"Curar" muñecas, una forma de sobrevivir a la crisis del Covid

Antes de convertirse en "doctora", Suelen da Silva se dedicaba a limpiar casas, pero la pandemia le costó su trabajo

AFP

  · viernes 18 de diciembre de 2020

Suelen da Silva revisa una muñeca en su "hospital" ubicado en el barrio Niteroi, de Río de Janeiro / Foto: AFP

Con una blusa blanca y el estetoscopio en los oídos, la "doctora Suelen" ausculta a una muñeca negra con el pequeño cuerpo de celuloide dañado en el "hospital" improvisado en su casa en una colina de la periferia de Niteroi, cerca de Río de Janeiro.

Suelen da Silva, de 62 años, perdió en abril su trabajo de limpiadora de casas, poco después de que llegara la pandemia a Brasil. Pero gracias a su ingenio y su fuerte personalidad, esta mujer afrodescendiente de baja estatura logró convertir su pasatiempo en una fuente de ingresos.

Si los profesionales de la salud son vistos como verdaderos héroes en el combate contra el Covid-19, la "doctora Suelen" alimenta la ilusión de los pequeños que le confían sus "pacientes".

Durante el tratamiento, Suelen les envía fotos por WhatsApp de las muñecas acostadas en una cama miniatura blanca, rodeada de focos multicolores y con una "ficha médica" claramente visible.

"Saben que están internadas, entonces quieren saber cómo están, como una madre haría con su hijo. Siempre les mando noticias, día tras día", explica.

En una ocasión, una niña de cinco años, "llorando como una madre", le dijo: "'Doctora, por favor, ¿no la va a inyectar no? No la haga sufrir'", relata Suelen.

A Pérola, la muñeca negra con las piernas completamente desarticuladas, incluso le hicieron una perfusión de suero a través de un pequeño tubo pegado con adhesivo.

La "doctora" repara a las muñecas para que queden listas para volver con sus "madres" / Foto: AFP

FÓRMULA SECRETA

La vocación de esta "doctora" surgió durante la infancia de sus hijas, hoy de 22 y 35 años.

"Las crié sola y nunca tuve dinero para comprarles muñecas. Entonces me dediqué a reparar las que encontraba en los basureros", cuenta Suelen, que durante años se dedicó a donar los juguetes que reparaba a proyectos sociales.

"Cuando perdí mi trabajo, esto se convirtió en una profesión", explica.

"Mi hija mayor Lydiane empezó a publicar fotos de mi trabajo en Facebook. Me asusté cuando vi que tenía más de tres mil visualizaciones", relata.

Gracias a este oficio ahora llega a fin de mes, aunque sus ingresos son variables.

Los costos de "hospitalización" van de cinco reales, equivalentes a un dólar en caso de síntomas leves -con reparaciones sencillas- hasta 70 reales, alrededor de 14 dólares para las pacientes reportadas en estado crítico.

"En una buena semana, pueden llegar unas 20 muñecas", con una hospitalización de tres a cuatro días en promedio, afirma. A menudo las muñecas llegan desbaratadas, calvas o decapitadas después de diversos accidentes en la vida. Suelen las repara, mima, lava y a veces hasta les confecciona ropa a mano.

La "doctora" hasta inventó una fórmula secreta, con solventes y productos de limpieza, para remover los rayones de bolígrafo, que para la mayoría resultan casi imposibles de limpiar.

En un balde, varias muñecas toman un baño en esta fórmula para librarse de esos "tatuajes" indeseables.

En una plancha de cemento de 15 metros cuadrados, Suelen quiere construir un taller que le permita trabajar mejor con las muñecas que le llegan como pacientes / Foto: AFP

CLÍNICA EN CONSTRUCCIÓN

Como muchos hospitales brasileños de infraestructura precaria, la clínica de muñecas está a la merced de las inclemencias del tiempo.

Una lluvia torrencial inundó su terraza y obligó a Suelen a trasladar su enfermería junto a su cocina, en su pequeña casa con paredes de ladrillos aligerados rojos.

Pero sueña con inaugurar pronto su verdadera clínica, que está en construcción en un terreno contiguo, y que de momento es solo una placa de cemento de 15 metros cuadrados.

Suelen quiere que su nuevo taller, más amplio que el actual, tenga un amplio ventanal, para admirar la impresionante vista del Cristo Redentor de Río, del otro lado de la bahía de Guanabara.

"Le pido a Dios que me ayude a conseguir bastante [trabajo] para terminar la construcción", dice esperanzada.

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