/ domingo 3 de septiembre de 2023

De Perfil | Para Omar Chaparro, improvisar es su fortaleza

Para Omar Chaparro la improvisación es imprescindible tanto en su profesión como en el plano personal. Así, espontáneamente, decidió dedicarse al espectáculo cuando un público de profesores y alumnos aplaudió de pie su primera obra de teatro

Con casi 30 años de carrera, Omar Chaparro se dedica a lo que le apasiona: hacer felices a las personas. Muy temprano descubrió su vocación, cuando escuchaba las risas de sus familiares festejando sus ocurrencias. Pronto supo que haría del humor una forma de vida.

“Desde que era niño hacía reír a mis primos, a mis tías y se me fue dando, me gustó, encontré una especie de placer al escuchar las risas que provocaba”, dice Omar Chaparro en entrevista con El Sol de México.

“Nunca fui cuenta chistes, más bien me gustaba improvisar, hacer voces, crear situaciones, incomodar a la gente”, relata quien inició su camino en el entretenimiento en la radio de su natal Chihuahua junto a un grupo de amigos.

Pero el descubrimiento de su vocación fue años antes de esos primeros pasos en la radio. “Empecé en el 96 en la radio en Chihuahua aunque desde que estaba en primaria hice obras de teatro, me disfrazaba de Michael Jackson, me ponía pelucas. Tenía esta inquietud de hacerlo por la intuición, que es el alfabeto de Dios, viene del alma no de la mente.

“En la secundaria escribí mi primera obra de teatro que se llamaba Ser padre y madre qué padre, se me dio muy natural, no lo pensaba, nada más agarré a mis compañeros y les dije ‘tú eres la mamá, te vistes así’, ‘tú le pones play para que suene la música’.

“No sabía qué iba a pasar, estaba metido completamente, horas y horas ensayando la hice, con cosas muy raras, muy diferentes, y cuando terminé en el salón, se puso de pie la maestra, los alumnos, para aplaudir; yo que siempre promediaba con seis, seis punto cinco, o cuando me iba bien sacaba siete, tuve entonces una sensación de gozo absoluto”.

LA INTUICIÓN VS EL EGO

Una vez decidido a seguir su sueño de entretener al público, se fue mentalizando para lograrlo, convencido de que “vale la pena dejarse llevar por lo que sientes, no por la voz del ego, que es el rey de los disfraces y está lleno de miedos”.

Aunque no le concede calidad de “enemigo”, para Omar Chaparro el ego sí es algo que hay que dominar. “No es un enemigo, es una figura inflada, o desinflada de nosotros mismos, todos nacemos con el ego, pero como habita en nuestra mente, tienes que usar las herramientas de tu mente a tu favor.

“Lo que no puedes permitir es que el ego sea el piloto de tu vida, eso yo lo entendí ya más grande, que el piloto es el alma, lo que verdaderamente importa, cuando puedes ver tus pensamientos, te das cuenta que eres el que escucha al ego y puedes tener la capacidad de dirigirlo, para que no actúe en tu contra”.

Intuitivamente, de una forma improvisada, Omar Chaparro creó también pronto en su trayectoria a los personajes que le han dado éxito. Comenzó a probar su capacidad de inventiva cuando hacían bromas en la radio y dio voz a la licenciada Pamela Juanjo Lee Jones, a Don Chilo, Yahairo, la Yuyis Montenegro o doña Cleta.

“La mayoría han nacido en la radio, de la improvisación y luego se quedaron ahí. Hicimos más de cinco mil bromas telefónicas cuando comencé en Chihuahua en un programa que se llamaba Los visitantes. Era a quemarropa, tenía que inventar sobre la marcha.

“Así nacieron mis personajes, en ese ímpetu por divertirse, jugar y no premeditadamente; ahora ya tengo muchos años y he aprendido a escribir, tener una estructura, pero al mismo tiempo tener ese rollo de improvisador”, agrega y asegura que para ser un buen improvisador, hace falta ser honesto.

“Es como la vida, que se conforma de 10 por ciento de cosas que nos ocurren y el 90 por ciento de cómo reaccionas a eso que te ocurre, la improvisación es eso, es aceptar todo lo que está pasando en el momento, estar en el aquí y el ahora, no pensar ‘qué chiste voy a decir enseguida’, es como un juego de tenis, depende de la pelota, cómo me la manden, en qué dirección, con qué velocidad, de esa manera voy a reaccionar. Es difícil porque el ser humano tiende a estar más en el pasado o en el futuro que en el presente”.

DE MOCHILAZO A LA AVENTURA

Sin un proyecto fijo, a los 25 años Omar decidió dejar Chihuahua, a su familia (los padres y dos hermanas con quienes vivía) y venir a la Ciudad de México a probar suerte, después de llevar cinco años en su programa de radio y en la televisión local, donde comenzó a dar imagen a sus personajes; “me ponía la peluca de mi mamá, un traje sastre, todo improvisado, pero tenía mucha hambre de éxito, yo me veía en México en las grandes ligas, veía a Chespirito, a Eugenio Derbez, a Pedro Infante y decía ‘yo quiero eso’”.

Esos primeros años no fueron fáciles para él. “Siempre me he aventado como el Borras, agarré mi mochila, mis ahorros y llegué a la Ciudad de México. Me metí a Televisa como extra, en TV Azteca, me hice pasar por el sobrino de Pati Chapoy, y luego me mandaron sacar. Tengo mil historias, me disfracé de viejita y me hice pasar por la abuelita del productor de Telehit y así fue como me abrieron la puerta”.

En 2001, en el canal Telehit comenzó el programa Black and White, con sus amigos Perico Padilla y Rafa Valderrama. “Precisamente esa ingenuidad, esa hambre de divertirse y que nos voltearan a ver, la irreverencia, pero sobre todo la improvisación”, dice Omar, fueron distintivos de aquel programa, al que llegaba en moto 15 minutos antes de entrar al aire.

“Había invitado y a veces yo ni sabía quién era. Era llegar y preguntar ‘¿quién viene?’, ‘Alejandra Guzmán’, ‘¿de qué me disfrazo?, ah del Púas, me pongo una peluca y digo que la conocí en un palenque y estoy enamorado de ella’. No había guion, y era un programa con público, la interacción que se daba, las risas, era como el timón que llevaba al programa a lugares inimaginables, pero muy divertidos”.

EL CINE LE ESPERABA

El paso de la televisión al cine parecía natural, sin embargo, para él, que dio voz a Síndrome en Los increíbles en 2004 y a Po en Kung Fu Panda en 2006, las propuestas tardaron en llegar. “Siempre me llamó la atención el cine y como no me contrataban, me inventé mi película y me la produje, esta que hicimos con Adrián Uribe, Suave patria, la idea surgió en el 2008, y empezamos a filmar en el 2010”, recuerda.

Después filmó películas taquilleras como No manches Frida, y Compadres, estrenadas en 2016, Tod@s caen, Como caído del cielo, y No manches Frida 2 en el 2019, así como Y cómo es él en 2022.

Confiesa que gracias a Pedro Infante ama el cine. Precisamente el espíritu del ídolo posee a su personaje en la comedia Como caído del cielo, donde además da muestras de sus dotes como cantante, una faceta en la que persiste, con cuatro discos grabados hasta la fecha.

“Desde que lo vi de niño, algo sentí aquí adentro, sentí que Pedro Infante era mi tío, mi abuelo, tenemos demasiadas cosas en común, yo amo las motos por él, amo la música y el cine por Pedro Infante, era cuestión de tiempo para que me ofrecieran un papel como ese, lo manifesté”.

¿Y llegará a ser un ídolo como Pedro Infante? Parece no preocuparle demasiado. “Creo que ya soy un ídolo para mis hijos. No he pensado eso, lo que quiero es que Dios me permita trabajar en un escenario o en set de filmación y que haya gente riendo, cantando, aplaudiendo, sin importar en tamaño del lugar, yo sigo preparándome, tomando clases de canto, expandiendo la conciencia, no me duermo, sigo trabajando”.

EN DEFENSA DEL HUMOR

Tiempos de hate en redes sociales, e imposiciones de lo “políticamente correcto” amenazan a la comedia, dice el también productor. “Creo que lo de ser políticamente correcto tiene que pasar de moda muy rápido, está poniendo en riesgo la comedia. No digo que ahora todo mundo va a ser agresivo y ofender a la gente, pero tenemos que saber que el humor es la pimienta de la vida, no hay nada más hermoso que reírnos de nosotros mismos y de los demás.

“Ya es demasiado complejo lidiar con tu propia voz, como para tratar de controlar y callar las voces de los otros. Es una batalla perdida, lo que digo es reconócete tú y alguien más lo hará y si no, no importa”.

La receta de su éxito, admite, es ser muy ambicioso, “no del dinero, sino de lo que realmente importa, la ambición de tener una familia hermosa, buenos amigos, tener algo que me dé calma y paz, de vivir en el gozo de trabajar en lo que amo, y sí, también el dinero, la fama, pero todo comienza por ese deseo, como ser humano si no tienes deseo, vas a darle el poder y el control de tu vida a alguien más.

“Todo comienza por lo que tú deseas y que pelees por ello, yo peleo, y me divierto, lo disfruto, lo gozo, pero además el éxito es muy relativo, puedes dedicarte a vender paletas y ser feliz y tener paz, eso para mí es ser exitoso y hay personas que tienen ‘éxito’ y se suicidan, porque en realidad no tienen plenitud, no tienen paz, no aman lo que hacen”.

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Recién estrenó el espectáculo Yo soy Omar Chaparro, el 14 de septiembre llegará a Netflix la versión mexicana de la serie argentina Las viudas de los jueves (basada en la novela del mismo título de la escritora Claudia Piñeiro) y tiene pendiente el estreno de la cinta The Wing-walker, de Alonso Álvarez en la que interpreta a un hombre que es deportado cuando a su hija la programan para un trasplante de corazón y tendrá que hallar la forma de volver a Estados Unidos para acompañarla.

“Esos proyectos me tienen muy emocionado, la mejor película de mi vida se llama The Wingwalker, la mejor serie Las viudas de los jueves y el mejor show que haya hecho se llama Yo soy Omar Chaparro, ¿es casualidad?, o quizá dejé de ser el Omar que hacía caso a los demás, esperando que alguien me aplaudiera o me pagara”.


Con casi 30 años de carrera, Omar Chaparro se dedica a lo que le apasiona: hacer felices a las personas. Muy temprano descubrió su vocación, cuando escuchaba las risas de sus familiares festejando sus ocurrencias. Pronto supo que haría del humor una forma de vida.

“Desde que era niño hacía reír a mis primos, a mis tías y se me fue dando, me gustó, encontré una especie de placer al escuchar las risas que provocaba”, dice Omar Chaparro en entrevista con El Sol de México.

“Nunca fui cuenta chistes, más bien me gustaba improvisar, hacer voces, crear situaciones, incomodar a la gente”, relata quien inició su camino en el entretenimiento en la radio de su natal Chihuahua junto a un grupo de amigos.

Pero el descubrimiento de su vocación fue años antes de esos primeros pasos en la radio. “Empecé en el 96 en la radio en Chihuahua aunque desde que estaba en primaria hice obras de teatro, me disfrazaba de Michael Jackson, me ponía pelucas. Tenía esta inquietud de hacerlo por la intuición, que es el alfabeto de Dios, viene del alma no de la mente.

“En la secundaria escribí mi primera obra de teatro que se llamaba Ser padre y madre qué padre, se me dio muy natural, no lo pensaba, nada más agarré a mis compañeros y les dije ‘tú eres la mamá, te vistes así’, ‘tú le pones play para que suene la música’.

“No sabía qué iba a pasar, estaba metido completamente, horas y horas ensayando la hice, con cosas muy raras, muy diferentes, y cuando terminé en el salón, se puso de pie la maestra, los alumnos, para aplaudir; yo que siempre promediaba con seis, seis punto cinco, o cuando me iba bien sacaba siete, tuve entonces una sensación de gozo absoluto”.

LA INTUICIÓN VS EL EGO

Una vez decidido a seguir su sueño de entretener al público, se fue mentalizando para lograrlo, convencido de que “vale la pena dejarse llevar por lo que sientes, no por la voz del ego, que es el rey de los disfraces y está lleno de miedos”.

Aunque no le concede calidad de “enemigo”, para Omar Chaparro el ego sí es algo que hay que dominar. “No es un enemigo, es una figura inflada, o desinflada de nosotros mismos, todos nacemos con el ego, pero como habita en nuestra mente, tienes que usar las herramientas de tu mente a tu favor.

“Lo que no puedes permitir es que el ego sea el piloto de tu vida, eso yo lo entendí ya más grande, que el piloto es el alma, lo que verdaderamente importa, cuando puedes ver tus pensamientos, te das cuenta que eres el que escucha al ego y puedes tener la capacidad de dirigirlo, para que no actúe en tu contra”.

Intuitivamente, de una forma improvisada, Omar Chaparro creó también pronto en su trayectoria a los personajes que le han dado éxito. Comenzó a probar su capacidad de inventiva cuando hacían bromas en la radio y dio voz a la licenciada Pamela Juanjo Lee Jones, a Don Chilo, Yahairo, la Yuyis Montenegro o doña Cleta.

“La mayoría han nacido en la radio, de la improvisación y luego se quedaron ahí. Hicimos más de cinco mil bromas telefónicas cuando comencé en Chihuahua en un programa que se llamaba Los visitantes. Era a quemarropa, tenía que inventar sobre la marcha.

“Así nacieron mis personajes, en ese ímpetu por divertirse, jugar y no premeditadamente; ahora ya tengo muchos años y he aprendido a escribir, tener una estructura, pero al mismo tiempo tener ese rollo de improvisador”, agrega y asegura que para ser un buen improvisador, hace falta ser honesto.

“Es como la vida, que se conforma de 10 por ciento de cosas que nos ocurren y el 90 por ciento de cómo reaccionas a eso que te ocurre, la improvisación es eso, es aceptar todo lo que está pasando en el momento, estar en el aquí y el ahora, no pensar ‘qué chiste voy a decir enseguida’, es como un juego de tenis, depende de la pelota, cómo me la manden, en qué dirección, con qué velocidad, de esa manera voy a reaccionar. Es difícil porque el ser humano tiende a estar más en el pasado o en el futuro que en el presente”.

DE MOCHILAZO A LA AVENTURA

Sin un proyecto fijo, a los 25 años Omar decidió dejar Chihuahua, a su familia (los padres y dos hermanas con quienes vivía) y venir a la Ciudad de México a probar suerte, después de llevar cinco años en su programa de radio y en la televisión local, donde comenzó a dar imagen a sus personajes; “me ponía la peluca de mi mamá, un traje sastre, todo improvisado, pero tenía mucha hambre de éxito, yo me veía en México en las grandes ligas, veía a Chespirito, a Eugenio Derbez, a Pedro Infante y decía ‘yo quiero eso’”.

Esos primeros años no fueron fáciles para él. “Siempre me he aventado como el Borras, agarré mi mochila, mis ahorros y llegué a la Ciudad de México. Me metí a Televisa como extra, en TV Azteca, me hice pasar por el sobrino de Pati Chapoy, y luego me mandaron sacar. Tengo mil historias, me disfracé de viejita y me hice pasar por la abuelita del productor de Telehit y así fue como me abrieron la puerta”.

En 2001, en el canal Telehit comenzó el programa Black and White, con sus amigos Perico Padilla y Rafa Valderrama. “Precisamente esa ingenuidad, esa hambre de divertirse y que nos voltearan a ver, la irreverencia, pero sobre todo la improvisación”, dice Omar, fueron distintivos de aquel programa, al que llegaba en moto 15 minutos antes de entrar al aire.

“Había invitado y a veces yo ni sabía quién era. Era llegar y preguntar ‘¿quién viene?’, ‘Alejandra Guzmán’, ‘¿de qué me disfrazo?, ah del Púas, me pongo una peluca y digo que la conocí en un palenque y estoy enamorado de ella’. No había guion, y era un programa con público, la interacción que se daba, las risas, era como el timón que llevaba al programa a lugares inimaginables, pero muy divertidos”.

EL CINE LE ESPERABA

El paso de la televisión al cine parecía natural, sin embargo, para él, que dio voz a Síndrome en Los increíbles en 2004 y a Po en Kung Fu Panda en 2006, las propuestas tardaron en llegar. “Siempre me llamó la atención el cine y como no me contrataban, me inventé mi película y me la produje, esta que hicimos con Adrián Uribe, Suave patria, la idea surgió en el 2008, y empezamos a filmar en el 2010”, recuerda.

Después filmó películas taquilleras como No manches Frida, y Compadres, estrenadas en 2016, Tod@s caen, Como caído del cielo, y No manches Frida 2 en el 2019, así como Y cómo es él en 2022.

Confiesa que gracias a Pedro Infante ama el cine. Precisamente el espíritu del ídolo posee a su personaje en la comedia Como caído del cielo, donde además da muestras de sus dotes como cantante, una faceta en la que persiste, con cuatro discos grabados hasta la fecha.

“Desde que lo vi de niño, algo sentí aquí adentro, sentí que Pedro Infante era mi tío, mi abuelo, tenemos demasiadas cosas en común, yo amo las motos por él, amo la música y el cine por Pedro Infante, era cuestión de tiempo para que me ofrecieran un papel como ese, lo manifesté”.

¿Y llegará a ser un ídolo como Pedro Infante? Parece no preocuparle demasiado. “Creo que ya soy un ídolo para mis hijos. No he pensado eso, lo que quiero es que Dios me permita trabajar en un escenario o en set de filmación y que haya gente riendo, cantando, aplaudiendo, sin importar en tamaño del lugar, yo sigo preparándome, tomando clases de canto, expandiendo la conciencia, no me duermo, sigo trabajando”.

EN DEFENSA DEL HUMOR

Tiempos de hate en redes sociales, e imposiciones de lo “políticamente correcto” amenazan a la comedia, dice el también productor. “Creo que lo de ser políticamente correcto tiene que pasar de moda muy rápido, está poniendo en riesgo la comedia. No digo que ahora todo mundo va a ser agresivo y ofender a la gente, pero tenemos que saber que el humor es la pimienta de la vida, no hay nada más hermoso que reírnos de nosotros mismos y de los demás.

“Ya es demasiado complejo lidiar con tu propia voz, como para tratar de controlar y callar las voces de los otros. Es una batalla perdida, lo que digo es reconócete tú y alguien más lo hará y si no, no importa”.

La receta de su éxito, admite, es ser muy ambicioso, “no del dinero, sino de lo que realmente importa, la ambición de tener una familia hermosa, buenos amigos, tener algo que me dé calma y paz, de vivir en el gozo de trabajar en lo que amo, y sí, también el dinero, la fama, pero todo comienza por ese deseo, como ser humano si no tienes deseo, vas a darle el poder y el control de tu vida a alguien más.

“Todo comienza por lo que tú deseas y que pelees por ello, yo peleo, y me divierto, lo disfruto, lo gozo, pero además el éxito es muy relativo, puedes dedicarte a vender paletas y ser feliz y tener paz, eso para mí es ser exitoso y hay personas que tienen ‘éxito’ y se suicidan, porque en realidad no tienen plenitud, no tienen paz, no aman lo que hacen”.

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Recién estrenó el espectáculo Yo soy Omar Chaparro, el 14 de septiembre llegará a Netflix la versión mexicana de la serie argentina Las viudas de los jueves (basada en la novela del mismo título de la escritora Claudia Piñeiro) y tiene pendiente el estreno de la cinta The Wing-walker, de Alonso Álvarez en la que interpreta a un hombre que es deportado cuando a su hija la programan para un trasplante de corazón y tendrá que hallar la forma de volver a Estados Unidos para acompañarla.

“Esos proyectos me tienen muy emocionado, la mejor película de mi vida se llama The Wingwalker, la mejor serie Las viudas de los jueves y el mejor show que haya hecho se llama Yo soy Omar Chaparro, ¿es casualidad?, o quizá dejé de ser el Omar que hacía caso a los demás, esperando que alguien me aplaudiera o me pagara”.


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