos sinsabores, malos ratos, angustia y pérdida de tiempo. ¡No sabe uno cómo vayan a acabar las cosas!.

¿Y qué decir de las comunidades rurales?. Pues que en todos lados se cuecen habas, ya que andan en las mismas. En antaño se vivía más tranquilo en ellas pero hoy en día también están viviendo la sintomatología de la delincuencia, ya sea cometida por algunos de sus pobladores o por otras personas de comunidades vecinas, que se aprovechan para ir a delinquir a lugares donde no viven.

Me comentaba una señora de una comunidad cercana al entronque entre Abasolo y Cuerámaro, que un día viajaba con uno de sus hijos en una motocicleta y que de buenas a primera se le acercaron dos tipos en otra moto y que les dijeron que se bajaran y les dieran lo que traían. De centavos no se llevaron nada pero si les quitaron su medio de transporte, por lo que tuvieron que regresar a su casa a pie.

Tiempo después uno de las familiares se dio cuenta que unos repartidores de tortillas traían la motocicleta robada y se lo comentó al dueño de la moto, quienes juntos decidieron ir a su encuentro.

Cuando se toparon con los repartidores de tortillas, les dijeron que la moto que traían era de ellos, que se las habían robado. Como era de esperarse les dijeron que no se las entregarían, ya que ellos se la habían comprado a unos cuates suyos, y que se les habían ofrecido muy barata.

El dueño les dijo que no, que esa moto era suya y que tenía los papeles para comprobarlo, preguntándoles por igual si ellos también tenían papeles de la moto. La respuesta fue que no, pero que de todos modos no se la entregarían.

Llegó el momento en que el dueño de la moto les pidió que por las buenas se las regresaran porque si no lo hacían no los dejarían ir y llamarían a la policía y al delegado, y la cosa sería peor para ellos.

Cuando los repartidores de tortillas comprobaron que el dueño de la unidad tenía razón, y más cuando revisaron los papeles, no les quedó otra que entregárselas, comentando que ellos se arreglarían con quienes se las había vendido. Todo de aclaró y la moto regresó a sus verdaderos dueños, pero no todo el tiempo es así. Quién sabe que haya pasado entre los ladrones y quienes compraron lo robado, sin saberlo.

Así como eso se dan incidentes en que se meten a las casas cuando ven que no hay nadie, a pesar de que conocen a los dueños, y eso no se vale. Ya tampoco en los ranchos, en las comunidades rurales, está la gente tranquila.

Mis queridos y amables lectores, mientras haya quien vea telenovelas, se seguirán produciendo telenovelas; mientras haya quien vea películas de terror, de violencia y otras cosas, se seguirán produciendo; mientras haya quien compre, habrá quien venda, pues así de sencillo nos ubicamos en la línea de la delincuencia.

Nadie quiere que lo roben, entonces por qué comprar algo robado cuando vemos personas que adquieren celulares, tapas para rines u otro tipo de objetos de dudosa procedencia y a muy bajo valor. ¿Cómo corregir este mal social que nos corroe?¿Cómo dejar de robar, de delinquir, cómo hacerlo?. Creo que la respuesta la podemos dar, sugerir todos, de acuerdo a lo que pensamos y visualizamos en nuestras propias realidades.

Hay un pensamiento muy sencillo pero muy profundo, de autor desconocido, anónimo, que nos ubica en la realidad que tenemos y que muchos no quieren ver, sobre todo quienes están de momento en el poder, y cuyas responsabilidades sociales están en sus manos, éste dice: “La realidad nos abre los ojos”.

Nosotros como sociedad tenemos mucho que hacer porque no podemos pensar que en nuestras autoridades está la respuesta; es muy ingenuo pensarlo de esa manera. Tenemos, todos, la obligación de asumir responsabilidades conjuntas.

Mis estimados lectores, el Señor les dé su paz.

 

Armando Hernández Origel

El Maestro de la Seguridad

12 de enero de 2018

 

 

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