Roberto Rivero y Góngora, una vida dedicada al teatro y la actuación

Roberto Lucio Rivero y Góngora fue declarado merecedor a la presea Vasco de Quiroga en Irapuato por su gran aportación al ámbito teatral en la ciudad, toda una vida de formación y experiencia que ha podido compartir con las y los irapuatenses le será reconocida una vez más.

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Y es que a sus casi 100 años de edad de los cuales lleva al menos 75 dedicándose al ámbito teatral, el cual dijo haber descubierto sin buscarlo, sólo a través de una película que pudo ver en el cine a sus 25 años, ‘La historia de Al Jolson’ la cual retrató la vida de quien fue un cantante, actor, guionista y director de música estadounidense de origen ruso.

“Jamás pensé ser actor hasta que un día, en una película que vi en la Ciudad de México vi la vida del protagonista de esa película, Al Jolson, se me hizo muy satisfactoria, muy grata, yo quería vivir así y dije ‘Yo quiero ser como ese señor’, sin darme cuenta todo se fue uniendo y desarrollando, ya lo traía, pero no lo sabía, hasta que ese detonador de la película me hizo conocer que era apto, que tenía facultades para ser actor”.

Así sin buscar nada en especial más que la satisfacción de hacer algo que le fuera grato es que descubrió su talento el cual tomó de lleno y empezó a estudiar y hacer por involucrarse en el mundo del teatro en México.

“No tenía ni idea que tenía facultades para eso que es la actuación, el teatro, toda esa actividad que reúne una manera de vivir como la de los actores, y cualquier actividad es muy importante, si es tu vocación, si es lo que más tienes desarrollado en cuanto a facultades, a gustos, a satisfacción de hacer las cosas, todo eso te lo da la misma naturaleza, no lo tienes que andar buscando”.

Fue así que entre los 25 a 30 años de edad empezó en un grupo de teatro que estaba montando el tenorio, donde le dieron un papel, poco antes no sabía que iba a hacer para vivir, había dejado la carrera de ingeniería pues supo que de eso no quería vivir, y poco después comenzó a incursionar en el teatro encontrándose con grandes figuras que sirvieron de ejemplo e inspiración a seguir.

“Todo se dio, una tras de otra, fui primero a un grupo de teatro que estaba montando el Tenorio, me dieron el papel, ahí supe que se acababa de inaugurar la escuela de la Asociación Nacional De Actores (ANDA), que algunos se habían inscrito de ese grupo, yo me inscribí, me recibí, ahí conocí a gente de teatro, maestros, actores, poco a poco fui invadiendo las áreas que ni idea tenia que existían”.

La primera generación de Bellas Artes había salido apenas, recordó, entre ellos talentos como Ignacio López Tarso y Silvia Pinal con quienes pudo participar también en las compañías teatrales que había en aquella época.

“Un maestro de la academia tenía su compañía de aficionados y entonces me invitó a participar y seguí conociendo gente que valía mucho la pena, ya que todos los que salieron de esa generación tenían el concepto de que era muy importante la labor teatral y eso me lo transmitieron a mi, desde entonces participé con ese grupo que salió de Bellas Artes, con los de la academia que después se llamó Andrés Soler de la Anda, participé en las tres compañías más importantes que se hicieron en esa época que son la del Seguro Social, el Teatro Helénico y el Teatro de Bellas Artes”.

La estrecha relación que había entre quienes se dedicaban al teatro lo llevaron a participar de la mano con José Soler que fue director de las tres compañías, con quien hizo buena mancuerna hasta que dejó la Ciudad de México.

“Todo se ha dado porque era una relación muy concreta en la Ciudad de México, todos los actores se conocen, platicaban sus problemas y sus aciertos, todo se va relacionando y te vas dando a conocer, llegó el momento en que hice mancuerna con uno de los que acababa de salir de Bellas Artes, José Soler, que fue director de las tres compañías que he mencionado y entonces él y yo éramos cómo uña y carne, habíamos trabajado mucho juntos y siempre unidos, él me llevaba casi casi como su asistente y así pues fuimos hasta que me salí de la Ciudad de México, participamos en un montón de montajes de esas tres compañías de teatro que fueron las más famosas y las que hicieron una labor más grande para la población, casi casi eran oficiales”.

HA COMPARTIDO TODA SU EXPERIENCIA EN ARTISTAS IRAPUATENSES

De nacimiento yucateco, de familia campechana, Roberto Rivero y Góngora llegó a Irapuato cuando contrajo matrimonio con su esposa irapuatense, ella quería regresar al seno familiar y fue así que él decidió formar su compañía teatral en la que ha podido transmitir todo lo aprendido con talento principalmente irapuatense, la compañía de teatro Xochipilli.

Esta compañía ha llevado distintos eventos a la población, como la Tradicional Pastorela que se lleva a cabo año con año.

“Por eso soy conocido, por que en todas partes andaba y era popular, hasta que vine a Irapuato y aquí formamos nuestra compañía y pues gracias a esa compañía he podido transmitir el teatro que pude hacer ahí en el Distrito Federal y ha sido muy bien recibido por Irapuato lo cual le agradezco por que una labor colectiva es muy difícil lograrla si la gente no se siente a gusto y satisfecha con lo que hace”.

Entonces el Teatro de la Ciudad era el Auditorio Benito Juárez, donde recordó haber montado todas las temporadas posibles para satisfacer las necesidades de diversión y conocimiento del teatro al público irapuatense.

“Fue muy satisfactorio para todos nosotros pertenecer a una compañía de teatro que satisfacía a las necesidades de diversión y de conocimientos del teatro aquí en Irapuato, con gente de Irapuato, de todos los que pertenecían o han pertenecido la mayoría son irapuatenses y trabajan muy a gusto para Irapuato, entienden que su labor es necesaria, es muy importante, educativa, llena de ejemplos de vida, ya que eso es el teatro, la repetición de todo lo que ha vivido la humanidad, de lo más importante y eso lo agradece tanto el público, como los actores pues los actores también crecen en cuanto a conocimientos de lo que ha pasado en este mundo”.

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Agradeció a la población irapuatense por darle otra de esas satisfacciones que llegaron por sorpresa a su vida al hacerlo merecedor de la presea Vasco de Quiroga lo cual lo llena también de alegría.