/ sábado 20 de abril de 2024

Estela se subirá por primera vez a un avión y conocerá a sus nietos güeritos. Columna: Historias del Estado Número 33. (No. 39)

Estela nunca ha viajado en avión. Por eso, cuando escuchó el aviso de abordar, Estela se puso más nerviosa de lo que ya estaba. “Hace veinticinco años que no veo a mi hijo y, ahora que por fin lo iré a visitar a Estados Unidos, Dios me concederá también el deseo de conocer a mis nietos. ¡Ya me dijeron por video llamada que salieron güeritos!”, dice Estela muy emocionada antes de tomar su maleta y dirigirse al área de abordaje.

La historia de Estela es la de muchos adultos mayores que tienen muchos años sin ver a sus hijos migrantes. La distancia no es lo que más les pesa a estas personas, es la ausencia de sus seres queridos en lo cotidiano: desayunar juntos, arreglar los desperfectos de la casa, llevar a los más pequeños a la escuela y festejar los cumpleaños. En pocas palabras: vivir la vida de la mano. Estela es parte de los programas de reunificación familiar que implementan algunos estados del país con la finalidad de mantener los lazos de amor y sociedad y que, hoy más que nunca, se deben impulsar.

El Papa Francisco se ha pronunciado constantemente sobre los migrantes y la deuda histórica que se tiene con ellos, destacando que “en la lógica del Evangelio, los últimos son los primeros, y nosotros tenemos que ponernos a su servicio”. Si bien este mensaje del Papa aplica en todos los aspectos de la vida, cobra mayor relevancia (o debería de hacerlo) en el ámbito político y gubernamental, ya que su razón de ser es, de alguna forma, aliviar las necesidades sobre todo de los más necesitados. Pero seamos honestos, ¿los gobiernos actuales de Estados Unidos y México han visto por la causa migrante? ¡Muy poco! Mientras los especialistas y los distintos poderes se ponen de acuerdo para mejorar las políticas públicas que mitiguen los estragos provocados por la migración, al menos en México han sido los estados de la república los encargados de atender a la comunidad migrante. Parte de esta ardua labor la han realizado, precisamente, con programas como el de reunificación familiar con el que Estela pudo viajar a Estados Unidos.

A pesar de que en los últimos diez años ha tomado fuerza el espíritu antiinmigrante en la Unión Americana, con programas como “Mineros de Plata” (implementado por Guanajuato), se ha logrado llevar a adultos mayores al reencuentro con sus hijos migrantes. Como sabemos, la pandemia del COVID-19 provocó que se endurecieran aún más las restricciones para ingresar a Estados Unidos, no obstante, a partir del 2022 y gracias a las gestiones que han realizado las entidades mexicanas con la Embajada de Estados Unidos, se ha ido agilizando el trámite de visado para este tipo de nobles causas. Ahora bien, ¿por qué traigo a la mesa este tipo de temas? Porque Estela, así como muchas madres en México, añoran volver a ver a sus hijos migrantes y esa esperanza que vive en sus corazones es algo que las candidatas y el candidato a la presidencia de nuestro país deben anotar en su cuaderno de deudas históricas por pagar.

En alguno de los tantos mensajes que el Papa Francisco ha dado sobre los migrantes, destaca que primero debemos ser sus pies cansados para entender los esfuerzos invertidos durante su travesía y, entonces sí, tratar de seguir sus huellas. “Es con ellos que Dios quiere edificar su Reino, porque sin ellos no sería el Reino que Dios quiere. La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía”, nos dice. Por lo pronto, Estela camina en estos momentos junto a su hijo y a sus nietos güeritos. Juntos van recobrando paso a paso el tiempo de ausencia que hoy se va quedando atrás, como una sombra que el tiempo irá borrando. Por mi parte, tal vez sea momento de enviarles a los bunkers de las candidatas y el candidato a la presidencia de México la dirección del Papa Francisco para, por qué no, lo visiten y hablen con él de cómo seguir ayudando a nuestros migrantes y sus familias.


Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

Facebook: @Juan Hernandez

Twitter: @JuanHernandezS

Instagram: dr.juanhernandez

Estela nunca ha viajado en avión. Por eso, cuando escuchó el aviso de abordar, Estela se puso más nerviosa de lo que ya estaba. “Hace veinticinco años que no veo a mi hijo y, ahora que por fin lo iré a visitar a Estados Unidos, Dios me concederá también el deseo de conocer a mis nietos. ¡Ya me dijeron por video llamada que salieron güeritos!”, dice Estela muy emocionada antes de tomar su maleta y dirigirse al área de abordaje.

La historia de Estela es la de muchos adultos mayores que tienen muchos años sin ver a sus hijos migrantes. La distancia no es lo que más les pesa a estas personas, es la ausencia de sus seres queridos en lo cotidiano: desayunar juntos, arreglar los desperfectos de la casa, llevar a los más pequeños a la escuela y festejar los cumpleaños. En pocas palabras: vivir la vida de la mano. Estela es parte de los programas de reunificación familiar que implementan algunos estados del país con la finalidad de mantener los lazos de amor y sociedad y que, hoy más que nunca, se deben impulsar.

El Papa Francisco se ha pronunciado constantemente sobre los migrantes y la deuda histórica que se tiene con ellos, destacando que “en la lógica del Evangelio, los últimos son los primeros, y nosotros tenemos que ponernos a su servicio”. Si bien este mensaje del Papa aplica en todos los aspectos de la vida, cobra mayor relevancia (o debería de hacerlo) en el ámbito político y gubernamental, ya que su razón de ser es, de alguna forma, aliviar las necesidades sobre todo de los más necesitados. Pero seamos honestos, ¿los gobiernos actuales de Estados Unidos y México han visto por la causa migrante? ¡Muy poco! Mientras los especialistas y los distintos poderes se ponen de acuerdo para mejorar las políticas públicas que mitiguen los estragos provocados por la migración, al menos en México han sido los estados de la república los encargados de atender a la comunidad migrante. Parte de esta ardua labor la han realizado, precisamente, con programas como el de reunificación familiar con el que Estela pudo viajar a Estados Unidos.

A pesar de que en los últimos diez años ha tomado fuerza el espíritu antiinmigrante en la Unión Americana, con programas como “Mineros de Plata” (implementado por Guanajuato), se ha logrado llevar a adultos mayores al reencuentro con sus hijos migrantes. Como sabemos, la pandemia del COVID-19 provocó que se endurecieran aún más las restricciones para ingresar a Estados Unidos, no obstante, a partir del 2022 y gracias a las gestiones que han realizado las entidades mexicanas con la Embajada de Estados Unidos, se ha ido agilizando el trámite de visado para este tipo de nobles causas. Ahora bien, ¿por qué traigo a la mesa este tipo de temas? Porque Estela, así como muchas madres en México, añoran volver a ver a sus hijos migrantes y esa esperanza que vive en sus corazones es algo que las candidatas y el candidato a la presidencia de nuestro país deben anotar en su cuaderno de deudas históricas por pagar.

En alguno de los tantos mensajes que el Papa Francisco ha dado sobre los migrantes, destaca que primero debemos ser sus pies cansados para entender los esfuerzos invertidos durante su travesía y, entonces sí, tratar de seguir sus huellas. “Es con ellos que Dios quiere edificar su Reino, porque sin ellos no sería el Reino que Dios quiere. La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía”, nos dice. Por lo pronto, Estela camina en estos momentos junto a su hijo y a sus nietos güeritos. Juntos van recobrando paso a paso el tiempo de ausencia que hoy se va quedando atrás, como una sombra que el tiempo irá borrando. Por mi parte, tal vez sea momento de enviarles a los bunkers de las candidatas y el candidato a la presidencia de México la dirección del Papa Francisco para, por qué no, lo visiten y hablen con él de cómo seguir ayudando a nuestros migrantes y sus familias.


Dr. Juan Hernández

Analista de temas de migración

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