/ miércoles 16 de marzo de 2022

V I C I S I T U D E S

NO QUIEREN SER EXCLUÍDOS SINO TOMADOS EN CUENTA

Es importante saber escuchar porque sólo de esa manera podremos darnos cuenta quién es la persona que está frente a nosotros. Pero no sólo escuchar las palabras sino tambien “SABER ESCUCHAR”, los ademanes, los movimientos corporales y faciales, las lágrimas, las voces entrecortadas que se convierten en sólo sonidos, porque de esa forma sabremos que debemos escuchar con todo, y a todos.

Diariamente me encuentro en mi caminar con personas de la tercera edad, adultos mayores y ancianos, que son personas con mucha experiencia y sabiduría que deambulan por las calles, lugares de trabajo o esparcimiento de nuestra ciudad, realizando las actividades del día, programadas o improvisadas, pero que dan testimonio de su existencia.

No en todos los rostros se refleja felicidad, sino más bien preocupaciones, problemas, y, tal vez, incertidumbre de lo que está pasando en sus vidas, en su familia, si es que aún tienen algún pariente, o de aquellos que sólo esperan que pasen los días, las horas, para esperar el gran final. Ya no caminan erguidos, sino encorbados. Sus brazos y sus manos se vuelven temblorosas, para saludar, para realizar alguna compra, para pagar, o más aún para empacar lo que algún cliente puede llevar. Ya no escuchan del todo, pues preguntan cuando se les ha dado una respuesta, o se agachan para oír mejor.

Algunos comienzan a perder la vista, ya no ven con claridad; la brillantez de su mirada se ha perdido, y más de alguno padece de cataratas. Leer ya es difícil y deleitarse con los colores y la luz del día se presenta más complicado. Los movimientos de las manos, dedos, codos, antebrazos se hacen patentes cuando toman algo para moverlo o utilizarlo; ya no hay fuerza para levantar algunas cosas, pues su espalda les produce una mala jugada.

No todos cuentan con un hogar, una casa donde llegar o un lugar que sientan que es suyo, pues ya están viviendo en casa de los hijos o de algún familiar. Otros tienen su casa pero viven como si estuvieran en otra porque ahora son sus hijos los que se apoderaron de su propiedad, quitándoles tal vez intimidad, pero prefieren eso a vivir en el abandono.

Quieren sonreir, reírse a carcajadas pero nadie se las provoca; quieren contar a alguien experiencias pasadas pero temen que los tilden de aburridos y enfadosos. Desean la compañía de alguien para no sentirse ajenos al mundo que les está tocando vivir, con tantas adversidades e incongruencias humanas, como lo es la violencia y la guerra. La mayoría prefiere no hablar deduciendo anticipadamente que quizá ya no los quieren escuchar y mucho menos ponerles atención. Ellos sólo quieren ser personas vivas, que den vida a los demás, porque su tiempo, aparentemente se acaba. No quieren ser excluidos sino ser tomados en cuenta. La salud merma, pero es parte de la existencia humana. Bendiciones. Mtro.Armando.

NO QUIEREN SER EXCLUÍDOS SINO TOMADOS EN CUENTA

Es importante saber escuchar porque sólo de esa manera podremos darnos cuenta quién es la persona que está frente a nosotros. Pero no sólo escuchar las palabras sino tambien “SABER ESCUCHAR”, los ademanes, los movimientos corporales y faciales, las lágrimas, las voces entrecortadas que se convierten en sólo sonidos, porque de esa forma sabremos que debemos escuchar con todo, y a todos.

Diariamente me encuentro en mi caminar con personas de la tercera edad, adultos mayores y ancianos, que son personas con mucha experiencia y sabiduría que deambulan por las calles, lugares de trabajo o esparcimiento de nuestra ciudad, realizando las actividades del día, programadas o improvisadas, pero que dan testimonio de su existencia.

No en todos los rostros se refleja felicidad, sino más bien preocupaciones, problemas, y, tal vez, incertidumbre de lo que está pasando en sus vidas, en su familia, si es que aún tienen algún pariente, o de aquellos que sólo esperan que pasen los días, las horas, para esperar el gran final. Ya no caminan erguidos, sino encorbados. Sus brazos y sus manos se vuelven temblorosas, para saludar, para realizar alguna compra, para pagar, o más aún para empacar lo que algún cliente puede llevar. Ya no escuchan del todo, pues preguntan cuando se les ha dado una respuesta, o se agachan para oír mejor.

Algunos comienzan a perder la vista, ya no ven con claridad; la brillantez de su mirada se ha perdido, y más de alguno padece de cataratas. Leer ya es difícil y deleitarse con los colores y la luz del día se presenta más complicado. Los movimientos de las manos, dedos, codos, antebrazos se hacen patentes cuando toman algo para moverlo o utilizarlo; ya no hay fuerza para levantar algunas cosas, pues su espalda les produce una mala jugada.

No todos cuentan con un hogar, una casa donde llegar o un lugar que sientan que es suyo, pues ya están viviendo en casa de los hijos o de algún familiar. Otros tienen su casa pero viven como si estuvieran en otra porque ahora son sus hijos los que se apoderaron de su propiedad, quitándoles tal vez intimidad, pero prefieren eso a vivir en el abandono.

Quieren sonreir, reírse a carcajadas pero nadie se las provoca; quieren contar a alguien experiencias pasadas pero temen que los tilden de aburridos y enfadosos. Desean la compañía de alguien para no sentirse ajenos al mundo que les está tocando vivir, con tantas adversidades e incongruencias humanas, como lo es la violencia y la guerra. La mayoría prefiere no hablar deduciendo anticipadamente que quizá ya no los quieren escuchar y mucho menos ponerles atención. Ellos sólo quieren ser personas vivas, que den vida a los demás, porque su tiempo, aparentemente se acaba. No quieren ser excluidos sino ser tomados en cuenta. La salud merma, pero es parte de la existencia humana. Bendiciones. Mtro.Armando.