Jesús fue golpeado, humillado y crucificado por los pecados del hombre; sin embargo, el Hijo de Dios miró al cielo y pidió a su Padre que perdonara a aquellos que provocaron su muerte, pues no sabían lo que hacían.
En el patio del Templo de la Divina Providencia de Irapuato inició el Viacrucis frente a decenas de personas, ahí, Jesús de Nazareth, representado por el irapuatense Luis Antonio Pérez García, fue juzgado por Poncio Pilatos como un impostor y un falso rey, entonces permitió que el mismo pueblo decidiera su castigo y, sin sentir piedad, los judíos lo condenaron a la crucifixión, pues prefirieron perdonar y liberar a Barrabás.
Custodiado por seis romanos sobre caballos, mientras otros tocaban tambores anunciando la gran hazaña de la que cientos de personas serían testigo, comenzó Jesús su camino hacia el Monte Calvario, sitio donde sería crucificado, el trayecto fue de cerca de cinco kilómetros representado en las principales vialidades del Centro Histórico, primero partieron del Templo de la Divina Providencia para seguir por vialidades como Díaz Ordaz, Revolución y Guerrero, para finalmente regresar al mismo lugar en donde iniciaron.
El calor y el intenso sol no se hicieron esperar, mientras Jesús fue maltratado y humillado por los mismos romanos, descalzo y con una corona de espinas sobre la cabeza, como burla a un “falso rey” Jesús continúo cargando la pesada cruz, "¡Camina... camina!" le gritaba uno de los romanos mientras algunas mujeres se lamentaban de la trágica escena que tenían frente a ellas.
A su camino, las personas se detenían a mirar el maltrato y los potentes latigazos que caían sobre la espalda de Jesús, incluso algunas familias observaban desde lo alto de sus hogares; sangrado y cansado apenas podía sostener la mirada sobre el largo camino que aún le esperaba.
En su trayecto, Jesús cayó tres veces, en cada uno hubo un profundo silencio de las personas, unos lloraban e incluso los niños estaban asustados, pues nadie podía ayudar a Jesús, porque los romanos no lo permitían, empujaron y maltrataron a toda aquella persona piadosa que se le acercara, pues lloraban y gritaban en cada azote que le daban al Hijo de Dios.
Cuando Jesús estaba a punto de desvanecerse, los soldados permitieron que sólo fuera Simón Cirineo el que lo ayude a cargar la pesada cruz, acompañado de su hijo y a paso lento, ayudó a Jesús hasta donde se lo permitiese su fuerza y los mismos romanos.
En la tercera caída todas las personas que lo iban acompañando se quedaron calladas por la impresión; pues lo daban por muerto; sin embargo, el cansancio y dolor que mostraba Jesús no impidió que los romanos lo siguieran golpeando y lo obligaran a levantarse, a pesar de que sus pies estaban quemados por el calor, con ampollas y sangrados.
Sin embargo, los romanos no tuvieron piedad de Jesús, nadie más intervino en su crucifixión, nadie peleó por él, pues todos fueron espectadores de un asesinato. Los ancianos miraron con tristeza su rostro, el cual estaba goteando de sangre mientras su cuerpo era clavado en la gran cruz que fue cargando, con su vista nublada y apenas con aliento, Jesús pidió a su padre que perdonara a los pecadores, dio un último respiro y aquel hombre que hizo actos milagrosos murió a las tres de la tarde a la edad de 33 años.