/ martes 17 de mayo de 2022

DÍA DEL MAESTRO 2022

En el día del maestro, imposible escribir de otro tema. Anoche me acosté pensando en mis mentores. Recordé a la “seño Trini”, me enseñó a leer y escribir en la escuela Niños Héroes, ubicada en Guerrero, la calle principal de la ciudad. Casi enfrente estaba la Escuela Revolución. El 5º y 6º grados los cursé en el nuevo edificio, que nos mandó construir don Florentino Oliva, el presidente municipal, a un costado del ahora templo San Juan Bosco esquina con el bulevard Díaz Ordaz, en ese tiempo, era un brazo del río Silao. Cuando nos retiramos del inmueble de Guerrero, lo ocupó el Colegio Juan Duns Escoto.

La directora, maestra Enedina Ramírez realizó una encuesta para darle nombre a la nueva escuela, afirmando que ganaron -por un voto- los que deseaban que conservara el nombre Niños Héroes y no Florentino Oliva, la otra propuesta. La verdad es que, eso dijo la directora para que no se sintiera mal el presidente, todos queríamos el mismo nombre. También evoqué al “profe Ramoncito” sabio y noble.

El turno en las escuelas era discontinuo, de 9 a 12 horas y de 15 a 17 horas diario. El calendario escolar abarcaba 10 meses: de febrero a noviembre y las vacaciones largas eran diciembre y enero. Éramos puntuales para entrar, pero para salir no. Lo hacíamos media o hasta una hora después y nadie se quejaba, ni padres de familia y menos los alumnos. Sábados, domingos y días festivos el “profe Ramoncito” vendía palomitas en un carrito en el andador entre Sears y Bancomer.

Era un hombre bueno y trabajador. En nivel de Secundaria tuve grandes maestros. Uno, era el profesor Roberto Hernández Muñoz, tan joven que parecía alumno. Hacía sus clases muy interesantes. Otro maestro que admiré mucho, fue el sacerdote Ambrosio Saavedra, director del Colegio Particular Juan Duns Escoto nos impartía la clase de Álgebra. Por cierto, en los desfiles cívicos, desfilaba al frente de sus alumnos en una motocicleta muy grande, la gente le aplaudía. La directora de la secundaria y de la Escuela Normal era la “maestra Juanita” muy estricta.

Todos los que tenían relación con ella le temían, sobre todo las alumnas. Yo le tenía respeto y siento que nos estimábamos tanto, que me dio autorización para usar la biblioteca y los espacios que no se usaban para ensayar y montar obras de teatro. En efecto, al cursar tercer grado de secundaria formé El Grupo Teatral Normalista. Con ese grupo presentamos más de 60 funciones, una de ellas en el Teatro La República en Querétaro. Emocionado, también traje a mi memoria, a los compañeros docentes con quienes formé el Instituto Pedro de Gante, “Primer Maestro de América” a saber: Malaquías Valle Aza, Idalia Soto Martínez, Jorge Arturo Campos, Ma. de los Ángeles Padilla, Ma. de la Luz Patiño, José Ramón Jasso, Efraín Escalante, Graciela Barrón, Rodolfo Vázquez Soto y Federico Soto Moreno, sin olvidar al querido Supervisor de Escuelas Primarias Profr. José Ma. González Ortega, a todos ellos mi felicitación, reconocimiento a su trabajo y gratitud.

ezequielsotomar@outlook.com

En el día del maestro, imposible escribir de otro tema. Anoche me acosté pensando en mis mentores. Recordé a la “seño Trini”, me enseñó a leer y escribir en la escuela Niños Héroes, ubicada en Guerrero, la calle principal de la ciudad. Casi enfrente estaba la Escuela Revolución. El 5º y 6º grados los cursé en el nuevo edificio, que nos mandó construir don Florentino Oliva, el presidente municipal, a un costado del ahora templo San Juan Bosco esquina con el bulevard Díaz Ordaz, en ese tiempo, era un brazo del río Silao. Cuando nos retiramos del inmueble de Guerrero, lo ocupó el Colegio Juan Duns Escoto.

La directora, maestra Enedina Ramírez realizó una encuesta para darle nombre a la nueva escuela, afirmando que ganaron -por un voto- los que deseaban que conservara el nombre Niños Héroes y no Florentino Oliva, la otra propuesta. La verdad es que, eso dijo la directora para que no se sintiera mal el presidente, todos queríamos el mismo nombre. También evoqué al “profe Ramoncito” sabio y noble.

El turno en las escuelas era discontinuo, de 9 a 12 horas y de 15 a 17 horas diario. El calendario escolar abarcaba 10 meses: de febrero a noviembre y las vacaciones largas eran diciembre y enero. Éramos puntuales para entrar, pero para salir no. Lo hacíamos media o hasta una hora después y nadie se quejaba, ni padres de familia y menos los alumnos. Sábados, domingos y días festivos el “profe Ramoncito” vendía palomitas en un carrito en el andador entre Sears y Bancomer.

Era un hombre bueno y trabajador. En nivel de Secundaria tuve grandes maestros. Uno, era el profesor Roberto Hernández Muñoz, tan joven que parecía alumno. Hacía sus clases muy interesantes. Otro maestro que admiré mucho, fue el sacerdote Ambrosio Saavedra, director del Colegio Particular Juan Duns Escoto nos impartía la clase de Álgebra. Por cierto, en los desfiles cívicos, desfilaba al frente de sus alumnos en una motocicleta muy grande, la gente le aplaudía. La directora de la secundaria y de la Escuela Normal era la “maestra Juanita” muy estricta.

Todos los que tenían relación con ella le temían, sobre todo las alumnas. Yo le tenía respeto y siento que nos estimábamos tanto, que me dio autorización para usar la biblioteca y los espacios que no se usaban para ensayar y montar obras de teatro. En efecto, al cursar tercer grado de secundaria formé El Grupo Teatral Normalista. Con ese grupo presentamos más de 60 funciones, una de ellas en el Teatro La República en Querétaro. Emocionado, también traje a mi memoria, a los compañeros docentes con quienes formé el Instituto Pedro de Gante, “Primer Maestro de América” a saber: Malaquías Valle Aza, Idalia Soto Martínez, Jorge Arturo Campos, Ma. de los Ángeles Padilla, Ma. de la Luz Patiño, José Ramón Jasso, Efraín Escalante, Graciela Barrón, Rodolfo Vázquez Soto y Federico Soto Moreno, sin olvidar al querido Supervisor de Escuelas Primarias Profr. José Ma. González Ortega, a todos ellos mi felicitación, reconocimiento a su trabajo y gratitud.

ezequielsotomar@outlook.com