/ miércoles 29 de septiembre de 2021

V I C I S I T U D E S

NOS PIDE DIGNIDAD, NO LIMOSNA

El domingo me compartieron una reflexión que trajo a mi memoria, las veces que uno escucha el pedir por las personas necesitadas, pero lo poco que se hace en realidad por ellas. Sé que hacer oración, es muy bueno, pero muchas veces se requiere actuar por parte nuestra para que nuestras oraciones sean más efectivas.

La reflexión comienza de la forma siguiente: “Dirigido a todas las religiones”. Dando pie de manera inmediata a la tremenda expresión, que debe mover al autoanálisis, de qué estamos haciendo y de cómo lo estamos haciendo, cuando se enuncia: “MUCHO ORAR Y POCO DAR, DE NADA SIRVE”.

Es muy común cuando hacemos oración o hacemos alguna petición al Señor, pedirle que dé de comer al hambriento, que dé vestido al desnudo y que atienda al necesitado, esperando que nuestro Buen Padre Dios lo haga, pero nos olvidamos de que ÉL no puede bajar del cielo a atender dichas plegarias, pero también sabemos que ÉL necesita de nosotros para que el necesitado pueda ser atendido, como un hermano más que habita en la misma tierra que nosotros habitamos, porque ésta, es de todos por igual. ÉL no baja del cielo porque nos tiene a nosotros para que veamos por nuestros semejantes que requieren de nuestro auxilio.

Es probable, que en más de una ocasión haya llegado a nuestras casas alguna persona, hombre o mujer, de distintas edades, o hasta familias, pidiendo se les apoye con algo parta comer, porque no han comido, y quizá, sin haber dimensionado las cosas, les negamos la puerta, el alimento, a pesar de que lo hallamos tenido, o simplemente les decimos que “hoy no, mañana sí, que mañana regresen”, pero ya para qué mañana, si el hambre la tienen hoy.

Si pedimos al Señor para que dé de comer al hambriento y los manda a nuestra casa y no lo atendemos, entonces estamos cayendo en una terrible contradicción e incongruencia, en un acto de insensibilidad, de inhumanidad y de falta de sentido común, en un acto no cristiano.

Su Santidad nos ha dicho: “El hambriento, a quien los estados deben prestar siempre atención, nos pide dignidad y no limosna. Mientras se habla de nuevos derechos, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana: NOS PIDE DIGNIDAD, NO LIMOSMA. Tal vez nos hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre. Duele constatar además que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la prioridad del mercado y por la preminencia de la ganancia, que han reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera”.

Los invito, estimados lectores, a conseguir la Encíclica del Papa Francisco “Fratelli Tutti”, y una vez que la tengan en su mano, los exhorto a que la lean a conciencia.

“La FE sin obras, es muerte”. Santiago 2:14. Bendiciones. Mtro. Armando.

NOS PIDE DIGNIDAD, NO LIMOSNA

El domingo me compartieron una reflexión que trajo a mi memoria, las veces que uno escucha el pedir por las personas necesitadas, pero lo poco que se hace en realidad por ellas. Sé que hacer oración, es muy bueno, pero muchas veces se requiere actuar por parte nuestra para que nuestras oraciones sean más efectivas.

La reflexión comienza de la forma siguiente: “Dirigido a todas las religiones”. Dando pie de manera inmediata a la tremenda expresión, que debe mover al autoanálisis, de qué estamos haciendo y de cómo lo estamos haciendo, cuando se enuncia: “MUCHO ORAR Y POCO DAR, DE NADA SIRVE”.

Es muy común cuando hacemos oración o hacemos alguna petición al Señor, pedirle que dé de comer al hambriento, que dé vestido al desnudo y que atienda al necesitado, esperando que nuestro Buen Padre Dios lo haga, pero nos olvidamos de que ÉL no puede bajar del cielo a atender dichas plegarias, pero también sabemos que ÉL necesita de nosotros para que el necesitado pueda ser atendido, como un hermano más que habita en la misma tierra que nosotros habitamos, porque ésta, es de todos por igual. ÉL no baja del cielo porque nos tiene a nosotros para que veamos por nuestros semejantes que requieren de nuestro auxilio.

Es probable, que en más de una ocasión haya llegado a nuestras casas alguna persona, hombre o mujer, de distintas edades, o hasta familias, pidiendo se les apoye con algo parta comer, porque no han comido, y quizá, sin haber dimensionado las cosas, les negamos la puerta, el alimento, a pesar de que lo hallamos tenido, o simplemente les decimos que “hoy no, mañana sí, que mañana regresen”, pero ya para qué mañana, si el hambre la tienen hoy.

Si pedimos al Señor para que dé de comer al hambriento y los manda a nuestra casa y no lo atendemos, entonces estamos cayendo en una terrible contradicción e incongruencia, en un acto de insensibilidad, de inhumanidad y de falta de sentido común, en un acto no cristiano.

Su Santidad nos ha dicho: “El hambriento, a quien los estados deben prestar siempre atención, nos pide dignidad y no limosna. Mientras se habla de nuevos derechos, el hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía, ser considerado en su condición, recibir una alimentación de base sana: NOS PIDE DIGNIDAD, NO LIMOSMA. Tal vez nos hemos preocupado demasiado poco de los que pasan hambre. Duele constatar además que la lucha contra el hambre y la desnutrición se ve obstaculizada por la prioridad del mercado y por la preminencia de la ganancia, que han reducido los alimentos a una mercancía cualquiera, sujeta a especulación, incluso financiera”.

Los invito, estimados lectores, a conseguir la Encíclica del Papa Francisco “Fratelli Tutti”, y una vez que la tengan en su mano, los exhorto a que la lean a conciencia.

“La FE sin obras, es muerte”. Santiago 2:14. Bendiciones. Mtro. Armando.