Con la combinación de la rumba congolesa y las sonoridades del funk, el músico Jupiter Okwess, de la República de Congo, tomó estos dos estilos para generar un sonido orgullosamente riguroso que puso a bailar a los asistentes en su presentación en la Alhóndiga de Granaditas en el antepenúltimo día del Festival Internacional Cervantino.
En su presentación ante miles de personas que acudieron a este escenario, el músico ofreció piezas de Kin Sonic, su más reciente álbum. El disco incluye un trozo de su vida, su haz de pensamientos y reflexiones, su propia singularidad.
Todas sus piezas exigen el derecho a su parcela de universalidad a la que sin duda contribuyen dos músicos invitados a la grabación Warren Elis y su violín y Damon Albam en los teclados.
Aunque Jupiter Okwess es un músico un poco mayor, es una estrella que tardó 30 años en lanzar su primer álbum. Conocido como “general rebelde”, el inquieto músico congolés no tolera lo que la gente suele aceptar como norma en su país.
En su canto insiste en que las mujeres pueden decir “no” al hombre que las pretende, que los jóvenes pueden decirle “no” a Europa porque el viejo mundo no es un paraíso.
También opina que África podría ser un edén, si no fuese por las intervenciones externas.
Jupiter Okwess vivió varios años en la República Democrática de Alemania, aunque afirma que nunca más regresará. Ahí escuchó la música de James Browm, The Jackson 5 y a otros grupos que le dejaron el gusto por el funk.
Oriundo de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, este artista callejero es un veterano de los años ochenta, cuando la rumba congolesa (soukous) estuvo dominada por artistas fashion como Papa Wemba.
Hoy, Jupiter ha convertido la tradición musical en que abrevó en un estilo urbano que él describe como “en bruto”, con letras combativas.
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