Huye de Honduras por la delincuencia

“Nadie quisiera dejar su casa, pero tampoco nadie quisiera quedarse en un lugar donde va a morir antes de que le toque”.

Con esas palabras, Raymond Suazo, un migrante hondureño que salió hace 14 días de su país, describe el porqué salió de su natal Honduras, donde los grupos delincuenciales lo amenazaron con matarlo si no pagaba una cuota de 400 dólares al mes por dejarlo trabajar en su negocio de reparación de celulares.

“El sueño de toda persona es poder ser independiente, poner un negocio. Junté toda la plata que me daban de una beca que obtuve por el gobierno para poner un negocio de celulares. Antes trabajaba en un centro comercial y con los 40 dólares a la semana que me pagaban no podía mantener a mi familia, por eso estudié.

“Cuando por fin pude poner mi negocio en un local que me prestó un tío, empecé a reparar celulares, a la semana ganaba alrededor de 200 dólares. “Duré bien como dos meses, cuando llegó gente de la pandilla 18 y me empezaron a extorsionar, querían 400 dólares al mes por dejarme trabajar. Yo me negué y a los 15 días fueron a tirar balazos a mi negocio; a los dos días golpearon a mi esposa y al día siguiente llegaron y me dijeron que si no les daba el dinero los iban a matar y yo de todos modos tenía que trabajar con ellos”, contó Raymond en entrevista con Organización Editorial Mexicana.

En su trayecto, Raymond se torció el pie y aún así seguirá hasta Estados Unidos.

Como pudo, Raymond juntó los ahorros que tenía, pidió mil dólares prestados a su hermano que vive en Estados Unidos y envió a su hija Natali, de 10 años, y a su esposa Giovanna a Estados Unidos con un pollero; su familia está allá y él decidió irse por el camino difícil, el de recorrer dos países a pie, en lanchas y a bordo del tren.

Raymond llegó este viernes a Irapuato. Él ya sabía de la Caravana Migrante que buscaría llegar a la frontera de México con Estados Unidos y pensó en venirse con ellos.

“Pero yo estaba desesperado y me adelanté y me vine solo. Ha sido un calvario, la he vivido muy difícil, he padecido hambres, lluvia, frío y golpes. Me robaron los 200 dólares que traía para poder llegar a Estados Unidos, pero voy a llegar”.

Raymond espera el tren que lo lleve a Guadalajara y de ahí se irá con rumbo a Sonora, donde espera cruzar por el desierto hacia Arizona, uno de los trayectos más complicados y peligrosos para los migrantes.

Su piel se ve rojiza por las quemaduras del sol, pero dice que ese sufrimiento es menor que el de vivir con la incertidumbre de ser asesinado por gente que lo quería matar sólo porque le iba bien en su trabajo.

“Cuando no hay garantías para vivir donde es tu hogar, ese hogar se convierte en el infierno, por eso mucha gente como yo migramos.

“Nadie quisiera dejar su casa, pero tampoco nadie quisiera morir dentro de ella, asesinado por gente que ha visto en la delincuencia un modo de vida, solapado por las autoridades”, dice el hondureño.

Raymond planea estar en Estados Unidos el dos de noviembre, un día antes de que su pequeña Natali cumpla años.

“Me han ofrecido ayuda para quedarme en refugios, pero los rechazo, cada minuto que pierdo es un minuto menos con mi familia, ya quiero llegar, no sé cómo lo haré, pero voy a llegar con ellos”.

Raymond previó algo: “me despedí de Giovanna, le dije que si no la volvía a ver, que luchara por nuestra hija. Pero no pienso morir, por eso no me quedé en Honduras, por eso me arriesgo y sé que al final la historia me dirá que hice lo correcto.

“Mucha gente no quiere migrar, pero qué hacer si tienes todo contra ti. Yo antes me preguntaba el porqué la gente migraba y ahora tengo mi respuesta: porque en su país no tienen el derecho fundamental de todo ser humano: el derecho a vivir”.