/ domingo 31 de diciembre de 2023

Vivamos la familia en clave cristiana

San Lucas 2, 22-40: “El Niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría”

Una de las graves preocupaciones de nuestra sociedad es la violencia. Muchas veces al hablar de violencia e inseguridad nos referimos a los graves asesinatos, masacres y agresiones que se sufren en nuestros ambientes, pero pocas veces reflexionamos que el lugar más frecuente de violencia es la familia.

La violencia intrafamiliar, el abuso de los infantes, los abortos y eutanasias, los golpes e insultos amenazan gravemente la base de toda persona. Es triste comprobar que el ochenta por ciento de las violaciones y del maltrato a infantes se da en el ámbito de los familiares más cercanos o quienes a ellos se asemejan. ¿A dónde va la familia?

El salvador ha crecido en familia

La narración que hoy nos presenta San Lucas nos permite descubrir los grandes valores que encierra la familia de Jesús: se acercan, conforme a la costumbre y tradición judía, a la “presentación”; van padre y madre, los dos unidos, a ofrecer su Niño al Señor; juntos reciben las alabanzas y también los retos y compromisos que en su tarea como padres de Jesús tendrán que afrontar; sienten el ambiente acogedor de los dos ancianos que, movidos por el Espíritu, los confortan y animan en su misión y se cierra la narración con una escena familiar sencilla pero que presenta el ideal de toda familia: “El Niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él”. Sí, ese es el ideal de toda familia: que cada niño tenga la seguridad de su alimento y un ambiente sano para poder crecer; que cada niño tenga una escuela digna y segura para llenarse de sabiduría; que cada niño pueda ver en el amor conyugal de sus padres un reflejo del amor creador de Dios; que cada miembro de la familia se sienta respetado, querido y valorado dentro de ella porque ahí es donde se fortalece, se refugia y encuentra su paz. Es el ideal de la familia. ¿En qué se parecen nuestras familias a este ideal?

Cosas nuevas brotan de una familia fiel a Dios

Urge redescubrir el origen, el valor y el sentido de la familia, reflexionar sobre su ser y su quehacer para responder a una problemática nueva que nos aqueja. La familia debe vivir plenamente su vocación y misión tanto en la Iglesia como en la sociedad: es básica en el nacimiento, crecimiento, desarrollo y maduración de toda persona. No es añoranza, pero sí es el reclamo urgente de que las familias actuales, a pesar de la dispersión y de los trabajos de los padres, a pesar de las distancias y los problemas, se tienen que convertir en verdadero “hogar”, “iglesia doméstica”. La familia tiene que ser el lugar privilegiado donde podamos experimentar el amor de Dios, donde se aprendan los valores que sostendrán al individuo, donde se mama la verdad y el amor a la justicia, donde se aprenden las verdaderas relaciones de hermanos y de amistad. Si encontramos inspiración y modelo en la Familia de Nazaret, nuestras familias podrán vivir los valores humanos y cristianos para consolidar una experiencia de amor y ser fundamento para una sociedad más humana.

Nos quejamos del mundo exterior que influye en la familia, pero también influye en gran medida la responsabilidad y compromiso de cada uno de sus miembros. Hoy nos llegan dos retos muy fuertes: el exterior, que consiste en luchar por la dignidad y el respeto de cada familia, su derecho a una vivienda y alimentación digna, responder a sus necesidades más básicas, buscar oportunidades de educación, escuela y trabajo; pero también enfrentamos un reto al interior de la familia donde cada uno de sus miembros se comprometa a construir y a hacer de cada hogar un ambiente cálido lleno de amor que favorezca el crecimiento de las personas, donde se respire el amor de Dios.

Creemos que la familia es imagen de Dios que en su misterio más íntimo no es soledad, sino comunidad; su modelo, motivación y último destino ¿Cómo están viviendo nuestras familias? ¿A dónde vamos? ¿Qué podemos hacer y a qué nos comprometemos en la familia?

Que de nuestras familias surjan hombres de Espíritu

Señor y Dios nuestro, Tú que nos has dado en la familia de tu Hijo el modelo perfecto para nuestras familias, concédenos practicar sus virtudes domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor, para que podamos ir a gozar con ella eternamente de la alegría de tu casa. Amén.


Obispo de la Diócesis de Irapuato

Facebook @ObispodeIrapuato

San Lucas 2, 22-40: “El Niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría”

Una de las graves preocupaciones de nuestra sociedad es la violencia. Muchas veces al hablar de violencia e inseguridad nos referimos a los graves asesinatos, masacres y agresiones que se sufren en nuestros ambientes, pero pocas veces reflexionamos que el lugar más frecuente de violencia es la familia.

La violencia intrafamiliar, el abuso de los infantes, los abortos y eutanasias, los golpes e insultos amenazan gravemente la base de toda persona. Es triste comprobar que el ochenta por ciento de las violaciones y del maltrato a infantes se da en el ámbito de los familiares más cercanos o quienes a ellos se asemejan. ¿A dónde va la familia?

El salvador ha crecido en familia

La narración que hoy nos presenta San Lucas nos permite descubrir los grandes valores que encierra la familia de Jesús: se acercan, conforme a la costumbre y tradición judía, a la “presentación”; van padre y madre, los dos unidos, a ofrecer su Niño al Señor; juntos reciben las alabanzas y también los retos y compromisos que en su tarea como padres de Jesús tendrán que afrontar; sienten el ambiente acogedor de los dos ancianos que, movidos por el Espíritu, los confortan y animan en su misión y se cierra la narración con una escena familiar sencilla pero que presenta el ideal de toda familia: “El Niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él”. Sí, ese es el ideal de toda familia: que cada niño tenga la seguridad de su alimento y un ambiente sano para poder crecer; que cada niño tenga una escuela digna y segura para llenarse de sabiduría; que cada niño pueda ver en el amor conyugal de sus padres un reflejo del amor creador de Dios; que cada miembro de la familia se sienta respetado, querido y valorado dentro de ella porque ahí es donde se fortalece, se refugia y encuentra su paz. Es el ideal de la familia. ¿En qué se parecen nuestras familias a este ideal?

Cosas nuevas brotan de una familia fiel a Dios

Urge redescubrir el origen, el valor y el sentido de la familia, reflexionar sobre su ser y su quehacer para responder a una problemática nueva que nos aqueja. La familia debe vivir plenamente su vocación y misión tanto en la Iglesia como en la sociedad: es básica en el nacimiento, crecimiento, desarrollo y maduración de toda persona. No es añoranza, pero sí es el reclamo urgente de que las familias actuales, a pesar de la dispersión y de los trabajos de los padres, a pesar de las distancias y los problemas, se tienen que convertir en verdadero “hogar”, “iglesia doméstica”. La familia tiene que ser el lugar privilegiado donde podamos experimentar el amor de Dios, donde se aprendan los valores que sostendrán al individuo, donde se mama la verdad y el amor a la justicia, donde se aprenden las verdaderas relaciones de hermanos y de amistad. Si encontramos inspiración y modelo en la Familia de Nazaret, nuestras familias podrán vivir los valores humanos y cristianos para consolidar una experiencia de amor y ser fundamento para una sociedad más humana.

Nos quejamos del mundo exterior que influye en la familia, pero también influye en gran medida la responsabilidad y compromiso de cada uno de sus miembros. Hoy nos llegan dos retos muy fuertes: el exterior, que consiste en luchar por la dignidad y el respeto de cada familia, su derecho a una vivienda y alimentación digna, responder a sus necesidades más básicas, buscar oportunidades de educación, escuela y trabajo; pero también enfrentamos un reto al interior de la familia donde cada uno de sus miembros se comprometa a construir y a hacer de cada hogar un ambiente cálido lleno de amor que favorezca el crecimiento de las personas, donde se respire el amor de Dios.

Creemos que la familia es imagen de Dios que en su misterio más íntimo no es soledad, sino comunidad; su modelo, motivación y último destino ¿Cómo están viviendo nuestras familias? ¿A dónde vamos? ¿Qué podemos hacer y a qué nos comprometemos en la familia?

Que de nuestras familias surjan hombres de Espíritu

Señor y Dios nuestro, Tú que nos has dado en la familia de tu Hijo el modelo perfecto para nuestras familias, concédenos practicar sus virtudes domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor, para que podamos ir a gozar con ella eternamente de la alegría de tu casa. Amén.


Obispo de la Diócesis de Irapuato

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