/ domingo 23 de septiembre de 2018

V I C I S I T U D E S

LOS QUE USAN BICICLETA

Por: Armando Hernández Origel

El martes pasado estuve platicando con un amigo de mantenimiento que colabora en el Colegio Pedro Martínez Vázquez. Primero nos vimos de lejos y solamente nos saludamos, pero más tarde nos volvimos a cruzar en el patio del plantel y me hizo algunos comentarios sobre algunas de mis colaboraciones personales que ha leído.

Me comenta que todos los domingos las lee y que le atraen mis comentarios porque hay cosas que le hacen reflexionar, pero que también ha habido otros en los que no está de acuerdo conmigo, porque hay cosas que debería de escribir y que quizá se me olvidan.

Al decirme eso le pregunté que me dijese de forma concreta a qué se refería. Me comentó que de momento no se acordaba, pero que algo que se le vino a la mente fue sobre el respeto a las normas de tránsito y de los derechos y responsabilidades de los automovilistas, pero que se me había olvidado hablar sobre los que usan bicicleta todos los días, ya sea para salir a sus trabajos, ir por algún mandado o simplemente para darse un paseo.

Le comenté que tenía razón ya que muchas veces nos olvidamos de quienes utilizan este tan importante medio de transporte, el cual es más económico, más saludable, aunque también, hoy en día más peligroso porque, tanto los peatones, como los automovilistas, así como ellos mismos, no toman las debidas precauciones para no poner en riesgo su integridad.

Entre lo que pudimos platicar le dije que trataría de hablar algo al respecto, viniéndoseme a la mente en ese momento las experiencias personales que he vivido desde pequeño, al abordar este medio de esparcimiento, de actividad física y de trabajo.

Desde niño mi papá, como a la gran mayoría de los niños de mi época y de los actuales, me enseñó de alguna forma a andar en bicicleta y como pude me enseñé a circular en ella, con sus consabidas caídas y raspones, pero era parte del aprendizaje.

Se me viene a la mente una bicicleta para hombre, ya que traía cuadro porque las de mujeres no lo traían, la cual era igual que la que usaban los señores pero la mía era más chica. Cuando tenía que ir a algún mandado que me enviaba mi mamá con gusto la tomaba e iba por el encargo.

Claro está que no faltaban las recomendaciones de mi mamá para que me fuera con cuidado y que no me fuera “andar metiendo entre los coches”, porque podría ocasionar un accidente o me podrían atropellar.

Recuerdo que echaba a volar mi imaginación y cuando me volvía en un “experimentado” conductor de bicicleta, la fantasía acechaba mi mente, volviéndome yo en un conductor de autos y poniéndome objetivos a lograr, rebasando a otros cuando veía a algún adulto cerca de mí.

Mi bici era mi coche y el otro ciclista era otro coche. Me proponía pasarlo, simulando un rebase con la unidad, diciéndome mentalmente que faltaba poco para la meta y que lo debería pasar, Cuando eso acontecía alzaba mi mano en señal de haberlo pasado. Era una forma de usar mi imaginación como conductor de un tremendo Ferrari, mi bicicleta roja.

Otras veces mi bici era una diligencia con seis caballos o un carro romano, los cuales conducía con gran arrojo para pasar a otras carretas u otros carros con caballos. Simulaba golpear a los caballos para que avanzaran más y cuando lo lograba, al igual que con mi Ferrari, levantaba mi mano en señal de victoria. La verdad era padre y emocionante hacerlo; echar la imaginación a volar y el conducir la bicicleta.

También la llegué a usar como medio de transporte laboral cuando mi papá me enviaba al banco a hacer sus depósitos de la morralla que había juntado. Me recomendaba que me fuera en la bicicleta y que cuando llegara al banco la amarrara bien y le pusiera el candado para que no me lo robaran, y así lo hacía.

Las recomendaciones de mi papá eran siempre para resguardar mi seguridad, para no tener ningún accidente y para que los agentes de tránsito no me la fueran a quitar. Las recomendaciones que me hacía eran de acuerdo con lo que me había enseñado, repitiéndome y recordándome que me fuera siempre por la derecha, que no me fuera zigzagueando entre los coches, que no me fuera rápido, que les diera el paso a las personas que iban caminando y a los coches porque éstos no se detenían y me podían arrollar.

Me recomendaba que no me fuera a pasar los altos, que hasta que tuviera luz verde siguiera mi camino; que no le hiciera caso a nadie, tratándose obviamente de los adultos, que no fuera a subir a nadie en la parrilla, que revisara el aire de las llantas, que no me subiera a las banquetas porque esas eran para los iban caminando, que no me metiera en sentido contrario.

Me pedía que usara el timbre para indicar a quienes iban adelante que se hicieran a un lado si iba yo a pasar. Si era tarde me pedía que pusiera el dinamo, que era un aparatito en forma de botella que cuando se usaba éste hacía fricción con la llanta trasera produciendo la luz que se necesitaba para circular. En aquel entonces no se usaban los aditamentos que hoy usan algunas personas como cascos o con protectores de rodillas y de codos. Todo esto sucedió en nuestra vecina ciudad de Salamanca, donde de niños vivimos antes de venirnos a radicar a Irapuato.

Era divertido andar en bicicleta y aunque uno sudara seguía en ella. Todas esas recomendaciones que me enseñó, y me hacía mi papá, son las que se tienen que aplicar para todo quien conduzca adecuadamente una bicicleta, insisto, ya sea para trasladarse a un trabajo, para andar paseando o haciendo ejercicio, pero siempre resguardando su integridad y la de los demás.

Sé que mi compañero y amigo al que hago referencia usa la bicicleta como medio de transporte para llegar a su trabajo o para regresar a casa. Ninguno de ellos, como ninguno de nosotros, estamos exentos de sufrir algún percance, por lo que siempre será importante ser prudentes al conducir una bicicleta. Si los demás no lo son, seámoslo nosotros.

Todo depende de la óptica que uno lo vaya viendo o lo esté se viviendo, refiriéndome con ello a que no es lo mismo ir en bicicleta que ir en carro o a pie. Cuando uno va en el carro le teme a quienes van en bici porque no saben cómo van a actuar, ya que muchos de ellos imprudentemente se hacen para un lado o para el otro; otros se meten indebidamente en el trayecto de unidades más pesadas, provocándoles un accidente.

Hay muchos que se meten en sentido contrario o circulan por las banquetas. Otros más se pasan los altos, viajan de dos o hasta cuatro personas, porque hay familias enteradas que se trasladan en bicicleta poniendo en sobre riesgo a todos ellos.

Los ciclistas pueden pensar lo contrario, que son los automovilistas los que no los respetan porque aunque tengan derecho de paso no se los dan, echándoles encima los carros.

En su momento llegué a usar bicicleta para ir a la tienda, al mercado o a visitar a la familia. Lo hacía sin temor, cuidándome siempre de conducir adecuadamente. Ya con más edad he querido hacerlo pero, la verdad, como ciclista, ya no me animo, porque aunque creo saber respetar lo que me toca, siempre existe el temor de ser atropellado o de ser aventado por algún vehículo de motor, como ha sucedido en muchas ocasiones a personas que han quedado lesionadas de por vida o hasta quienes han perdido la misma.

Hay lugares donde existen ciclovías pero que muchas veces porque se usan, porque además de no ser tan seguras en los cruces, se corre, por desgracia, el también riesgo de ser asaltados y que nos quiten las bicicletas, que de paso he de decirlo no son tan baratas como parece. Si lo llegan a uno asaltar en carro, en moto, a pie, seguro es que existe la posibilidad de que nos puedan robar nuestra bicicleta.

Considero que cada quien debe tomar las medidas pertinentes de acuerdo con la posición en que se encuentre, ya sea cuando vaya caminando, como cuando se conduzca en moto o en coche, y más aún cuando se traslade en bicicleta. El respeto ante todo para el derecho de nuestro libre tránsito, independientemente de cómo lo hagamos.

Hay países asiáticos y europeos donde el uso de la bicicleta es indispensable dado los problemas de contaminación que existen, por el número indiscriminado de automóviles que circula en las ciudades, y se tiene que buscar la forma de llegar a utilizar la bicicleta más cotidianamente en nuestra ciudad, en nuestro entorno de país que tenemos, pero hay que saberlo usarla y cómo conducirse.

Quienes conducen en bicicleta tienen la obligación de respetar la normatividad de tránsito, pero también tienen el derecho de ser respetados en su persona, porque la bicicleta es parte de su propia vida.

Mi compañero, que dio pie a esta colaboración y al que saludo calurosamente, se llama Juan Carlos Martínez, y eso me permite por igual saludar y reconocer, a quienes también andan en bicicleta todos los días, como lo son Don Carlos, Don Nico, que aunque no deba hacerlo anda hasta en el patio del colegio arriba de ella por cuestiones de salud; saludos para Don Isidoro, Don Teodoro, pidiéndoles a todos que se cuiden, y que si los automovilistas son imprudentes, pues que ellos no lo sean y no pongan en riesgo su integridad física.

Andar en bicicleta es bonito, es saludable, y además económico. Ojalá que nos sepamos respetar, para que quienes siguen andando en bicicleta lo hagan con cuidado y tranquilos, y para quienes deseamos volver a hacerlo lo hagamos con sus debidas recomendaciones que aprendimos de niños, o que nos marcan las autoridades de tránsito, a quienes por cierto exhorto que hagan campañas para el uso y reglamentación de movilidad en este tipo de transporte: la bicicleta.

Mis estimados lectores el Señor les dé su paz. Bendiciones.


LOS QUE USAN BICICLETA

Por: Armando Hernández Origel

El martes pasado estuve platicando con un amigo de mantenimiento que colabora en el Colegio Pedro Martínez Vázquez. Primero nos vimos de lejos y solamente nos saludamos, pero más tarde nos volvimos a cruzar en el patio del plantel y me hizo algunos comentarios sobre algunas de mis colaboraciones personales que ha leído.

Me comenta que todos los domingos las lee y que le atraen mis comentarios porque hay cosas que le hacen reflexionar, pero que también ha habido otros en los que no está de acuerdo conmigo, porque hay cosas que debería de escribir y que quizá se me olvidan.

Al decirme eso le pregunté que me dijese de forma concreta a qué se refería. Me comentó que de momento no se acordaba, pero que algo que se le vino a la mente fue sobre el respeto a las normas de tránsito y de los derechos y responsabilidades de los automovilistas, pero que se me había olvidado hablar sobre los que usan bicicleta todos los días, ya sea para salir a sus trabajos, ir por algún mandado o simplemente para darse un paseo.

Le comenté que tenía razón ya que muchas veces nos olvidamos de quienes utilizan este tan importante medio de transporte, el cual es más económico, más saludable, aunque también, hoy en día más peligroso porque, tanto los peatones, como los automovilistas, así como ellos mismos, no toman las debidas precauciones para no poner en riesgo su integridad.

Entre lo que pudimos platicar le dije que trataría de hablar algo al respecto, viniéndoseme a la mente en ese momento las experiencias personales que he vivido desde pequeño, al abordar este medio de esparcimiento, de actividad física y de trabajo.

Desde niño mi papá, como a la gran mayoría de los niños de mi época y de los actuales, me enseñó de alguna forma a andar en bicicleta y como pude me enseñé a circular en ella, con sus consabidas caídas y raspones, pero era parte del aprendizaje.

Se me viene a la mente una bicicleta para hombre, ya que traía cuadro porque las de mujeres no lo traían, la cual era igual que la que usaban los señores pero la mía era más chica. Cuando tenía que ir a algún mandado que me enviaba mi mamá con gusto la tomaba e iba por el encargo.

Claro está que no faltaban las recomendaciones de mi mamá para que me fuera con cuidado y que no me fuera “andar metiendo entre los coches”, porque podría ocasionar un accidente o me podrían atropellar.

Recuerdo que echaba a volar mi imaginación y cuando me volvía en un “experimentado” conductor de bicicleta, la fantasía acechaba mi mente, volviéndome yo en un conductor de autos y poniéndome objetivos a lograr, rebasando a otros cuando veía a algún adulto cerca de mí.

Mi bici era mi coche y el otro ciclista era otro coche. Me proponía pasarlo, simulando un rebase con la unidad, diciéndome mentalmente que faltaba poco para la meta y que lo debería pasar, Cuando eso acontecía alzaba mi mano en señal de haberlo pasado. Era una forma de usar mi imaginación como conductor de un tremendo Ferrari, mi bicicleta roja.

Otras veces mi bici era una diligencia con seis caballos o un carro romano, los cuales conducía con gran arrojo para pasar a otras carretas u otros carros con caballos. Simulaba golpear a los caballos para que avanzaran más y cuando lo lograba, al igual que con mi Ferrari, levantaba mi mano en señal de victoria. La verdad era padre y emocionante hacerlo; echar la imaginación a volar y el conducir la bicicleta.

También la llegué a usar como medio de transporte laboral cuando mi papá me enviaba al banco a hacer sus depósitos de la morralla que había juntado. Me recomendaba que me fuera en la bicicleta y que cuando llegara al banco la amarrara bien y le pusiera el candado para que no me lo robaran, y así lo hacía.

Las recomendaciones de mi papá eran siempre para resguardar mi seguridad, para no tener ningún accidente y para que los agentes de tránsito no me la fueran a quitar. Las recomendaciones que me hacía eran de acuerdo con lo que me había enseñado, repitiéndome y recordándome que me fuera siempre por la derecha, que no me fuera zigzagueando entre los coches, que no me fuera rápido, que les diera el paso a las personas que iban caminando y a los coches porque éstos no se detenían y me podían arrollar.

Me recomendaba que no me fuera a pasar los altos, que hasta que tuviera luz verde siguiera mi camino; que no le hiciera caso a nadie, tratándose obviamente de los adultos, que no fuera a subir a nadie en la parrilla, que revisara el aire de las llantas, que no me subiera a las banquetas porque esas eran para los iban caminando, que no me metiera en sentido contrario.

Me pedía que usara el timbre para indicar a quienes iban adelante que se hicieran a un lado si iba yo a pasar. Si era tarde me pedía que pusiera el dinamo, que era un aparatito en forma de botella que cuando se usaba éste hacía fricción con la llanta trasera produciendo la luz que se necesitaba para circular. En aquel entonces no se usaban los aditamentos que hoy usan algunas personas como cascos o con protectores de rodillas y de codos. Todo esto sucedió en nuestra vecina ciudad de Salamanca, donde de niños vivimos antes de venirnos a radicar a Irapuato.

Era divertido andar en bicicleta y aunque uno sudara seguía en ella. Todas esas recomendaciones que me enseñó, y me hacía mi papá, son las que se tienen que aplicar para todo quien conduzca adecuadamente una bicicleta, insisto, ya sea para trasladarse a un trabajo, para andar paseando o haciendo ejercicio, pero siempre resguardando su integridad y la de los demás.

Sé que mi compañero y amigo al que hago referencia usa la bicicleta como medio de transporte para llegar a su trabajo o para regresar a casa. Ninguno de ellos, como ninguno de nosotros, estamos exentos de sufrir algún percance, por lo que siempre será importante ser prudentes al conducir una bicicleta. Si los demás no lo son, seámoslo nosotros.

Todo depende de la óptica que uno lo vaya viendo o lo esté se viviendo, refiriéndome con ello a que no es lo mismo ir en bicicleta que ir en carro o a pie. Cuando uno va en el carro le teme a quienes van en bici porque no saben cómo van a actuar, ya que muchos de ellos imprudentemente se hacen para un lado o para el otro; otros se meten indebidamente en el trayecto de unidades más pesadas, provocándoles un accidente.

Hay muchos que se meten en sentido contrario o circulan por las banquetas. Otros más se pasan los altos, viajan de dos o hasta cuatro personas, porque hay familias enteradas que se trasladan en bicicleta poniendo en sobre riesgo a todos ellos.

Los ciclistas pueden pensar lo contrario, que son los automovilistas los que no los respetan porque aunque tengan derecho de paso no se los dan, echándoles encima los carros.

En su momento llegué a usar bicicleta para ir a la tienda, al mercado o a visitar a la familia. Lo hacía sin temor, cuidándome siempre de conducir adecuadamente. Ya con más edad he querido hacerlo pero, la verdad, como ciclista, ya no me animo, porque aunque creo saber respetar lo que me toca, siempre existe el temor de ser atropellado o de ser aventado por algún vehículo de motor, como ha sucedido en muchas ocasiones a personas que han quedado lesionadas de por vida o hasta quienes han perdido la misma.

Hay lugares donde existen ciclovías pero que muchas veces porque se usan, porque además de no ser tan seguras en los cruces, se corre, por desgracia, el también riesgo de ser asaltados y que nos quiten las bicicletas, que de paso he de decirlo no son tan baratas como parece. Si lo llegan a uno asaltar en carro, en moto, a pie, seguro es que existe la posibilidad de que nos puedan robar nuestra bicicleta.

Considero que cada quien debe tomar las medidas pertinentes de acuerdo con la posición en que se encuentre, ya sea cuando vaya caminando, como cuando se conduzca en moto o en coche, y más aún cuando se traslade en bicicleta. El respeto ante todo para el derecho de nuestro libre tránsito, independientemente de cómo lo hagamos.

Hay países asiáticos y europeos donde el uso de la bicicleta es indispensable dado los problemas de contaminación que existen, por el número indiscriminado de automóviles que circula en las ciudades, y se tiene que buscar la forma de llegar a utilizar la bicicleta más cotidianamente en nuestra ciudad, en nuestro entorno de país que tenemos, pero hay que saberlo usarla y cómo conducirse.

Quienes conducen en bicicleta tienen la obligación de respetar la normatividad de tránsito, pero también tienen el derecho de ser respetados en su persona, porque la bicicleta es parte de su propia vida.

Mi compañero, que dio pie a esta colaboración y al que saludo calurosamente, se llama Juan Carlos Martínez, y eso me permite por igual saludar y reconocer, a quienes también andan en bicicleta todos los días, como lo son Don Carlos, Don Nico, que aunque no deba hacerlo anda hasta en el patio del colegio arriba de ella por cuestiones de salud; saludos para Don Isidoro, Don Teodoro, pidiéndoles a todos que se cuiden, y que si los automovilistas son imprudentes, pues que ellos no lo sean y no pongan en riesgo su integridad física.

Andar en bicicleta es bonito, es saludable, y además económico. Ojalá que nos sepamos respetar, para que quienes siguen andando en bicicleta lo hagan con cuidado y tranquilos, y para quienes deseamos volver a hacerlo lo hagamos con sus debidas recomendaciones que aprendimos de niños, o que nos marcan las autoridades de tránsito, a quienes por cierto exhorto que hagan campañas para el uso y reglamentación de movilidad en este tipo de transporte: la bicicleta.

Mis estimados lectores el Señor les dé su paz. Bendiciones.


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