/ miércoles 21 de octubre de 2020

V I C I S I T U D E S

LOS ANIMALES, AMIGOS AGRADABLES Y DESEABLES


Lo que no se concluye, termina por no comprenderse, y cuando no se comprende no tiene caso que se escriba.

Una disculpa a mis lectores, porque mis dos colaboraciones pasadas no salieron del todo completas, y bien entiendo que se hayan preguntado cómo había terminado el referente sobre la importancia y valor que tienen los animales en nuestras vidas cotidianas, sean mascotas o no, domesticados o silvestres. Hay situaciones que están fuera de nuestro alcance, pero siguiendo la sugerencia de una de mis lectoras, que me decía que lo hiciera como una continuación o conclusión, o como segunda parte, cosa que en lo particular no me gusta mucho, pero le tomé la palabra para mostrarle que en realidad está uno al servicio de la comunidad, y que sus comentarios, observaciones y sugerencias siempre son importantes y son tomadas con seriedad. Hecha esta aclaración, lo que voy a entrecomillar es la parte que no se había dado a conocer. Gracias mil, por estar al pendiente de mis publicaciones.

“Me apena decirlo, pero cuando mi hija estaba pequeña, le compramos un pollito, el cual estaba dentro de la casa en una cajita de zapatos. Se lo obsequiamos para que estuviera con ella. Lo acariciaba, le hablaba, lo abrazaba y le puso por nombre “Pepito”. Como estaba dentro de la casa pues comenzó a hacer de las suyas, y poco a poco, como era natural, llegó a crecer de una forma extraordinaria, de tal forma que ya era imposible tenerlo con nosotros. El tiempo no pasa en balde y quisiera acordarme del verdadero motivo por el cual, en el momento menos esperado, tal cual, nos lo tuvimos que comer, sin que nuestra hija se diera cuenta, diciéndole que se lo había comido una rata enorme que había entrado a la casa.

En la particular me gustan mucho los cotorritos australianos. Con dos de ellos, macho y hembra, me llegué a hacer de más de veinte, pues son muy prolíficos. A los dos que comenzaron con la crianza les llegué a nombrar como “Abuelitos,” porque pasaban unos y otros y ellos se mantenían vivos. Al final fueron muriendo poco a poco, pero cada que encontraba alguno muerto me llenaba de tristeza. A los últimos tres que tuve les llamé, Hugo Paco y Luis, y vaya que me entendían.

La alegría que mostraba un pato cuando lo tuvimos era evidente cada que yo entraba a darle de comer y a ponerle agua en la tina que le había acondicionado, para que se bañara. Sabía por donde subirse y por donde bajaba para meterse a la tina, y aleteaba cuando estaba en el agua. Tiempo después nos dimos cuenta por casualidad, que no era pato, sino pata. Al principio le decíamos “Pavarotti”. pero terminó siendo “Pavarota”. Cuando murió me entristecí unos días.

Tendría mucho que compartir con ustedes sobre la importancia de los animales en la convivencia humana, y de la alegría que pueden dejar en nuestras vidas cuando los respetamos como seres vivos que son, y de la tristeza que nos dejan cuando se han ido de nuestras vidas. Los animales silvestres serán tema para tratar en otra ocasión, pero también corresponde un trato digno para ellos.

Cuatro de octubre, Día Mundial de los Animales. Estimados lectores, cuando sepamos respetar la vida de los seres vivos, incluyendo, por supuesto, al hombre, seremos más humanos y conscientes de verdad. El Señor les bendiga y les dé su paz. Mtro. Armando”.



LOS ANIMALES, AMIGOS AGRADABLES Y DESEABLES


Lo que no se concluye, termina por no comprenderse, y cuando no se comprende no tiene caso que se escriba.

Una disculpa a mis lectores, porque mis dos colaboraciones pasadas no salieron del todo completas, y bien entiendo que se hayan preguntado cómo había terminado el referente sobre la importancia y valor que tienen los animales en nuestras vidas cotidianas, sean mascotas o no, domesticados o silvestres. Hay situaciones que están fuera de nuestro alcance, pero siguiendo la sugerencia de una de mis lectoras, que me decía que lo hiciera como una continuación o conclusión, o como segunda parte, cosa que en lo particular no me gusta mucho, pero le tomé la palabra para mostrarle que en realidad está uno al servicio de la comunidad, y que sus comentarios, observaciones y sugerencias siempre son importantes y son tomadas con seriedad. Hecha esta aclaración, lo que voy a entrecomillar es la parte que no se había dado a conocer. Gracias mil, por estar al pendiente de mis publicaciones.

“Me apena decirlo, pero cuando mi hija estaba pequeña, le compramos un pollito, el cual estaba dentro de la casa en una cajita de zapatos. Se lo obsequiamos para que estuviera con ella. Lo acariciaba, le hablaba, lo abrazaba y le puso por nombre “Pepito”. Como estaba dentro de la casa pues comenzó a hacer de las suyas, y poco a poco, como era natural, llegó a crecer de una forma extraordinaria, de tal forma que ya era imposible tenerlo con nosotros. El tiempo no pasa en balde y quisiera acordarme del verdadero motivo por el cual, en el momento menos esperado, tal cual, nos lo tuvimos que comer, sin que nuestra hija se diera cuenta, diciéndole que se lo había comido una rata enorme que había entrado a la casa.

En la particular me gustan mucho los cotorritos australianos. Con dos de ellos, macho y hembra, me llegué a hacer de más de veinte, pues son muy prolíficos. A los dos que comenzaron con la crianza les llegué a nombrar como “Abuelitos,” porque pasaban unos y otros y ellos se mantenían vivos. Al final fueron muriendo poco a poco, pero cada que encontraba alguno muerto me llenaba de tristeza. A los últimos tres que tuve les llamé, Hugo Paco y Luis, y vaya que me entendían.

La alegría que mostraba un pato cuando lo tuvimos era evidente cada que yo entraba a darle de comer y a ponerle agua en la tina que le había acondicionado, para que se bañara. Sabía por donde subirse y por donde bajaba para meterse a la tina, y aleteaba cuando estaba en el agua. Tiempo después nos dimos cuenta por casualidad, que no era pato, sino pata. Al principio le decíamos “Pavarotti”. pero terminó siendo “Pavarota”. Cuando murió me entristecí unos días.

Tendría mucho que compartir con ustedes sobre la importancia de los animales en la convivencia humana, y de la alegría que pueden dejar en nuestras vidas cuando los respetamos como seres vivos que son, y de la tristeza que nos dejan cuando se han ido de nuestras vidas. Los animales silvestres serán tema para tratar en otra ocasión, pero también corresponde un trato digno para ellos.

Cuatro de octubre, Día Mundial de los Animales. Estimados lectores, cuando sepamos respetar la vida de los seres vivos, incluyendo, por supuesto, al hombre, seremos más humanos y conscientes de verdad. El Señor les bendiga y les dé su paz. Mtro. Armando”.