/ domingo 12 de noviembre de 2023

¿Cuántas veces nos dejamos llevar por la indiferencia y la apatía?

La invitación a un banquete, en el caso concreto a una fiesta de bodas, es un tema de los favoritos de Jesús. Entiende el reino de los cielos siempre como la plenitud del amor y como la participación de la alegría. Siempre Jesús hablándonos del amor y siempre invitándonos a la participación de esa fiesta plena. Y sería la primera enseñanza dejarnos cuestionar sobre la forma en que estamos respondiendo a esta llamada de amor. Pero esta parábola además entra en el ambiente de la polémica y de la provocación. Jesús parece seguir recriminando a los escribas y fariseos su inconstancia y falta de coherencia en la búsqueda de Dios.

A muchos estudiosos les llama la atención que no se recrimine a las vírgenes prudentes su egoísmo, al no querer dar un poco de su aceite a las que carecían de él. Pero es que la llamada y la respuesta tienen primeramente un sentido personal. Dios nos llama a su amor de una manera tan personal, tan concreta, que nadie puede responder por nosotros. La respuesta no sólo debe ser de un momento, sino siempre será actual y actualizada. Como el amor, no basta haber dicho alguna vez “te quiero”, se debe manifestar en palabras y obras a cada momento. Ese es el pecado de los fariseos: creerse ya salvados. ¿Será también nuestro pecado?

El aceite de la esperanza

Al mismo tiempo, Jesús nos manifiesta también en esta parábola la urgencia de la vigilancia. Al describirnos el reino de Dios como una de las fiestas más alegres y participativas, quedar excluidos es perder lo más importante. El relato de las vírgenes nos pone en un ambiente de crisis que los oyentes captarían fácilmente como una llamada de atención para no perder la oportunidad de participar en la gran fiesta del reino. Pero en estos relatos de la venida del Hijo siempre nos encontramos la doble intención: contemplan al mismo tiempo el presente y el futuro. Están dirigidos al momento presente: “estén atentos, vigilen, no saben a qué hora va a venir…” pero con una mirada al futuro. La futura venida compromete su vida actual, que es hoy se preparan los cambios del mañana, que la actualidad engendra el futuro. La lectura de los textos de este domingo requiere esta doble atención. Jesús vendrá: mantengamos los ojos fijos en esta venida, pero también Jesús viene hoy: estemos atentos y preparados para acogerlo. Para San Mateo, estar preparado significa escuchar y poner en práctica las palabras de Jesús hoy. Significa estar siempre renovando “el aceite” del amor y del servicio.

Lámparas que iluminan

A algunos les causa inquietud el que, al retrasarse el novio, sería este quien tendría que asumir las consecuencias y no las pobres jóvenes que estuvieron largas horas esperándolo. Pero no es actitud evangélica calcular y acomodarse a situaciones sin la presencia del Señor. El peligro es doble, por una parte, despreocuparse y darse a la buena vida, porque el Señor tarda, o por la otra, no tener la paciencia para esperar su venida. La vigilancia ha de ser continua. El amor, el servicio y la entrega no se improvisan, son actitudes que se asumen de por vida y nadie puede “llenar” nuestro corazón con el amor ajeno. Ya la primera lectura nos ponía en estado de búsqueda e inquietud para encontrarnos con la sabiduría. Y se pedía un corazón digno de dejarse encontrar por ella, más que alcanzarla con las propias fuerzas, pues ella se encuentra sentada a la puerta de quien la busca sinceramente.

Sin miedos, pero sin apatías

No se trata de infundir miedos y angustias que mucho gustan a los predicadores evangélicos. La parábola nos pone en otra dinámica: la del encuentro festivo en el banquete de bodas. Aprendamos a vivir en una espera vigilante, con el aceite del amor y del servicio en nuestras lámparas, con la ilusión dinámica de encontrarnos con el Señor. ¿Cuántas veces me dejo llevar por la indiferencia y la apatía? ¿Aguardo con ilusión y esperanza la venida del Señor o estoy adormilado y frustrado? ¿En qué cosas prácticas de amor y servicio manifiesto que estoy esperando al Señor?

Vigilantes aguardamos tu llegada, Señor

Padre Bueno, ilumina nuestro corazón con la luz de tu Espíritu para que con una esperanza dinámica y una vigilancia continua aguardemos la venida de tu reino. Amén

Obispo de la Diócesis de Irapuato

Facebook @ObispodeIrapuato

La invitación a un banquete, en el caso concreto a una fiesta de bodas, es un tema de los favoritos de Jesús. Entiende el reino de los cielos siempre como la plenitud del amor y como la participación de la alegría. Siempre Jesús hablándonos del amor y siempre invitándonos a la participación de esa fiesta plena. Y sería la primera enseñanza dejarnos cuestionar sobre la forma en que estamos respondiendo a esta llamada de amor. Pero esta parábola además entra en el ambiente de la polémica y de la provocación. Jesús parece seguir recriminando a los escribas y fariseos su inconstancia y falta de coherencia en la búsqueda de Dios.

A muchos estudiosos les llama la atención que no se recrimine a las vírgenes prudentes su egoísmo, al no querer dar un poco de su aceite a las que carecían de él. Pero es que la llamada y la respuesta tienen primeramente un sentido personal. Dios nos llama a su amor de una manera tan personal, tan concreta, que nadie puede responder por nosotros. La respuesta no sólo debe ser de un momento, sino siempre será actual y actualizada. Como el amor, no basta haber dicho alguna vez “te quiero”, se debe manifestar en palabras y obras a cada momento. Ese es el pecado de los fariseos: creerse ya salvados. ¿Será también nuestro pecado?

El aceite de la esperanza

Al mismo tiempo, Jesús nos manifiesta también en esta parábola la urgencia de la vigilancia. Al describirnos el reino de Dios como una de las fiestas más alegres y participativas, quedar excluidos es perder lo más importante. El relato de las vírgenes nos pone en un ambiente de crisis que los oyentes captarían fácilmente como una llamada de atención para no perder la oportunidad de participar en la gran fiesta del reino. Pero en estos relatos de la venida del Hijo siempre nos encontramos la doble intención: contemplan al mismo tiempo el presente y el futuro. Están dirigidos al momento presente: “estén atentos, vigilen, no saben a qué hora va a venir…” pero con una mirada al futuro. La futura venida compromete su vida actual, que es hoy se preparan los cambios del mañana, que la actualidad engendra el futuro. La lectura de los textos de este domingo requiere esta doble atención. Jesús vendrá: mantengamos los ojos fijos en esta venida, pero también Jesús viene hoy: estemos atentos y preparados para acogerlo. Para San Mateo, estar preparado significa escuchar y poner en práctica las palabras de Jesús hoy. Significa estar siempre renovando “el aceite” del amor y del servicio.

Lámparas que iluminan

A algunos les causa inquietud el que, al retrasarse el novio, sería este quien tendría que asumir las consecuencias y no las pobres jóvenes que estuvieron largas horas esperándolo. Pero no es actitud evangélica calcular y acomodarse a situaciones sin la presencia del Señor. El peligro es doble, por una parte, despreocuparse y darse a la buena vida, porque el Señor tarda, o por la otra, no tener la paciencia para esperar su venida. La vigilancia ha de ser continua. El amor, el servicio y la entrega no se improvisan, son actitudes que se asumen de por vida y nadie puede “llenar” nuestro corazón con el amor ajeno. Ya la primera lectura nos ponía en estado de búsqueda e inquietud para encontrarnos con la sabiduría. Y se pedía un corazón digno de dejarse encontrar por ella, más que alcanzarla con las propias fuerzas, pues ella se encuentra sentada a la puerta de quien la busca sinceramente.

Sin miedos, pero sin apatías

No se trata de infundir miedos y angustias que mucho gustan a los predicadores evangélicos. La parábola nos pone en otra dinámica: la del encuentro festivo en el banquete de bodas. Aprendamos a vivir en una espera vigilante, con el aceite del amor y del servicio en nuestras lámparas, con la ilusión dinámica de encontrarnos con el Señor. ¿Cuántas veces me dejo llevar por la indiferencia y la apatía? ¿Aguardo con ilusión y esperanza la venida del Señor o estoy adormilado y frustrado? ¿En qué cosas prácticas de amor y servicio manifiesto que estoy esperando al Señor?

Vigilantes aguardamos tu llegada, Señor

Padre Bueno, ilumina nuestro corazón con la luz de tu Espíritu para que con una esperanza dinámica y una vigilancia continua aguardemos la venida de tu reino. Amén

Obispo de la Diócesis de Irapuato

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