/ domingo 2 de octubre de 2022

¡NO A LA VIOLENCIA!

Dijo el excelso Paul Verlaine que la poesía era “música, antes de cualquier otra cosa”, y a su concepción invoco, porque pocas artes podrían identificarse entre sí tanto como ellas: la poesía y la música.

Comencemos por el principio, los tres elementos fundamentales de la música: ritmo, melodía y armonía, son elementos omnipresentes de igual forma en la poesía, porque aún en el caso de que la música o la poesía carecieran aparentemente de ritmo, estaríamos en presencia de un ritmo libre. ¿Melodía, armonía? Toda música, como toda poesía las contienen, porque nadie más que el ser humano en lo individual para definir lo que puede ser melodioso o armónico. No hay reglas, sólo principios.

Ahora bien ¿podríamos pensar acaso que pudiera haber música o poesía sin el sonido? Imposible, porque podrá decirse que la poesía y la música viven desde el momento en que están plasmadas en un papel y esto es falso. El que estén registradas en un soporte sólo le puede servir a su autor para que su obra pueda ser preservada y divulgada (hoy además protegida legalmente), pero para que la música, como la poesía, puedan aspirar a existir, es necesario que a través de las ondas vibratorias del sonido el mensaje contenido en ellas pueda propagarse para así ser captado por algún semejante. Luego entonces, hay otro factor clave, esencial, que las vincula: ambas son artes del tiempo y sin Cronos no podrían tampoco existir. Una imagen del texto poético, como una imagen de una hoja de partitura, son arte congelado. Es necesario que ambas puedan ser interpretadas para que puedan cobrar realidad.

Hasta ahora, eminentemente he aludido a aspectos físicos que son comunes para estas artes, pero hay algo más que las une y de un modo poderoso. Algo que probablemente podrá estar presente en el resto de las artes, pero que en ellas es atributo existencial. Se trata de la magia del entrelazamiento entre sus sonidos (letras y notas) que comienza dando realidad a mundos físicos de imágenes, sensaciones, emociones y pasiones, que sacuden y cimbran a su oyente, para luego dar paso a nuevos e insondables horizontes metafísicos, en los que de entre lo no dicho emergen nuevos y desconocidos universos caleidoscópicos de sentidos y sinsentidos, de razones y sinrazones, hasta llegar a lo nunca concebido y sólo intuido.

Por algo Eugenio Montale, uno de los más grandes de la poesía italiana del siglo XX, decía que la poesía era más un medio de conocimiento que de representación, una verdad del “poeta-sujeto” que no renegaba del hombre-sujeto empírico, uniéndolo con otros de sus semejantes, pero también desuniéndolo y haciéndolo único e irrepetible.

Y creo que esto es, porque la poesía y la música son las artes que más que ninguna otra, tienen el poder de hacer trascender al ser humano, convirtiéndose en anticipo, en augurio, en develación de la expresión demiúrgica, porque a partir de un cierto instante la inspiración del estro poético y del estro musical cobra presencia, adquiere vida, y el lenguaje poético, como el lenguaje musical, devienen en revelación. Por algo desde hace siglos poesía y música están unidas y fundidas en la ópera cuya materia, a decir de Uberto Zanolli, está hecha de substancia inmortal.

Lo deplorable es que lo antes dicho nada importa hoy en día a quien detenta el poder. Pensemos tan sólo en el evento multitudinario que tuvo lugar en el Zócalo capitalino, la principal plaza pública de nuestra Nación, el domingo pasado. Un cuarto de millón de personas coreando y vibrando con algo carente de toda poesía y de toda música (porque ES así) y, lo más grave y sobre todo alarmante: haciendo suyos los mensajes cargados de odio y resentimiento contenidos en esta execrable y contumaz apología del delito que el gobierno local, con la anuencia del federal, apoyó, difundió y patrocinó.

Si son obras “de arte”, cada quien lo decide: todo depende de lo que anida en su psique. Lo que es repudiable es que sea el aparato estatal el que exponga y brinde a la juventud y a la niñez de una Nación un discurso cultural impregnado de violencia verbal, sobre todo cuando ésta atraviesa por la etapa más cruenta de inseguridad y criminalidad de la que se tenga registro. ¿Cómo esperar que las actuales generaciones y las venideras sean mejores si lo que les estamos inculcando y fomentando es el maltrato, la misoginia, la normalización del abuso moral? ¿El objetivo gubernamental es terminar de resquebrajar al tejido social por esta vía?

Hoy, 2 de octubre: fecha imborrable en la historia contemporánea de nuestro México, no podemos olvidar que es también el Día en que se conmemora la No Violencia en el mundo. Esa misma que hizo a Mahatma Gandhi legarnos uno de los mensajes de paz más importantes de todos los tiempos. Sí, la filosofía de la No Violencia, fincada en el poder del alma y la fortaleza de la verdad, que nadie -mucho menos gobierno alguno- tiene el derecho de quebrantar. Oponer a ella el discurso de la violencia es pulverizar lo dicho por Gandhi: “la paz es el camino” y el amor “la fuerza más potente que existe”. Por eso exclamo: ¡NO A LA VIOLENCIA!


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli


Dijo el excelso Paul Verlaine que la poesía era “música, antes de cualquier otra cosa”, y a su concepción invoco, porque pocas artes podrían identificarse entre sí tanto como ellas: la poesía y la música.

Comencemos por el principio, los tres elementos fundamentales de la música: ritmo, melodía y armonía, son elementos omnipresentes de igual forma en la poesía, porque aún en el caso de que la música o la poesía carecieran aparentemente de ritmo, estaríamos en presencia de un ritmo libre. ¿Melodía, armonía? Toda música, como toda poesía las contienen, porque nadie más que el ser humano en lo individual para definir lo que puede ser melodioso o armónico. No hay reglas, sólo principios.

Ahora bien ¿podríamos pensar acaso que pudiera haber música o poesía sin el sonido? Imposible, porque podrá decirse que la poesía y la música viven desde el momento en que están plasmadas en un papel y esto es falso. El que estén registradas en un soporte sólo le puede servir a su autor para que su obra pueda ser preservada y divulgada (hoy además protegida legalmente), pero para que la música, como la poesía, puedan aspirar a existir, es necesario que a través de las ondas vibratorias del sonido el mensaje contenido en ellas pueda propagarse para así ser captado por algún semejante. Luego entonces, hay otro factor clave, esencial, que las vincula: ambas son artes del tiempo y sin Cronos no podrían tampoco existir. Una imagen del texto poético, como una imagen de una hoja de partitura, son arte congelado. Es necesario que ambas puedan ser interpretadas para que puedan cobrar realidad.

Hasta ahora, eminentemente he aludido a aspectos físicos que son comunes para estas artes, pero hay algo más que las une y de un modo poderoso. Algo que probablemente podrá estar presente en el resto de las artes, pero que en ellas es atributo existencial. Se trata de la magia del entrelazamiento entre sus sonidos (letras y notas) que comienza dando realidad a mundos físicos de imágenes, sensaciones, emociones y pasiones, que sacuden y cimbran a su oyente, para luego dar paso a nuevos e insondables horizontes metafísicos, en los que de entre lo no dicho emergen nuevos y desconocidos universos caleidoscópicos de sentidos y sinsentidos, de razones y sinrazones, hasta llegar a lo nunca concebido y sólo intuido.

Por algo Eugenio Montale, uno de los más grandes de la poesía italiana del siglo XX, decía que la poesía era más un medio de conocimiento que de representación, una verdad del “poeta-sujeto” que no renegaba del hombre-sujeto empírico, uniéndolo con otros de sus semejantes, pero también desuniéndolo y haciéndolo único e irrepetible.

Y creo que esto es, porque la poesía y la música son las artes que más que ninguna otra, tienen el poder de hacer trascender al ser humano, convirtiéndose en anticipo, en augurio, en develación de la expresión demiúrgica, porque a partir de un cierto instante la inspiración del estro poético y del estro musical cobra presencia, adquiere vida, y el lenguaje poético, como el lenguaje musical, devienen en revelación. Por algo desde hace siglos poesía y música están unidas y fundidas en la ópera cuya materia, a decir de Uberto Zanolli, está hecha de substancia inmortal.

Lo deplorable es que lo antes dicho nada importa hoy en día a quien detenta el poder. Pensemos tan sólo en el evento multitudinario que tuvo lugar en el Zócalo capitalino, la principal plaza pública de nuestra Nación, el domingo pasado. Un cuarto de millón de personas coreando y vibrando con algo carente de toda poesía y de toda música (porque ES así) y, lo más grave y sobre todo alarmante: haciendo suyos los mensajes cargados de odio y resentimiento contenidos en esta execrable y contumaz apología del delito que el gobierno local, con la anuencia del federal, apoyó, difundió y patrocinó.

Si son obras “de arte”, cada quien lo decide: todo depende de lo que anida en su psique. Lo que es repudiable es que sea el aparato estatal el que exponga y brinde a la juventud y a la niñez de una Nación un discurso cultural impregnado de violencia verbal, sobre todo cuando ésta atraviesa por la etapa más cruenta de inseguridad y criminalidad de la que se tenga registro. ¿Cómo esperar que las actuales generaciones y las venideras sean mejores si lo que les estamos inculcando y fomentando es el maltrato, la misoginia, la normalización del abuso moral? ¿El objetivo gubernamental es terminar de resquebrajar al tejido social por esta vía?

Hoy, 2 de octubre: fecha imborrable en la historia contemporánea de nuestro México, no podemos olvidar que es también el Día en que se conmemora la No Violencia en el mundo. Esa misma que hizo a Mahatma Gandhi legarnos uno de los mensajes de paz más importantes de todos los tiempos. Sí, la filosofía de la No Violencia, fincada en el poder del alma y la fortaleza de la verdad, que nadie -mucho menos gobierno alguno- tiene el derecho de quebrantar. Oponer a ella el discurso de la violencia es pulverizar lo dicho por Gandhi: “la paz es el camino” y el amor “la fuerza más potente que existe”. Por eso exclamo: ¡NO A LA VIOLENCIA!


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli