/ domingo 29 de enero de 2023

Universidad: en pos del ideal y la moral (I)

La Universidad Nacional Autónoma de México ha sido desde su fundación y hasta el día de hoy, más allá de las luces y sombras humanas internas y externas, la institución más sólida y poderosa, generosa y noble de la historia contemporánea de nuestra Nación. La razón de ello: el ideal y la moral que, a lo largo de más de 110 años de su existencia, han inspirado y dado sentido a su comunidad y a la sociedad mexicana misma.

El 22 de septiembre de 1910, dentro de los festejos del primer Centenario de la Independencia Mexicana, fue inaugurada la Universidad Nacional de México en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, cobijada por las Universidades de París, Salamanca y California en una ceremonia que presidió el entonces titular del Ejecutivo Federal, general Porfirio Díaz. Su primer rector fue Joaquín Eguía Elis y el discurso inaugural corrió a cargo de Justo Sierra, a la sazón ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, pues si a alguien la flamante institución educativa le debía su ser y esencia era a él: alma y cerebro que desde 1881 había concebido y presentado el proyecto que le daría origen.

¿Qué Universidad visualizaba su creador? Una sin raíces, nueva, que a diferencia de la colonial en la que la verdad estaba definida y debía enseñarse, en la naciente la verdad habría de definirse y debería ser buscada por los estudiantes en la edad de la plena aptitud intelectual, “a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión”, recurriendo a toda fuente de cultura, con tal que su linfa fuera “pura y diáfana” y buscara “adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber”, partiendo de un ideal político y social común fundamentado en la democracia y la libertad: templo refulgente que nacía para adorar a la sabiduría de la diosa Atenea “promakos”, pero sobre todo a la ciencia que defendería a la Patria.

\u0009Una década más tarde la Universidad será encomendada a José Vasconcelos y éste la cimbrará desde sus cimientos en apenas dieciséis meses de su rectorado. El Estado, declarará, es “injusto, cruel y rematadamente bárbaro”, pero la Revolución no quiere “como en sus días de extravío” cerrar escuelas y perseguir a los sabios. Al contrario, los busca, de ahí su convocatoria a realizar una cruzada de educación pública en la que la Universidad derrame sus tesoros y derroche las ideas. Organicemos -invita Vasconcelos- al “ejército de los educadores que substituya al ejército de los destructores”, en el anhelo porque la Universidad pueda ser la llama que inflame la gran obra de “redención nacional”. Su convocatoria triunfa y más luego de que el 27 de abril de 1921 el Consejo Universitario aprueba su propuesta de escudo y lema: “Por mi raza hablará el espíritu”.

En 1932, siendo rector Roberto Medellín, éste recuerda a la comunidad universitaria que los intereses de la Universidad y los del Estado no están divorciados como muchos insinúan. La Universidad encarna una gran responsabilidad social y está al servicio de México. No depende de la actividad política y menos de los intereses de unos cuantos. La Universidad está vinculada con los grandes problemas nacionales y la ciencia no tiene patria. Sin embargo, en la honestidad de la administración de sus bienes, “en la buena orientación de los elementos directivos, en la sabiduría y ejemplo de los maestros y en la disciplina de todos”, es donde será posible apuntalar el respeto social y el apoyo hacia ella de “todas las fuerzas vivas del país”. Dos décadas apenas de vida y la convulsión social, ideológica y política impactan en el ánimo universitario.

En 1935, Luis Chico Goerne resume así el sentir de su momento, un tiempo que es atemporal: nos hace falta una sola cosa “erigir a la Universidad en ideal. El día que nosotros no tengamos otro ideal que el ideal universitario, ese día la Universidad se habrá salvado no ante los hombres de mala fe, eso no nos interesa. La única salvación a la que deben y pueden aspirar los hombres de bien, es a la salvación ante las conciencias honradas”. Y agrega: “si la Universidad diese un espectáculo ejemplar a la vida de México, la Universidad habría trazado su ruta y tras esa ruta deben ir los hombres de bien que seremos muchos, seremos pocos, no debe interesar la cantidad; al universitario interesa una sola cosa, la honradez de las conciencias; es el único nudo donde pueden atarse todos los ideales”.

Sin duda los universitarios están conscientes de que la Universidad es un faro de luz pero también escenario de grandes y graves luchas y reflejo de las convulsiones que agitan a la Nación. Rodulfo Brito Foucher denunciará así que la discordia y la mentira se han ensañado con la Patria en un “mar de odios” y “guerras intestinas”, en el que la Universidad no es excepción. De ahí su sentencia: “cuando se escriba y se haga la historia de la alta cultura

en México… veremos que las divisiones que han desgarrado a la Patria han desgarrado también a la Universidad”.

Es el 18 de junio de 1942, pero pareciera hablarle al México de 2023.


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli

La Universidad Nacional Autónoma de México ha sido desde su fundación y hasta el día de hoy, más allá de las luces y sombras humanas internas y externas, la institución más sólida y poderosa, generosa y noble de la historia contemporánea de nuestra Nación. La razón de ello: el ideal y la moral que, a lo largo de más de 110 años de su existencia, han inspirado y dado sentido a su comunidad y a la sociedad mexicana misma.

El 22 de septiembre de 1910, dentro de los festejos del primer Centenario de la Independencia Mexicana, fue inaugurada la Universidad Nacional de México en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, cobijada por las Universidades de París, Salamanca y California en una ceremonia que presidió el entonces titular del Ejecutivo Federal, general Porfirio Díaz. Su primer rector fue Joaquín Eguía Elis y el discurso inaugural corrió a cargo de Justo Sierra, a la sazón ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, pues si a alguien la flamante institución educativa le debía su ser y esencia era a él: alma y cerebro que desde 1881 había concebido y presentado el proyecto que le daría origen.

¿Qué Universidad visualizaba su creador? Una sin raíces, nueva, que a diferencia de la colonial en la que la verdad estaba definida y debía enseñarse, en la naciente la verdad habría de definirse y debería ser buscada por los estudiantes en la edad de la plena aptitud intelectual, “a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión”, recurriendo a toda fuente de cultura, con tal que su linfa fuera “pura y diáfana” y buscara “adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber”, partiendo de un ideal político y social común fundamentado en la democracia y la libertad: templo refulgente que nacía para adorar a la sabiduría de la diosa Atenea “promakos”, pero sobre todo a la ciencia que defendería a la Patria.

\u0009Una década más tarde la Universidad será encomendada a José Vasconcelos y éste la cimbrará desde sus cimientos en apenas dieciséis meses de su rectorado. El Estado, declarará, es “injusto, cruel y rematadamente bárbaro”, pero la Revolución no quiere “como en sus días de extravío” cerrar escuelas y perseguir a los sabios. Al contrario, los busca, de ahí su convocatoria a realizar una cruzada de educación pública en la que la Universidad derrame sus tesoros y derroche las ideas. Organicemos -invita Vasconcelos- al “ejército de los educadores que substituya al ejército de los destructores”, en el anhelo porque la Universidad pueda ser la llama que inflame la gran obra de “redención nacional”. Su convocatoria triunfa y más luego de que el 27 de abril de 1921 el Consejo Universitario aprueba su propuesta de escudo y lema: “Por mi raza hablará el espíritu”.

En 1932, siendo rector Roberto Medellín, éste recuerda a la comunidad universitaria que los intereses de la Universidad y los del Estado no están divorciados como muchos insinúan. La Universidad encarna una gran responsabilidad social y está al servicio de México. No depende de la actividad política y menos de los intereses de unos cuantos. La Universidad está vinculada con los grandes problemas nacionales y la ciencia no tiene patria. Sin embargo, en la honestidad de la administración de sus bienes, “en la buena orientación de los elementos directivos, en la sabiduría y ejemplo de los maestros y en la disciplina de todos”, es donde será posible apuntalar el respeto social y el apoyo hacia ella de “todas las fuerzas vivas del país”. Dos décadas apenas de vida y la convulsión social, ideológica y política impactan en el ánimo universitario.

En 1935, Luis Chico Goerne resume así el sentir de su momento, un tiempo que es atemporal: nos hace falta una sola cosa “erigir a la Universidad en ideal. El día que nosotros no tengamos otro ideal que el ideal universitario, ese día la Universidad se habrá salvado no ante los hombres de mala fe, eso no nos interesa. La única salvación a la que deben y pueden aspirar los hombres de bien, es a la salvación ante las conciencias honradas”. Y agrega: “si la Universidad diese un espectáculo ejemplar a la vida de México, la Universidad habría trazado su ruta y tras esa ruta deben ir los hombres de bien que seremos muchos, seremos pocos, no debe interesar la cantidad; al universitario interesa una sola cosa, la honradez de las conciencias; es el único nudo donde pueden atarse todos los ideales”.

Sin duda los universitarios están conscientes de que la Universidad es un faro de luz pero también escenario de grandes y graves luchas y reflejo de las convulsiones que agitan a la Nación. Rodulfo Brito Foucher denunciará así que la discordia y la mentira se han ensañado con la Patria en un “mar de odios” y “guerras intestinas”, en el que la Universidad no es excepción. De ahí su sentencia: “cuando se escriba y se haga la historia de la alta cultura

en México… veremos que las divisiones que han desgarrado a la Patria han desgarrado también a la Universidad”.

Es el 18 de junio de 1942, pero pareciera hablarle al México de 2023.


bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli