/ miércoles 18 de agosto de 2021

[VIDEO] 18 de Agosto de 1973, el día que el agua devastó a Irapuato

Esa inundación que dicen los que la vivieron cambió la cara y la vida de Irapuato

El reporte oficial de acuerdo con un documento de la Secretaría de la Defensa Nacional, el cual fue elaborado por el entonces general Félix Galván y que El Sol de Irapuato tiene copia de él, es que hubo 62 muertos por la inundación de 1973, de los cuales cinco fueron bebés. Hay quienes dicen que hubo más. Lo cierto es que esa inundación que dicen los que la vivieron cambió la cara y la vida de Irapuato, sembró el temor colectivo ante las lluvias e inundaciones e hizo que muchos perdieran lo más preciado para ellos: su patrimonio y hasta sus seres queridos.


48 años han pasado desde aquel 1973.


Era mayo de 1973 y el calor era insoportable en Irapuato. Las lluvias que caían de forma puntual el 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, y donde los campesinos esperaban su llegada no se hicieron presentes. Los incipientes pronósticos indicaban que las lluvias llegarían retrasadas, pero con intensidad.



Casi al terminar la Primavera, por ahí del 21 de junio, el clima sufrió un cambio radical: de no llover, repentinamente llegaron los chubascos que azotaron la región. Los últimos diez días de junio y todo julio la lluvia no cesó en Irapuato y en Guanajuato. Para entonces, municipios como Moroleón, Uriangato habían sido devastados por la lluvia.



Agosto llegó y las precipitaciones no cesaban. En sólo 10 días había llovido lo que no en cinco años. Municipios como Romita se veían afectados por la presencia de lluvias, el desbordamiento de presas, represas, arroyos y riachuelos eran la antesala de lo que se aproximaba.



El 15 de agosto de 1973, el entonces comandante de la 16/a. Zona Militar advertía en una entrevista publicada por El Sol de Irapuato, que si continuaba lloviendo, Irapuato peligraba y podía inundarse.



Sus sospechas no fueron en vano, pues desde el 10 de agosto se había reventado la presa de Santa Ana del Conde, en Guanajuato, y de inmediato las autoridades comenzaron a verter el líquido hacia la presa de La Sandía, la cual era pequeña y tenía poca capacidad, por lo que ésta terminó por desbordarse.



Entonces, el agua tuvo que ser canalizada hacia la presa de La Sardina y lo previsible llegó: el 14 de agosto tampoco la presa de La Sardina aguantó la capacidad de millones de litros de agua y terminó por desbordarse también y comenzó el peregrinar del agua, el cual encontró ruta en el río Guanajuato, al cual le aumentó su nivel en forma alarmante.



El agua que llevaba el río era demasiada y terminó por desbordarse a la altura del cerro de La Garrida. La Secretaría de Recursos Hidráulicos y el Ejército Mexicano comenzaron a cerrar las compuertas del río Guanajuato para redireccionar el agua hacia el canal de Tepalcates y con ella el agua se fuera hacia la presa de El Conejo.



Para ese entonces, el río Silao también presentaba una importante carga de agua y el espectáculo ofrecido por la cantidad de líquido que llevaba y con la fuerza en la que se dirigía, ocasionó que muchas personas acudieran a la altura de las colonias Españita y Los Cobos a ver el espectáculo de ‘la víbora de agua’, como muchos le conocieron.



Para entonces el rumor era fuerte: Irapuato se iba a inundar. La expectación aumentó y en lugar de que las personas tomaran previsiones, decenas de curiosos iban a lo que entonces era la orilla de la ciudad, por la zona donde hoy está el Puente Siglo XXI, a ver si ya había llegado el agua, esa de la que tanto habían estado hablando.




Y llegó el 18 de agosto. Desde los primeros minutos de ese sábado, más de una centena de elementos del Ejército Mexicano ponían más de 22 mil costales en los límites de la presa de Alto Arandas, conocida popularmente como la presa de El Conejo, y tratar de aumentar su altura y con ello su capacidad para contener el agua acumulada de la lluvia y la de las otras presas reventadas.




La probabilidad de que Irapuato se inundara era alta, pero aún se podía evitar.


No hubo de otra más que abrir la presa. La idea era ir sacando de poco en poco el agua, pero la naturaleza se les adelantó y les ayudó en sus labores: la cantidad de agua que seguía llegando a la presa de El Conejo fue tal, al grado que el bordo que había terminó por reventar, pero otra versión indica que fue reventada a propósito. La inundación de una ciudad, a costa de salvar unos terrenos.




Hoy se cumplen 48 años de esa inundación que aún sigue en el imaginario colectivo de Irapuato y que ha hecho que toca una ciudad tenga el 18 de Agosto presente como el día en que Irapuato cambió su cara para siempre.


El reporte oficial de acuerdo con un documento de la Secretaría de la Defensa Nacional, el cual fue elaborado por el entonces general Félix Galván y que El Sol de Irapuato tiene copia de él, es que hubo 62 muertos por la inundación de 1973, de los cuales cinco fueron bebés. Hay quienes dicen que hubo más. Lo cierto es que esa inundación que dicen los que la vivieron cambió la cara y la vida de Irapuato, sembró el temor colectivo ante las lluvias e inundaciones e hizo que muchos perdieran lo más preciado para ellos: su patrimonio y hasta sus seres queridos.


48 años han pasado desde aquel 1973.


Era mayo de 1973 y el calor era insoportable en Irapuato. Las lluvias que caían de forma puntual el 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, y donde los campesinos esperaban su llegada no se hicieron presentes. Los incipientes pronósticos indicaban que las lluvias llegarían retrasadas, pero con intensidad.



Casi al terminar la Primavera, por ahí del 21 de junio, el clima sufrió un cambio radical: de no llover, repentinamente llegaron los chubascos que azotaron la región. Los últimos diez días de junio y todo julio la lluvia no cesó en Irapuato y en Guanajuato. Para entonces, municipios como Moroleón, Uriangato habían sido devastados por la lluvia.



Agosto llegó y las precipitaciones no cesaban. En sólo 10 días había llovido lo que no en cinco años. Municipios como Romita se veían afectados por la presencia de lluvias, el desbordamiento de presas, represas, arroyos y riachuelos eran la antesala de lo que se aproximaba.



El 15 de agosto de 1973, el entonces comandante de la 16/a. Zona Militar advertía en una entrevista publicada por El Sol de Irapuato, que si continuaba lloviendo, Irapuato peligraba y podía inundarse.



Sus sospechas no fueron en vano, pues desde el 10 de agosto se había reventado la presa de Santa Ana del Conde, en Guanajuato, y de inmediato las autoridades comenzaron a verter el líquido hacia la presa de La Sandía, la cual era pequeña y tenía poca capacidad, por lo que ésta terminó por desbordarse.



Entonces, el agua tuvo que ser canalizada hacia la presa de La Sardina y lo previsible llegó: el 14 de agosto tampoco la presa de La Sardina aguantó la capacidad de millones de litros de agua y terminó por desbordarse también y comenzó el peregrinar del agua, el cual encontró ruta en el río Guanajuato, al cual le aumentó su nivel en forma alarmante.



El agua que llevaba el río era demasiada y terminó por desbordarse a la altura del cerro de La Garrida. La Secretaría de Recursos Hidráulicos y el Ejército Mexicano comenzaron a cerrar las compuertas del río Guanajuato para redireccionar el agua hacia el canal de Tepalcates y con ella el agua se fuera hacia la presa de El Conejo.



Para ese entonces, el río Silao también presentaba una importante carga de agua y el espectáculo ofrecido por la cantidad de líquido que llevaba y con la fuerza en la que se dirigía, ocasionó que muchas personas acudieran a la altura de las colonias Españita y Los Cobos a ver el espectáculo de ‘la víbora de agua’, como muchos le conocieron.



Para entonces el rumor era fuerte: Irapuato se iba a inundar. La expectación aumentó y en lugar de que las personas tomaran previsiones, decenas de curiosos iban a lo que entonces era la orilla de la ciudad, por la zona donde hoy está el Puente Siglo XXI, a ver si ya había llegado el agua, esa de la que tanto habían estado hablando.




Y llegó el 18 de agosto. Desde los primeros minutos de ese sábado, más de una centena de elementos del Ejército Mexicano ponían más de 22 mil costales en los límites de la presa de Alto Arandas, conocida popularmente como la presa de El Conejo, y tratar de aumentar su altura y con ello su capacidad para contener el agua acumulada de la lluvia y la de las otras presas reventadas.




La probabilidad de que Irapuato se inundara era alta, pero aún se podía evitar.


No hubo de otra más que abrir la presa. La idea era ir sacando de poco en poco el agua, pero la naturaleza se les adelantó y les ayudó en sus labores: la cantidad de agua que seguía llegando a la presa de El Conejo fue tal, al grado que el bordo que había terminó por reventar, pero otra versión indica que fue reventada a propósito. La inundación de una ciudad, a costa de salvar unos terrenos.




Hoy se cumplen 48 años de esa inundación que aún sigue en el imaginario colectivo de Irapuato y que ha hecho que toca una ciudad tenga el 18 de Agosto presente como el día en que Irapuato cambió su cara para siempre.


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