/ miércoles 9 de marzo de 2022

Migrantes mexicanos: corazones en guerra que laten en más de un idioma

Migrantes mexicanos: corazones en guerra que laten en más de un idioma


El primer contacto que tuvimos en Guanajuato con Rosalía Tovar, joven leonesa que sufre en carne propia los estragos de la guerra entre Rusia y Ucrania, fue a través de mensajes de WhatsApp: Ha sido un día terrible por los bombardeos en Kyiv… Ahora estoy segura en Ivano-Frankivsk... Aquí también tenemos ataques, pero no con la intensidad de Kyiv... Hoy la embajada intentará sacarnos de Ucrania... Esperemos lograrlo... Escribía Rosalía con el temor a flor de piel. Después, pude hablar directamente con ella y me confesó que tenía el corazón partido en dos: por una parte, deseaba quedarse en Ucrania y recuperar lo que este conflicto bélico le ha quitado (hogar, trabajo, ahorros, amigos… su nueva vida); por otro lado, regresar a Guanajuato era la oportunidad para estar en los brazos más seguros que pueden existir: los de su familia.

Estos sentimientos encontrados que vive Rosalía son, seguramente, el amor binacional que palpita en el corazón de la mayoría de los migrantes en el mundo y, obviamente, en el de nuestros paisanos que sufren los estragos de esta guerra. Según la Secretaría de Relaciones Exteriores, de los 225 mexicanos que se encontraban en Ucrania, entre 80 y 90 no han salido de la zona en conflicto. Algunos por el caos de movilidad, otros más porque tienen, seguramente, muchas razones que les impide dejar lo que con tanto esfuerzo les costó construir.

Hace años, cuando colaboraba en temas de migración con el entonces presidente de México, Vicente Fox Quesada, me preparaba para una entrevista y el reportero, pretendiendo engañarme, me preguntó supuestamente en “off the record”: Dígame la verdad, ¿a quién le es más leal, a México o a Estados Unidos? Me cuestionó, esperando encontrar en mi respuesta un motivo para poner entre dicho mi lealtad a una de mis dos nacionalidades. Le soy leal a mi padre y a mi madre…, respondí, con toda la sinceridad que me da el amor por mis orígenes mexicanos y estadounidenses.

Muchos de los migrantes viven con la misma disyuntiva que me planteó aquel reportero y que ahora tiene en vilo a Rosalía. ¿A quién le deben su lealtad los que han encontrado un nuevo hogar después de emigrar? Para nadie es un secreto que el primer amor de los migrantes es el que dejaron atrás, esa tierra que los vio nacer y en la que sus padres sembraron las semillas que, a pesar del tiempo y la distancia, los mantiene enraizados a sus lugares de origen. Pero también está el amor por su nueva vida, ese que es fruto de sus andanzas, de las penurias que atravesaron para encontrar, a pesar de todo, la luz de un nuevo día en otro lugar. Mi nuevo hogar es Ucrania, dice Rosalía, al referirse a ese país que parecía tan lejano de Guanajuato pero que hoy, ante la adversidad, también late en su corazón.

Historia como la de esta guanajuatense es la de muchos migrantes que, año con año, aumentan en todo el mundo. Según la estimación más reciente que realizó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, los cuales equivalen al 3.6% de la población mundial. De estas cifras, más del 40% (115 millones) habían nacido en Asia (en su mayoría en la India), mientras que México sigue siendo, desafortunadamente, el segundo lugar entre los países que más personas abandonan su lugar de origen para emigrar.

Ahora bien, las movilizaciones son un fenómeno muy complejo y si a eso le sumamos un conflicto armado, se complica aún más predecir su comportamiento. En este sentido, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), estima que “82.4 millones de personas estaban desplazadas por la fuerza a finales de 2020, por factores como: persecución, conflictos, violencia, violaciones de los derechos humanos o eventos que perturbaron gravemente el orden público”. En relación con esto, y analizando el actual conflicto armado, un millón de personas ha huido de Ucrania a los países vecinos desde el inicio de la invasión rusa, por lo que, de seguir a este ritmo, podría convertirse en la mayor crisis de refugiados en Europa en lo que va del siglo. “Cada hora, cada minuto, más personas huyen de la aterradora realidad de violencia. Los desplazados son innumerables”, dijo Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR.

La adrenalina diplomática sigue efervescente. Rusia y Ucrania se juegan más que un territorio: está de por medio la vida de millones de seres humanos, sin importar nacionalidad ni origen. Ejemplos como el de Rosalía hay muchos. Por citar otros casos de la lealtad a más de una nación, tenemos a dos jóvenes de ascendencia guanajuatense (del municipio de Tarimoro) al parecer enlistados en el ejército de Estados Unidos. Al ser cuestionada por los medios, la madre de uno de ellos dijo: “Me siento orgullosa de él”. Estos chicos son parte de los hijos y nietos de ascendencia guanajuatense que, al contar con la doble nacionalidad, tienen la posibilidad de ir a defender los intereses de los Estados Unidos. Un par de corazones que palpitan en doble sentido.

Por lo pronto, Rosalía estará con su familia, recuperando las fuerzas perdidas por la invasión rusa que la obligó a salir de su hogar en Ucrania. Hace diez años dejó su natal León para continuar en Europa el camino que soñaba como maestra de español. “Me muero de angustia de retirarme y no volver a estar aquí pronto, y estar lejos y desconectada de mi gente en Ucrania”, comentó antes de subir al avión que la traería de vuelta a México. Probablemente, cuando concluya el conflicto, ella regrese a Europa para seguir enseñando su idioma de origen, de la misma manera que su corazón le ha enseñado que, sin importar el lugar y las circunstancias, puede latir en más de un idioma.


Migrantes mexicanos: corazones en guerra que laten en más de un idioma


El primer contacto que tuvimos en Guanajuato con Rosalía Tovar, joven leonesa que sufre en carne propia los estragos de la guerra entre Rusia y Ucrania, fue a través de mensajes de WhatsApp: Ha sido un día terrible por los bombardeos en Kyiv… Ahora estoy segura en Ivano-Frankivsk... Aquí también tenemos ataques, pero no con la intensidad de Kyiv... Hoy la embajada intentará sacarnos de Ucrania... Esperemos lograrlo... Escribía Rosalía con el temor a flor de piel. Después, pude hablar directamente con ella y me confesó que tenía el corazón partido en dos: por una parte, deseaba quedarse en Ucrania y recuperar lo que este conflicto bélico le ha quitado (hogar, trabajo, ahorros, amigos… su nueva vida); por otro lado, regresar a Guanajuato era la oportunidad para estar en los brazos más seguros que pueden existir: los de su familia.

Estos sentimientos encontrados que vive Rosalía son, seguramente, el amor binacional que palpita en el corazón de la mayoría de los migrantes en el mundo y, obviamente, en el de nuestros paisanos que sufren los estragos de esta guerra. Según la Secretaría de Relaciones Exteriores, de los 225 mexicanos que se encontraban en Ucrania, entre 80 y 90 no han salido de la zona en conflicto. Algunos por el caos de movilidad, otros más porque tienen, seguramente, muchas razones que les impide dejar lo que con tanto esfuerzo les costó construir.

Hace años, cuando colaboraba en temas de migración con el entonces presidente de México, Vicente Fox Quesada, me preparaba para una entrevista y el reportero, pretendiendo engañarme, me preguntó supuestamente en “off the record”: Dígame la verdad, ¿a quién le es más leal, a México o a Estados Unidos? Me cuestionó, esperando encontrar en mi respuesta un motivo para poner entre dicho mi lealtad a una de mis dos nacionalidades. Le soy leal a mi padre y a mi madre…, respondí, con toda la sinceridad que me da el amor por mis orígenes mexicanos y estadounidenses.

Muchos de los migrantes viven con la misma disyuntiva que me planteó aquel reportero y que ahora tiene en vilo a Rosalía. ¿A quién le deben su lealtad los que han encontrado un nuevo hogar después de emigrar? Para nadie es un secreto que el primer amor de los migrantes es el que dejaron atrás, esa tierra que los vio nacer y en la que sus padres sembraron las semillas que, a pesar del tiempo y la distancia, los mantiene enraizados a sus lugares de origen. Pero también está el amor por su nueva vida, ese que es fruto de sus andanzas, de las penurias que atravesaron para encontrar, a pesar de todo, la luz de un nuevo día en otro lugar. Mi nuevo hogar es Ucrania, dice Rosalía, al referirse a ese país que parecía tan lejano de Guanajuato pero que hoy, ante la adversidad, también late en su corazón.

Historia como la de esta guanajuatense es la de muchos migrantes que, año con año, aumentan en todo el mundo. Según la estimación más reciente que realizó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, los cuales equivalen al 3.6% de la población mundial. De estas cifras, más del 40% (115 millones) habían nacido en Asia (en su mayoría en la India), mientras que México sigue siendo, desafortunadamente, el segundo lugar entre los países que más personas abandonan su lugar de origen para emigrar.

Ahora bien, las movilizaciones son un fenómeno muy complejo y si a eso le sumamos un conflicto armado, se complica aún más predecir su comportamiento. En este sentido, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), estima que “82.4 millones de personas estaban desplazadas por la fuerza a finales de 2020, por factores como: persecución, conflictos, violencia, violaciones de los derechos humanos o eventos que perturbaron gravemente el orden público”. En relación con esto, y analizando el actual conflicto armado, un millón de personas ha huido de Ucrania a los países vecinos desde el inicio de la invasión rusa, por lo que, de seguir a este ritmo, podría convertirse en la mayor crisis de refugiados en Europa en lo que va del siglo. “Cada hora, cada minuto, más personas huyen de la aterradora realidad de violencia. Los desplazados son innumerables”, dijo Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR.

La adrenalina diplomática sigue efervescente. Rusia y Ucrania se juegan más que un territorio: está de por medio la vida de millones de seres humanos, sin importar nacionalidad ni origen. Ejemplos como el de Rosalía hay muchos. Por citar otros casos de la lealtad a más de una nación, tenemos a dos jóvenes de ascendencia guanajuatense (del municipio de Tarimoro) al parecer enlistados en el ejército de Estados Unidos. Al ser cuestionada por los medios, la madre de uno de ellos dijo: “Me siento orgullosa de él”. Estos chicos son parte de los hijos y nietos de ascendencia guanajuatense que, al contar con la doble nacionalidad, tienen la posibilidad de ir a defender los intereses de los Estados Unidos. Un par de corazones que palpitan en doble sentido.

Por lo pronto, Rosalía estará con su familia, recuperando las fuerzas perdidas por la invasión rusa que la obligó a salir de su hogar en Ucrania. Hace diez años dejó su natal León para continuar en Europa el camino que soñaba como maestra de español. “Me muero de angustia de retirarme y no volver a estar aquí pronto, y estar lejos y desconectada de mi gente en Ucrania”, comentó antes de subir al avión que la traería de vuelta a México. Probablemente, cuando concluya el conflicto, ella regrese a Europa para seguir enseñando su idioma de origen, de la misma manera que su corazón le ha enseñado que, sin importar el lugar y las circunstancias, puede latir en más de un idioma.


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