/ jueves 7 de diciembre de 2023

Gipsy Kings seduce al Auditorio Nacional con su ritmo flamenco

El grupo de origen francés Gipsy Kings ofreció un festivo concierto en el Auditorio Nacional

La fusión de ritmos festivos de Gipsy Kings pone a bailar a cualquiera. De pronto, al escuchar las seis guitarras de sus integrantes, uno se siente muy flamenco y muy rumbero, y quiere ponerse a bailar, sin más. Y es que, aunque uno esté sentado, el ritmo le llega por el suelo, sube a la cadera y sin darse cuenta ya está en los hombros, los brazos y la cabeza.

Puede interesarte: La música es la vida: Gipsy Kings trae su fiesta al Auditorio Nacional

Así le sucedió al público mexicano que asistió al Auditorio Nacional para escuchar a este grupo de origen francés, pero de vena musical española y universal. Grupo que, con su mezcla de rumba catalana, flamenco, jazz, funk y hasta salsa, hace pensar en la rambla en Barcelona, con toda su mezcla y cruces de orígenes, con toda esa energía que no para ni de noche ni de día.

Y sí, fue una gran noche, a pesar de que el coloso de Reforma no alcanzó ni la mitad de su capacidad. Quien no asistió se perdió de la mucha pasión con que los músicos se entregaron como suelen hacerlo siempre, al tocar sus grandes clásicos Bamboleo o Djobi, Djoba, -las más coreadas de la noche-, o su versión de MyWay, con la que evocan al gran Frank Sinatra.

Hablamos de una banda que ha sufrido, como toda familia, de algunas fracturas y cambios, pero que saben entenderse demasiado bien -se nota cuando se miran cómplices y coordinados- entre ellos mismos y su público y que, como era de imaginarse de la audiencia mexicana, se entregó sin medida. Una familia que, para esta presentación en el Auditorio Nacional, también les dio voz a integrantes de la nueva generación, Kakou y Thomas Reyes, y Joseph Cortés, hijos de Andrés Reyes y sobrino del músico fundador de Gipsy Kings, respectivamente.

Entonces el público también hizo lo suyo al entregarse de lleno al escuchar canciones como A tu vera, Todos olé, Bem Bem María o Tristessa, las cuales bailaron y corearon una y otra vez. Además, se dejó enamorar con los solos y requintos del primo Mario, cuya guitarra parecía desgastada por el constante uso, y la gran enjundia con la que el maestro toca las cuerdas.

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André no paraba de agradecer: “Buenas noches. ¿Cómo se sienten? Yo estoy muy alegre. Es para mí un gran placer cantar para todos ustedes”, dijo. Otra mención importante es la de los músicos Guillermo, de origen brasileño, quien se encargó de las percusiones, Fred, de origen francés y muy amigo de André y el bajista Dany Marta, quien le regaló al público la oportunidad de corear La cucaracha, otro de los himnos obligados de nuestro país.

Los músicos cerraron su velada con Volare (Nel Blu Di pinto di Blu) y la banda volvió a gradecer la conexión entre ellos y el público. Sólo bastaría destacar la apertura de la española Nya Rubia, quien antes de los Gipsy, encendió un poco la llama del caballo sin bridas que se volvió esa noche. ¡Olé!

La fusión de ritmos festivos de Gipsy Kings pone a bailar a cualquiera. De pronto, al escuchar las seis guitarras de sus integrantes, uno se siente muy flamenco y muy rumbero, y quiere ponerse a bailar, sin más. Y es que, aunque uno esté sentado, el ritmo le llega por el suelo, sube a la cadera y sin darse cuenta ya está en los hombros, los brazos y la cabeza.

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Y sí, fue una gran noche, a pesar de que el coloso de Reforma no alcanzó ni la mitad de su capacidad. Quien no asistió se perdió de la mucha pasión con que los músicos se entregaron como suelen hacerlo siempre, al tocar sus grandes clásicos Bamboleo o Djobi, Djoba, -las más coreadas de la noche-, o su versión de MyWay, con la que evocan al gran Frank Sinatra.

Hablamos de una banda que ha sufrido, como toda familia, de algunas fracturas y cambios, pero que saben entenderse demasiado bien -se nota cuando se miran cómplices y coordinados- entre ellos mismos y su público y que, como era de imaginarse de la audiencia mexicana, se entregó sin medida. Una familia que, para esta presentación en el Auditorio Nacional, también les dio voz a integrantes de la nueva generación, Kakou y Thomas Reyes, y Joseph Cortés, hijos de Andrés Reyes y sobrino del músico fundador de Gipsy Kings, respectivamente.

Entonces el público también hizo lo suyo al entregarse de lleno al escuchar canciones como A tu vera, Todos olé, Bem Bem María o Tristessa, las cuales bailaron y corearon una y otra vez. Además, se dejó enamorar con los solos y requintos del primo Mario, cuya guitarra parecía desgastada por el constante uso, y la gran enjundia con la que el maestro toca las cuerdas.

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André no paraba de agradecer: “Buenas noches. ¿Cómo se sienten? Yo estoy muy alegre. Es para mí un gran placer cantar para todos ustedes”, dijo. Otra mención importante es la de los músicos Guillermo, de origen brasileño, quien se encargó de las percusiones, Fred, de origen francés y muy amigo de André y el bajista Dany Marta, quien le regaló al público la oportunidad de corear La cucaracha, otro de los himnos obligados de nuestro país.

Los músicos cerraron su velada con Volare (Nel Blu Di pinto di Blu) y la banda volvió a gradecer la conexión entre ellos y el público. Sólo bastaría destacar la apertura de la española Nya Rubia, quien antes de los Gipsy, encendió un poco la llama del caballo sin bridas que se volvió esa noche. ¡Olé!

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