La misas deben ser consideradas actividades esenciales, pues cada día que pasa se pierde la oportunidad de comunicar el mensaje que puede ayudar a la sociedad a levantarse y a reconstruir lo que ha desbaratado.
Esa es la tesis central del ensayo publicado en la más reciente edición del Semanario Emaús, el órgano informativo de la Diócesis de Irapuato, donde a través de éste se pide alas autoridades de todos los niveles de gobierno considerar la apertura de los templos, pues éstos también son esenciales; además, lanza una crítica, pues pareciera que todo lo que se ha aperturado fue por tintes económicos y no tanto por la importancia de la actividad que tuvo la autorización para reaperturar.
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“Parece que solo las actividades económicas sí son 'esenciales' para la vida del hombre y, por ello, se ha permitido la reapertura gradual de los negocios, empresas, fábricas, que satisfacen solo lo material, aunque no precisamente lo esencial para el cuerpo.
Cada día que pasa se pierde la oportunidad de comunicar a las personas de una manera presencial, en cuerpo y alma, el mensaje que puede ayudarnos para levantar y reconstruir lo que hemos desbaratado
“(...) ¿Qué nos dice un gobierno que sí considera importante embellecer el rostro en una estética y que no se pueda embellecer el alma frente al Santísimo? (...) ¿Desde cuándo es más importante acceder a una tienda departamental para comprar aparatos electrónicos, ropa o muebles y no poder entrar a la misma Casa de Dios?”, dice el texto titulado “La Iglesia es doblemente esencia”, realizado por el presbítero Digo Aurelio Barragán Moreno, de la Diócesis de Irapuato.
Por ello, llamó a que las autoridades consideren la apertura de los templos, sobre todo para que sean estos lugares los que ayuden a paliar los estragos que la pandemia, delincuencia y violencia sigue causando en el estado y así dar acompañamiento a las personas en estos momentos difíciles.
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“La invitación que hacemos al gobierno, como Iglesia, no es la de vernos como opuestos sino como instituciones que trabajan con un mismo objetivo, el bien común, pero esto supone, necesariamente, no solo la reactivación económica, sino también la 'reactivación espiritual', es decir, la perfección integral de alma y cuerpo de cada persona y de toda la sociedad”.
