/ domingo 11 de febrero de 2024

Más historia de Irapuato: el Imperial Templo de San José de los Indios Otomíes

De San José hay libros enteros de qué contar de su historia

El Imperial Templo de San José de los Indios Otomíes es, probablemente, un templo modesto en su interior y ornamentación, dirán unos; ‘es un templo sin historia’, dirán los más ignorantes.

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Quienes estuvimos en la escuela Aguiluchos, a un costado de San José, nunca tuvimos idea de dónde estábamos parados. Yo lo entendí ya de adulto. De San José hay libros enteros de qué contar de su historia.

Cuando estuvimos en la Aguiluchos, jamás nos dimos por enterados que ahí había sido el Hospital de San José, que fue Alcaldía de la Villa de Irapuato, de 1826 a 1893. Tampoco que fue cárcel, de 1894 a 1911, y cuartel militar en la Revolución, de 1910 a 1920, en la Guerra contra De la Huerta, de 1923 a 1924, y en la Guerra Cristera, de 1926 a 1929.

Que ahí estuvo Villa y Obregón por citar a los principales. Y que de 1929 a 1959 tuvo la misma fachada de 1823.

Que salíamos a jugar de recreo entre San José y Catedral en lo que fue un panteón hasta 1835.

Cuando entramos a San José ya no fue igual que cuando fui niño y menos adulto, está vez me llenó de emoción, como si fuera la primera vez que entraba.

Entré a un templo construido por otomíes y españoles desde finales del Siglo XVI. Que la orientación de donde sale el sol a sus espaldas y se muestra de frente en el ocaso no era una casualidad. Las manos que esculpieron cada detalle, cada figura, para hacer obras únicas desarrollaron arte de un estilo identificado como Tequitqui.

Supe que la capilla lateral fue el recinto original y así sucede con los templos, son los lugares más antiguos que dan origen al resto de los mismos. Al entrar al coro, pisé el mismo piso que alguna vez pisó la Emperatriz Carlota Amelia de México entero y donde escuchó esas misas que tanto gustaba, que un sacerdote de etnia otomí traducía del latín al idioma de los otomíes que asistían a San José.

Que al contemplar la torre, fue subir, a pesar de sus precarias condiciones, a donde entre 1810 y 1812 subieron irapuatenses a defender la Congregación del ataque de Albino García, el insurgente, a la que la victoria de Iturbide le sirvió de ascenso como oficial hasta llegar a Emperador de México.

En 1847, Anastasio Bustamante, comandante de la compañía de caballería, organizó la Brigada de Patriotas de Irapuato, que sabemos que es muy probable que no murió en un combate frontal ante los norteamericanos, ya que hay registrados ataques de guerrilla en las inmediaciones de Munguía por parte de grupos organizados por Bustamante y que jamás lo pudieron atrapar, pero cuya defensa inicial comenzó en la Torre de San José.

San José, el cual fue el último bastión de defensa de Irapuato, donde surgen los nombres de héroes desconocidos como Eduardo García, El Niño Héroe de Irapuato. Pedro Enciso, el Irapuatense que defendió 14 veces la población de Irapuato, desde 1810 a 1858.

Que en 1858, un muy joven oficial Ignacio Zaragoza enfrentó las tropas de Leonardo Márquez, tomando como punto de defensa la Torre de San José y persiguiéndolos hasta Munguía nuevamente, donde optó por regresar y seguir el resguardo de Irapuato.

Cuando vayamos al Centro de Irapuato y oigan sus campanas repicar, vean sus torres, sus fachadas y sus pisos, sientan el orgullo de toda la historia que nos contempla y nos rodea. En este caso, San José de los Indios Otomíes nos contempla a nosotros con toda su historia en sus muros y cantera.

Escuchen los susurros del viento que nos dicen que, en la hoy Plaza Hidalgo, mucho antes del mercado y otra plaza más antigua, en ella estuvieron colgados los cuerpos de mujeres, niños y ancianos que asumieron la defensa de Irapuato durante la invasión norteamericana de 1847.

Y esto es sólo una fracción de nuestra historia.

IRAPUATO DE MIS RECUERDOS ES:

  • Carlos Uribe.
  • IDMR Gestión Caro Valdez.
  • IDMR Jesús Arévalo

El Imperial Templo de San José de los Indios Otomíes es, probablemente, un templo modesto en su interior y ornamentación, dirán unos; ‘es un templo sin historia’, dirán los más ignorantes.

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Quienes estuvimos en la escuela Aguiluchos, a un costado de San José, nunca tuvimos idea de dónde estábamos parados. Yo lo entendí ya de adulto. De San José hay libros enteros de qué contar de su historia.

Cuando estuvimos en la Aguiluchos, jamás nos dimos por enterados que ahí había sido el Hospital de San José, que fue Alcaldía de la Villa de Irapuato, de 1826 a 1893. Tampoco que fue cárcel, de 1894 a 1911, y cuartel militar en la Revolución, de 1910 a 1920, en la Guerra contra De la Huerta, de 1923 a 1924, y en la Guerra Cristera, de 1926 a 1929.

Que ahí estuvo Villa y Obregón por citar a los principales. Y que de 1929 a 1959 tuvo la misma fachada de 1823.

Que salíamos a jugar de recreo entre San José y Catedral en lo que fue un panteón hasta 1835.

Cuando entramos a San José ya no fue igual que cuando fui niño y menos adulto, está vez me llenó de emoción, como si fuera la primera vez que entraba.

Entré a un templo construido por otomíes y españoles desde finales del Siglo XVI. Que la orientación de donde sale el sol a sus espaldas y se muestra de frente en el ocaso no era una casualidad. Las manos que esculpieron cada detalle, cada figura, para hacer obras únicas desarrollaron arte de un estilo identificado como Tequitqui.

Supe que la capilla lateral fue el recinto original y así sucede con los templos, son los lugares más antiguos que dan origen al resto de los mismos. Al entrar al coro, pisé el mismo piso que alguna vez pisó la Emperatriz Carlota Amelia de México entero y donde escuchó esas misas que tanto gustaba, que un sacerdote de etnia otomí traducía del latín al idioma de los otomíes que asistían a San José.

Que al contemplar la torre, fue subir, a pesar de sus precarias condiciones, a donde entre 1810 y 1812 subieron irapuatenses a defender la Congregación del ataque de Albino García, el insurgente, a la que la victoria de Iturbide le sirvió de ascenso como oficial hasta llegar a Emperador de México.

En 1847, Anastasio Bustamante, comandante de la compañía de caballería, organizó la Brigada de Patriotas de Irapuato, que sabemos que es muy probable que no murió en un combate frontal ante los norteamericanos, ya que hay registrados ataques de guerrilla en las inmediaciones de Munguía por parte de grupos organizados por Bustamante y que jamás lo pudieron atrapar, pero cuya defensa inicial comenzó en la Torre de San José.

San José, el cual fue el último bastión de defensa de Irapuato, donde surgen los nombres de héroes desconocidos como Eduardo García, El Niño Héroe de Irapuato. Pedro Enciso, el Irapuatense que defendió 14 veces la población de Irapuato, desde 1810 a 1858.

Que en 1858, un muy joven oficial Ignacio Zaragoza enfrentó las tropas de Leonardo Márquez, tomando como punto de defensa la Torre de San José y persiguiéndolos hasta Munguía nuevamente, donde optó por regresar y seguir el resguardo de Irapuato.

Cuando vayamos al Centro de Irapuato y oigan sus campanas repicar, vean sus torres, sus fachadas y sus pisos, sientan el orgullo de toda la historia que nos contempla y nos rodea. En este caso, San José de los Indios Otomíes nos contempla a nosotros con toda su historia en sus muros y cantera.

Escuchen los susurros del viento que nos dicen que, en la hoy Plaza Hidalgo, mucho antes del mercado y otra plaza más antigua, en ella estuvieron colgados los cuerpos de mujeres, niños y ancianos que asumieron la defensa de Irapuato durante la invasión norteamericana de 1847.

Y esto es sólo una fracción de nuestra historia.

IRAPUATO DE MIS RECUERDOS ES:

  • Carlos Uribe.
  • IDMR Gestión Caro Valdez.
  • IDMR Jesús Arévalo

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